–¡Manosearon a la novia del Caballo!
El partido de futbol se detuvo. Una última patada disparó el viejo balón de cuero que, ya sin rumbo, rodó entre las piernas de una docena de jóvenes, la mayoría estudiantes de las vocacionales 5 y 2 del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Eran jóvenes de entre 15 y 18 años que cursaban el equivalente técnico de la educación preparatoria y que aquel día, como siempre, hicieron de la Plaza de la Ciudadela, en el centro de la Ciudad de México, su cancha de juego.
"El jardín del estudiante", llamaban a la Ciudadela, porque desde muy temprano los jóvenes organizaban allí "la cascarita" (juego de calle), se disputaban los refrescos y retaban a veces a los muchachos del barrio.
Ya por la tarde se sumaban como espectadores o participantes "Los Ciudadelos" o "Los Araños", las bandas que asolaban el rumbo, dedicados al asalto y a la intimidación, diestros con los puños y el cuchillo, recordaba una vecina de la zona, de nombre Rosario Hernández, quien había vivido 55 años por el rumbo. "Eran malos, broncudos, bien peleoneros", decía.
Pero aquella mañana del 22 de julio de 1968, el tradicional juego de futbol americano entre estudiantes precipitó, sin querer, la historia del Movimiento Estudiantil del 68 mexicano, que comenzó aquel lunes, a las 10:15 de la mañana, con un pleito como había habido muchos entre estudiantes de las vocacionales y de una preparatoria de nombre Isaac Ochotorena, vecina de la zona.
Esta vez, sin embargo, la violencia se desbordó en una batalla campal, en la que hubo golpes, piedras, palos, ventanas y cabezas rotas. Un caos que hizo intervenir a los granaderos –el grupo de choque de la policía de la Ciudad de México– para dispersar a los estudiantes.
La prensa, al día siguiente, dio cuenta de la gresca estudiantil y la atribuyó a dos versiones: viejas rencillas entre estudiantes y, la otra, un lío de faldas.
"Por la Plaza de la Ciudadela pasaron unas señoritas estudiantes de la Vocacional 5, a las que alumnos de la Isaac Ochotorena trataron de acompañar y conquistar, lo cual degeneró en piropos de mal gusto, y al sentirse las jóvenes ofendidas intervinieron los de la Vocacional 2 para dispersar a los galanes preparatorianos; pero después se juntaron éstos para provocar a los alumnos de las vocacionales 2 y 5, tras lo cual se generalizó la riña", informó el diario El Universal en su edición del 25 de julio de 1968.
Esa fue la chispa que encendió el Movimiento Estudiantil, que ese año removió la vida pública en México y terminó, tres meses después, con la represión militar del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Cultura, en Tlatelolco.
A 50 años del Movimiento Estudiantil en México, este es el origen.
La premeditada intervención de la policía
Del enfrentamiento de aquel 22 de junio nació un ánimo de revancha entre los dos bandos –los estudiantes de las vocacionales y de la preparatoria Isaac Ochoterna–, lo que obligó a autoridades estudiantiles a solicitar la presencia de los granaderos.
De nada sirvieron los granaderos allí apostados para evitar que los choques entre jóvenes se repitieran al día siguiente, el 23 de junio. Más violentos, como reportó una parte de la muy conservadora prensa mexicana de la época. Pero también inocentes, narró Silvia Mireles, entonces reportera del periódico El Día.
"Pese a las versiones de que muchos estudiantes estaban armados y deseaban causar daños materiales y personales, el ambiente en que se desarrolló la batalla campal estuvo muy cerca de lo cómico. Por espacio de dos horas y media, cientos de cabezas juveniles se veían correr de un lugar a otro. Unos gritaban y otros se reían con una alegría inusitada. Portaban palos, piedras y pedazos de botellas, así como cinturones, y corrían cuando alguien daba la voz de que se acercaban sus adversarios", relató la periodista.
Aquel segundo capítulo del pleito, que había comenzado poco después de las 9 de la mañana, se había apaciguado para el mediodía. Quién sabe si por cansancio o por la victoria declarada de algunos de los bandos.
Hasta ese momento, la pelea sólo había involucrado a los jóvenes. Pero luego todo se enredó con la intervención de los granaderos, que ocurrió en circunstancias hasta ahora poco claras.
El periódico Excélsior informó que los uniformados se habían involucrado en el pleito al intentar dispersar a los estudiantes. Pero las notas de Elías Chávez y Silvia Mireles, y el testimonio de un maestro de nombre Héctor Bustillos aclaran la situación.
"Cuando los politécnicos volvían a sus vocacionales, de un edificio lanzaron una piedra contra el chofer de uno de los camiones de granaderos. Le pegó en el rostro y al momento se bajaron todos los granaderos y se fueron contra los jóvenes. No pudo haber sido nadie de la Vocacional, porque estaban en plena huida. Y no pudo haber sido alguien de la Isaac Ochotorena, porque ya retornaban a su escuela", relató Bustillos.
Después del incidente, los granaderos cerraron el paso a los estudiantes en las calles de Bucareli, Tolsá y Tres Guerras, con ánimo de provocación. El periodista Elías Chávez, del periódico El Universal, escribió que, al principio, los estudiantes contestaron con gritos y silbidos, pero el ánimo se fue caldeando y comenzaron a arrojar piedras contra los granaderos.
