Por Juan Carlos Ayala Barrón*
El juicio de Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera despertó los reflectores mundiales por tratarse del primer proceso de un enemigo público número uno en los últimos tiempos. Pero, además, prendió la alarma del sistema político mexicano en su conjunto, pues, como se había dicho desde un inicio, en el fondo se trataba también de darle un golpe mediático y político, más que jurídico, al gobierno mexicano, trátese del saliente o el entrante.
Con "El Chapo" a punto de ser condenado, el país no termina su vorágine violenta y sigue esperando que la buena voluntad y la esperanza, aunado a los buenos deseos de esta cuarta transformación, terminen con ella.
Sacado de escena Guzmán Loera, no hay quien lo supla y sepa dar al Cártel de Sinaloa la espectacularidad que tuvo antes. No será más aquella organización internacional capaz de mantener el control del tráfico de drogas en el mundo, ni tampoco tendrá ya el poderío económico que lo catapultó como el cártel más poderoso y violento en un tiempo.
Desde que inició el juicio, la organización ha mantenido un bajo perfil, no se ha mostrado como en sus mejores momentos: activo y criminal. Desde luego, hay muchos integrantes activos que trabajan discretamente y que siguen operando al margen. Pero no pasan de ser traficantes aislados.
Su imperio fue creciendo al modo de una actividad económica ilegal pero sólida, con la complacencia social de los grupos marginales rurales, urbanos y semiurbanos, pero también de grupos económicos de élite. Se generaron identidades muy específicas que fueron capaces de estructurar una cultura alrededor, la narcocultura, llena de simbolismos y constructos culturales que le dieron un campo fértil al cimentar en los jóvenes de Sinaloa mentalidades y entusiasmos propios para poder incursionar sin miramientos en una actividad económica ilegal.
Por eso, los líderes de la mafia sinaloense llegaron a constituir emblemas de una cultura permeada hasta la médula por el narcotráfico, pues cuando menos pensamos nos dimos cuenta de que estábamos envueltos en una economía y una cultura que trastocó un modo de vivir y hasta una forma de pensar y expresarse.
En un momento fue también un mal necesario, pues cerraron el paso a otros grupos criminales caracterizados por sus prácticas brutales de asesinato, cobros de piso, etc.
Después del juicio la pregunta obligada es ¿qué pasará con el cártel?
Seguramente, lo que queda del Cártel de Sinaloa pasará por ir lentamente de una actividad discreta, a su desmembramiento, hasta las rivalidades internas de quienes pretendan dominar alguna plaza o al acecho de otros grupos criminales. Estamos, pues, ante un cartel en peligro de extinción.
Por lo pronto, en Sinaloa ya se empiezan a ver una ola de asesinatos que no se sabe si tienen que ver con el crimen organizado o no, como antes se sucedía. En las últimas semanas se ha comentado sobre una serie de asaltos a domicilios. Los robos de automóviles han aumentado posicionando a Sinaloa en un segundo lugar nacional.
Estos son indicadores de lógica común que hablan de un problema serio en los liderazgos del narco sinaloense, o al menos de una forzada estrategia de nuevos líderes que no tienen el perfil del tradicional "Señor de la Mafia" en el estado.
De este juicio quedan también varias lecturas: un sistema político mexicano, desde presidentes hasta funcionarios y jefes policiacos, salpicado hasta la médula de complicidad y corrupción, demostrando así las barbaridades de la clase política mexicana al destapar la cloaca invasiva de la corrupción en todos sus niveles.
Esperamos los intentos de otros grupos criminales por apoderarse de este territorio, el enfrentamiento interno de los grupos que busquen el liderazgo, el auge de la delincuencia criminal local, y por supuesto: un impacto en la economía estatal que habrá que determinar en pesos y centavos.
Veamos cómo repercute esto en una modificación de la narcocultura, que seguramente se verá impactada y esperemos, antes de especular, hacia dónde se dirigirán los nuevos constructos culturales surgidos de esta nueva etapa a la que entrará el narcotráfico en Sinaloa.
*Catedrático de la Universidad Autónoma de Sinaloa
Lo aquí expuesto es opinión del autor y no refleja la postura editorial de este medio