"No hay historia de piratas/que tenga un final feliz", canta Joan Manuel Serrat. Al menos no lo hubo en México para los piratas ingleses que el 16 de septiembre de 1568 desembarcaron en Veracruz, en la costa del Golfo de México.
Eran 6 barcos ingleses –Jesus of Lubeck, Minion, William and John,Judith, Angely Swallow– que arribaron al puerto de San Juan de Ulúa, comandados por los famosos piratas John Hawkins y su sobrino Francis Drake.
Habían partido del puerto inglés de Playmouth, en octubre de 1567, para llevar a cabo una expedición de comercio de esclavos desde África a América, un negocio muy redituable en la época para Hawkins y Drake.
Pero aquel viaje, el tercero que hacían a los mares americanos dominados por la Armada Española de Felipe II, tuvo un desastroso final para los temidos piratas ingleses, a causa de una mala combinación de casualidad y traición, que resultó en la batalla de San Juan de Ulúa, Veracruz, la noche del 23 de septiembre de 1568.
Aquella batalla, que tuvo un trágico final en México para muchos miembros de la tripulación de Hawkins y Drake, contribuyó a agudizar más los conflictos político-diplomáticos entre España e Inglaterra durante las siguientes décadas, afirma el investigador Benigno Casas.
Pero al mismo tiempo, explica, esta mala experiencia contribuyó a que sir John Hawkins se dedicara en los años siguientes a mejorar los sistemas de navegación de las embarcaciones inglesas, haciéndolas más ligeras, veloces y funcionales.
Piratas a la vista
La presencia de piratas en los mares mexicanos y aun la vida de muchos de ellos en ciudades costeras del Caribe y Golfo de México es una historia aún inacabada, dice la historiadora y antropóloga Débora Ontiveros, quien llevó a cabo una amplia investigación sobre el tema en Campeche, como tesis de maestría.
"No fue el único puerto novohispano atacado por piratas, pero el caso de estudio ofrecía una particularidad, pues estos 'ladrones del mar' no sólo saquearon repetidas veces la ciudad, sino que tuvieron en Campeche una guarida permanente y un área de actividad dedicada a la explotación y comercio del palo de tinte, que se daba de manera muy prolífica en la región", dice Ontiveros.
Las investigaciones anotan que durante 200 años, entre el siglos XVI y XVIII, los piratas deambularon por los mares y puertos de la entonces Nueva España.
Pero muy poco se sabe de ellos, porque "raramente dejaron testimonio escrito de sus propias acciones", dice Ontiveros, quien abordó el estudio de la piratería, desde el balcón de la arqueología.
Asegura, por eso, que es un tema todavía por explorar, que suma a la historia marítima de México, "no suficientemente desarrollada y difundida".
En la búsqueda de estos personajes que asolaron a los españoles en las aguas de la Nueva España destacan piratas holandeses, franceses y, por supuesto, ingleses.
La historia menciona los nombres de Rock Brasiliano, un cubano de nombre Diego Bardillas, "El Mulato", el francés Jean Laffité y los ingleses John Hawkins y Francis Drake, a quienes la reina Isabel I les otorgó el título de "sir" por sus servicios prestados al imperio, es decir, por llevar riqueza al reino.
Sus viajes a los mares americanos para el comercio de esclavos, el asalto a puerto y barcos españoles cargados de riquezas son de los episodios de piratas mejor documentados.
Destaca particularmente la investigación "Piratas y corsarios en el Golfo de México", de Benigno Casas, publicada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, donde narra las peripecias de Hawkins y Drake en sus viajes por América.
Especialmente aquel de 1568 –zarparon del puerto inglés de Playmouth en octubre de 1567– que terminó en la cruenta batalla de San Juan de Ulúa y en una serie de historias multiplicadas de piratas que lograron huir, se dispersaron por México y algunos hasta fueron las primeras víctimas de la Inquisición recién instalada en el virreinato de la Nueva España.
De hecho, uno de los miembros de aquella tripulación comandada por Hawkins y Drake fue el primer condenado a la hoguera por el Santo Oficio, junto con otro pirata francés de nombre Marin Cornu.
