En la XXV Semana Nacional de Ciencia y Tecnología de Ciudad de México se presenta una exhibición titulada "Pega tu chicle" sobre la historia de la goma de mascar, sus beneficios y el lado oscuro que se ha convertido en un problema de salud para la capital del país.
En las instalaciones de la unidad de Zacatenco del Instituto Politécnico Nacional (IPN) se muestra el origen y la evolución de la goma de mascar. Los mayas dejaron el legado hace más de 2.000 años, "ya que ellos masticaban 'chicles' naturales y se limpiaban los dientes".
"Chicle", que proviene de la palabra en náhuatl "tzictli" y del maya "sicté", que hace referencia al "sagrado" o fluido del árbol de chicozapote del que se extrae de forma natural al cortar la corteza. El líquido (látex) proveniente del árbol se calienta para quitarle lo líquido y así lograr la consistencia que tiene una goma de mascar. Se comprimen y se les agrega sabor y color, para su posterior venta.
El ex presidente de México, Antonio López de Santa Anna propuso en 1860 a Thomas Adams "fabricar llantas y juguetes con el látex que él mascaba y usarlo como caucho, sin saber que ahí iniciaría la historia del chicle. A Adams se le ocurre agregarle dulce a la resina y venderla en trozos", se explica en la exhibición.
Para los años 40 del siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial, se les daba chicle a los soldados para disminuir el estrés. La demanda sobrepasó la producción que había en México, por lo que encontraron en los polímeros un sustituto al chicle natural, convirtiéndolo en algo sintético.
La base con la que se fabrica la goma de mascar sintética es el polímero acetato de polivinilo, que se usa para fabricar pegamentos y pinturas. También necesita de polímeros llamados elastómeros para conseguir la consistencia elástica, uno de ellos es el estireno-butadieno, un caucho sintético con el que se hacen llantas de autos. Otra de las características de estos polímeros es su adherencia y que son repelentes al agua.
No todo es sabor
El lado oscuro aparece cuando después de masticar la goma de mascar, los mexicanos acostumbran a arrojarlo al piso en las calles, lo que provoca que el chicle aloje hasta 70.000 bacterias y hongos, según datos de la Secretaría de Salud de Ciudad de México.
Además de afectar la salud de los ciudadanos, afecta el espacio público, el medio ambiente y representa un alto costo al intentar retirar los chicles pegados en el suelo. En calles del Centro Histórico de la capital mexicana se contabilizaron más de 200.000 chicles masticados y pegados en el piso. Para retirarlos se invirtió 10 centavos de dólar por cada pieza, gasto que podría ser evitado.
Es por eso que el gobierno de Ciudad de México inició un proyecto de recolección y reciclaje de goma de mascar. Pretenden que una vez que los ciudadanos depositen sus chicles en los contenedores, éstos se mezclen con otros polímeros para su reciclaje, formando pellets. Con ese material, se fabricarán botes de basura.
Se instalaron 75 contenedores especiales en las calles del centro de la ciudad. El proyecto no representó inversión del gobierno capitalino, ya que apoyaron empresas como Trident, Mondelez y Terracycle.
Desde 2009 el gobierno de Ciudad de México ha buscado eliminar los chicles pegados en los espacios públicos. Manualmente se retiran con una espátula y gasolina, y en ocasiones con máquinas mediante calor y absorción.
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