El presidente Andrés Manuel López Obrador se reunió con descendientes del caudillo revolucionario Emiliano Zapata en el Palacio Nacional este lunes.
Se tiene previsto que el presidente acuda el 12 de enero a Morelos para declarar oficialmente a 2019 como el año del Caudillo del Sur.
La reunión se llevó a cabo en el marco de los 100 años de su muerte que se cumplen el próximo 10 de abril.
El equipo de comunicación de la presidencia de la República difundió una fotografía de la reunión, a la que asistieron Jorge Zapata González, Crescencio Morales Ávila, Edgardo Zapata Hernández, Nadia Sonia Salazar Sánchez, Benjamín Zapata Amaro, Manuel Manríquez Zapata, Roberto Manríquez Zapata y María Concepción Leticia Jiménez Martínez.
También acudió Fernando Méndez Castro, Alejandro García Rueda y Francisco Villa Betancourt, todos ellos descendientes del revolucionario originario de Morelos.
El próximo sábado, el presidente López Obrador acudirá a Ciudad Ayala, Morelos, donde realizará la presentación del programa de conmemoración del Centenario del fallecimiento de Emiliano Zapata.
Esto con el objetivo de conmemorar los 100 años del aniversario luctuoso, de uno de los líderes revolucionarios más importantes que luchó por las libertades y fue asesinado el 10 de abril de 1919, en Chinameca, Morelos.
Vida de un símbolo de la patria
Fue uno de los líderes militares y campesinos más importantes de la Revolución mexicana y un símbolo de la resistencia campesina en México. Como parte del movimiento revolucionario, estuvo al mando del Ejército Libertador del Sur.
Su abuelo materno, José Salazar, militó en el ejército de José María Morelos y Pavón durante el sitio de Cuautla; sus tíos paternos Cristino y José Zapata lucharon en la guerra de Reforma contra la Intervención Francesa.
Su infancia se desarrolló en el contexto del latifundismo porfirista en Morelos. Realizó sus primeros estudios con el profesor Emilio Vara, quien había sido un viejo soldado juarista.
A sus nueve años, al presenciar el despojo de tierras a campesinos ocasionadas por hacendados de la zona, y después de escuchar a su padre que le respondía que nada podía hacerse, él prometió que cuando fuera más grande tendría qué hacer algo al respecto.
En 1906 asistió a una junta de campesinos en Cuautla para discutir la forma de defender sus tierras y las del pueblo frente a los hacendados colindantes.
Su rebeldía lo condenó a la leva (conscripción), y en 1908, Zapata fue incorporado al 9° Regimiento de Caballería, bajo el mando del coronel Alfonso Pradillo. En Cuernavaca, Zapata fue asignado como caballerango de Pablo Escandón, Jefe del Estado Mayor de Porfirio Díaz; tras lo cual fue trasladado a cumplir las mismas funciones bajo el mando de Ignacio de la Torre, yerno del General Porfirio Díaz, quien le tomaría especial afecto por su destreza y conocimiento con los caballos.
El 12 de septiembre de 1909, Emiliano Zapata fue elegido calpuleque (palabra náhuatl, que significa jefe, líder o presidente) de la Junta de Defensa de las tierras de Anenecuilco, donde empezaría a analizar documentos que se originaron en el virreinato que acreditaban los derechos de propiedad de los pueblos sobre sus tierras, los cuales habían sido negados por las Leyes de Reforma.
Tras el asesinato de Francisco I. Madero y el ascenso en el poder de Victoriano Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata fue uno de los jefes revolucionarios más importantes, al tiempo que introdujo importantes reformas en Morelos.
Posteriormente, estas posturas lo opusieron al nuevo presidente el Gral. Venustiano Carranza. Una vez en el poder, Victoriano Huerta envió una comisión encabezada por el padre de Pascual Orozco, Pascual Orozco (Padre) a pactar la paz con Emiliano Zapata. Esto le facilitaría tener un frente menos de guerra en el país.
Zapata, que contaba ahora con el dominio de Morelos y parte del Estado de México, del estado de Guerrero, de Puebla y de Tlaxcala, se negó a pactar con aquellos a quienes él llamó "asesinos de Madero".
Fusiló al emisario de Huerta, envió una carta al general Félix Díaz, repudiando al gobierno de Huerta y para el mes de mayo de ese mismo año, reformó su Plan de Ayala, declarando que Victoriano Huerta era indigno de la presidencia del país. A Pascual Orozco se le retiró el cargo de Jefe de la Revolución y Zapata quedó entonces como único jefe del Ejército Libertador del Sur.
En los primeros meses de 1914, Zapata tomó Jonacatepec y Chilpancingo. Ese mismo año su ejército constaba ya de 27,000 hombres, por lo que para abril ya había controlado por completo el estado de Morelos y algunos lugares de Guerrero.
Poco después tomó Cuernavaca y para junio ocupó Cuajimalpa, Xochimilco y Milpa Alta, con lo que amagaba a la Ciudad de México. La población de la capital del país, huía al saber la cercanía del ejército de Zapata.
Las fuerzas constitucionalistas les cerraron el paso, al ocupar la Ciudad de México antes que las propias zapatistas, las cuales se encontraban más cerca.
En septiembre, Venustiano Carranza envió a Juan Sarabia, a Antonio I. Villarreal y a Luis Cabrera Lobato a conferenciar con Emiliano Zapata, pero nuevamente el caudillo suriano exigió la renuncia de Venustiano Carranza al Poder Ejecutivo, el reconocimiento del Plan de Ayala.
Los emisarios, como toda respuesta, abandonaron su campamento y el estado, pues Carranza rechazó rotundamente sus peticiones, calificándolas de "inadecuadas" para el momento en que vivía el país.
Después de que Carranza asumió la presidencia y al no llevar a cabo las promesas políticas fue desconocido por Zapata, Villa y otros líderes caudillos.
El gonzalista Jesús Guajardo le hizo creer a Zapata que estaba descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a él. Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a aproximadamente cincuenta soldados federales, con consentimiento de Carranza y Pablo González, y ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha.
Así, acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañado únicamente por una escolta de diez hombres.
Al cruzar el dintel, un ordenanza apostado a la entrada, tocó con su clarín la llamada a honores. Esa fue la señal para que los tiradores, escondidos en las azoteas, abrieran fuego contra Zapata, que alcanzó a sacar su pistola, pero un balazo se la tumbó. No pocos condenaron el procedimiento. Además, esto dio lugar a que, una vez muerto por más de veinte balas de escopeta en el cuerpo, Zapata se convirtiera en el apóstol de la revolución.
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