Se llamaba George Ribley y murió en 1574, quemado en la hoguera de la Inquisición, en la Plaza del Marqués del Valle que se encontraba a un lado de la Catedral. Una historia terrible que se engarza a aquel temerario viaje de Hawkins y Drake.
El corsario de la esclavitud
De la vida de Hawkins antes de convertirse en pirata se sabe que nació en Playmouth, Inglaterra. Comenzó su carrera en el comercio marítimo africano y pronto se convirtió en un comerciante de esclavos negros, que transportaba desde la costa de África occidental.
A los 22 años montó su propio "consorcio" de trata de esclavos, que él mismo dirigió con dinero de un grupo de "inversionistas".
Su primer embarque de esclavos fue en 1562 y corrió por cuenta de aquella sociedad londinense que había formado. El "negocio" resultó tan rentable que en su segunda expedición, entre 1564 y1565, contó con la participación de un selecto grupo de socios, entre ellos, la reina Isabel I.
A bordo de su inmenso navío de 700 toneladas llamado Jesus of Lübeck realizó largos viajes que iban de África a Guinea, Antillas y Santo Domingo, donde eran bien conocidos sus asaltos a barcos españoles y portugueses.
Estos viajes al Caribe suponían además desafiar la legislación española de la época, pues el tráfico estaba prohibido a los extranjeros no autorizados.
El gobierno español, bien informado sobre los negocios de Hawkins en sus mares, presentó una protesta formal en Londres, donde prometieron controlarlo, cosa que nunca sucedió.
Fue durante su tercer viaje a América que ocurrió su desembarco en Veracruz. El mal tiempo, la casualidad y una traición se combinaron para escribir el trágico final de este viaje de piratas por los mares mexicanos.
La traición entre "caballeros"
La flota de seis barcos comandados por sir John Hawkins y sir Francis Drake partió de Playmouth hacia la costa occidental de África, donde los piratas adquirieron mercancías y cerca de 500 esclavos negros que aumentaron su número luego de asaltar el barco portugués Madre de Dios.
Antes de doblar al occidente, hacia el continente americano, la flota perdió a uno de sus navíos en una tormenta. El resto llegó a Dominicana, de donde partieron los 5 navíos hacia el sur a lo largo de las Antillas menores.
En la Isla Margarita voltearon hacia el poniente, siguiendo la costa en lo que ahora es Venezuela, hasta el puerto de Cartagena de Indias, en Colombia. Allí los ingleses intercambiaron cargamentos y zarparon con la intensión de llegar a la Florida, evitando la estación de huracanes.
Pero después de pasar por la punta occidental de Cuba, una tormenta los obligó a tomar refugio en Veracruz, el 16 de septiembre de 1568.
Pese a la vigilancia española, pudieron arribar sin contratiempos por una confusión: los españoles esperaban una flota que acompañaba la llegada del nuevo virrey de la Nueva España, Martín Enríquez de Almanza. Un grupo incluso abordó el Jesus of Lubeck, un inmenso navío de 700 toneladas, en el que surcaba los mares el pirata inglés.
Cuando los españoles se dieron cuenta de su error, ya era demasiado tarde. Hawkins y sus piratas tomaron a dos como rehenes para garantizar su desembarco seguro y negociar con los españoles, a quienes les aseguraron que sólo estaban de paso para reparar sus naves y juntar provisiones para su regreso a Europa.
Según testimonio del alcalde mayor de Veracruz, Luis Zegri, era la primera vez que barcos piratas llegaban a las costas de Veracruz. El pánico se apoderó de los habitantes, quienes ocultaron sus bienes y huyeron para evitar a los ingleses, que en esta ocasión sólo querían asegurarse de salir de allí.
No pudieron. Al día siguiente, 13 galeones españoles llegaron a San Juan de Ulúa, escoltando el barco en que viajaba el nuevo virrey. Hawkins les impidió el desembarco, en tanto no aceptaran una serie de condiciones. La tensión subió entre ambos bandos. Hubo toma de rehenes, advertencias y amenazas.
Al final, los ingleses permitieron el arribo del virrey y sus galeones, que tardó tres días.
Durante este tiempo, el virrey urdió la traición. Consideraba que "las condiciones impuestas por Hawkins para arribar al puerto de San Juan de Ulúa constituían una actitud insolente para la Corona española, tanto por la falta de respeto a su investidura como representante de Felipe II, como por la ilegalidad expuesta con su presencia y su conducta", relata Benigno Casas.
Mientras iban y venían enviados entre el virrey y el pirata, asegurándose de manera mutua que mantenían una especie de acuerdo de paz, soldados españoles comenzaron a reunirse en el puerto y a agazaparse en uno de los galeones.
Hawkins se percató del movimiento, mandó a uno de sus hombres que hablaba español y el virrey le aseguró que nada ocurría. Pero al temer que los ingleses descubrieran su plan de ataque, adelantó la acción y atacó.
Sorprendido, Hawkins no pudo resistir los ataques españoles contra sus barcos. Sólo uno pudo huir: el Judith que comandaba Francis Drake y que navegó hacia Inglaterra con la mayor parte del botín de aquella travesía.
Al final, de los cuatro navíos que resistieron el embate español, sólo el Minion pudo escapar con un grupo de sobrevivientes que tuvo que parar luego en el puerto de Pánuco, hoy Tampico, estado de Tamaulipas, porque no tenían más víveres para resistir una travesía hacia Europa.
Pero allí no encontraron nada. Ni gente ni comida. Entonces Hawkins tomó una decisión: dividir a su tripulación. Quienes quisieran, podían quedarse en tierra y el resto zarpar hacia Inglaterra con la esperanza de llegar vivos.
De los 200 hombres que viajaban en el Minion, 100 se quedaron en Pánuco y 100 embarcaron. El Minion pudo llegar a las costas inglesas de Mounts Bay, en Cornewall, el 25 de enero de 1569.
La triste suerte de los piratas en tierra
De los marinos desembarcados en Pánuco sobrevivieron 78 que tuvieron que sortear una serie de infortunios: desde buscar comida y agua hasta enfrentar a grupos indígenas conocidos como chichimecas, que los asaltaron y despojaron de su ropa.
Desnudos y enfermos, se pusieron a salvo hasta llegar con el alcalde de Pánuco, Luis de Carbajal, quien los hizo prisioneros en conventos y les impuso diversas tareas de castigo.
Al cumplir su supuesta condena, les permitió trasladarse a otras regiones del país. Pero en 1570, al llegar la Inquisición a la Nueva España, fueron detenidos y procesados al menos 36 de ellos, acusados de herejes.
A algunos les impusieron castigos como azotes y años prisiones en galeras. Pero dos de los prisioneros, el inglés George Ribley y el francés Marin Cornu –capturado en las costas de Yucatán como parte de otra expedición–, fueron sentenciados a morir ahorcados y quemados en la hoguera.
Los que pudieron sobrevivir se quedaron en México y se casaron con españolas o mestizas. Otros, como Miles Philips, lograron milagrosamente fugarse del Santo Oficio y volver a Inglaterra.
"El mar ha sido escenario del devenir histórico", dice la investigadora Débora Ontiveros. De qué otra manera explicar la repercusión que tuvo en las tensas relaciones entre las potencias imperiales de Inglaterra y España una batalla librada en el pequeño puerto mexicano de San Juan de Ulúa.
De acuerdo con Benigno Casas, "los acontecimientos de San Juan de Ulúa tuvieron tal trascendencia en las relaciones anglo-españolas, que los ingleses declararían que no habría paz "más allá de línea" (divisoria de la bula de Alejandro VI).
Afirma que la actuación del virrey Martín Enríquez siempre se asumió por John Hawkins como "una traición" a los acuerdos que como caballeros habían tomado en el puerto de San Juan de Ulúa, y ese estigma lo hizo suyo también Francis Drake.
MÁS SOBRE ESTE TEMA:
La vergonzosa y olvidada matanza de 303 chinos en una ciudad del norte de México