Por la calle de General Prim llegaron los refuerzos de la Compañía 19 de Granaderos, armados con fusiles de gas lacrimógeno. Elías Chávez contó al menos 200 elementos, a los que sumó 25 agentes de los servicios especiales de la entonces Jefatura de Policía, informó en El Universal.
Los jóvenes huyeron de los granaderos hacia la Ciudadela, intentado llegar a sus escuelas. "Era entonces cuando por las calles laterales que desembocan a la plaza (de la Ciudadela) aparecían nuevamente los granaderos, volvían a provocar a los estudiantes y, cuando éstos se envalentonaban, las bombas lacrimógenas y las macanas de los uniformados caían sobre los muchachos", escribió Chávez.
El más grave episodio de la jornada ocurrió cuando los jóvenes lograr entrar sus vocacionales, luego de varias corretizas. Parecía que allí había concluido la persecución. Sin embargo, una sección de granaderos traspasó las puertas del plantel, ingresó a pasillos y salones, y golpeó a alumnos y maestros.
José Romero y David Salazar, entonces estudiantes de la Vocacional 5, afirman que los granaderos, tolete en mano, golpearon todo lo que encontraron a su paso.
"Unas maestras intentaron cerrarlos el paso, les pidieron que por favor se detuvieran y ni caso le hicieron; les pegaron como si se tratara de un hombre. Todos comenzamos a arrojarles lo que pudimos. Entraron a los salones, corretearon a todos, les pegaban a los muchachos y a las muchachas, los jalaban de los cabellos y los hincaban para golpearlos. Los hombres intentaban proteger a las compañeras, pero todo el mundo entró en pánico. De la escuela se jalaron a varios y nada los detuvo. Fue muy impresionante", relató David Salazar.
José Romero no se salvó de los golpes. "Me abrieron la cabeza, pero escapé por uno de los pasillos. Corrí hasta el fondo de la escuela y allí me escondí. Escuchaba los gritos de mis compañeros y, la verdad, comencé a llorar. Éramos unos chamacos", recordaba .
La gente no permaneció ajena al espectáculo de violencia. "Los transeúntes exigían a los enfurecidos granaderos que no agredieran a los estudiantes, a lo que ellos respondieron con improperios y nuevos ataques", relató el El Universal el 24 de julio.
Luego de tres horas de enfrentamientos –primero entre los jóvenes y después con los granaderos–, las calles de Lucerna, Versalles, Atenas, Abraham González, General Prim, Tres Guerras y los alrededores de la Plaza de la Ciudadela quedaron tapizadas de piedras, vidrios y pedacitos de ladrillos, y manchadas las paredes de refresco de uva, naranja y piña, reportó el diario La Prensa.
Los comercios cerraron sus puertas y el tránsito de vehículos fue interrumpido totalmente. El Universal contó al menos veinte estudiantes detenidos y decenas de heridos, entre ellos una maestra gravemente lesionada en un ojo y un joven conmocionado.
Esta entrada de los granaderos a la Vocacional 5 provocó un efecto en cascada. El mismo martes 23 de julio, maestros y estudiantes decretaron un paro de labores de 24 horas, que después se extendió a 72. Los politécnicos de inmediato comenzaron con las asambleas para informar de lo ocurrido y organizar su protesta contra la irrupción policiaca.
En el perímetro de las vocacionales y la colonia Juárez distribuyeron volantes en los que hacían un llamado a "defender" su institución.
El linchamiento de la prensa
A excepción de El Universal y El Día, los periódicos de la época atribuyeron a los jóvenes la responsabilidad del enfrentamiento. Los acusaron de haber agredido y provocado a los uniformados, de "lapidar" dos de sus camiones y "decomisar" los rollos de los reporteros gráficos.
Por los granaderos dio la cara el comandante del Batallón de Granaderos, teniente coronel Alfonso Frías, quien expresó su disgusto frente a la prensa por la actuación de sus elementos y prometió una investigación de los hechos a fin de castigar al comandante de la sección que había cometido el allanamiento.
"Dijo que sus instrucciones habían sido terminantes en el sentido de no atacar a los estudiantes y, por el contrario, evitar lo más posible choques con los muchachos", informó El Universal.
Por la tarde, sin embargo, el jefe de la policía capitalina, Luis Cueto, emitió un comunicado de prensa en el que negó que los granaderos hubieran agredido a los estudiantes y usado gases lacrimógenos, de acuerdo con la información de Excélsior.
Las autoridades no volvieron a referirse a aquella investigación ni deslindaron responsabilidades por la violenta incursión de los granaderos en la vocacional.
No sería la última. En los días siguientes, la violencia policiaca se acentuó frente a las protestas que despertaron estos hechos entre la comunidad estudiantil.
La Secretaría de Educación Pública atribuyó la jornada de violencia a "manos extrañas" que tenían el propósito de "agitar" a los estudiantes. Desde el gobierno, comenzó a tejerse la versión de la conjura y los intereses de "agitadores", "alborotadores" y "comunistas". Los acusaron de intentar de boicotear la gran fiesta de los Juegos Olímpicos que se celebrarían en México ese mismo año.
Al cabo de los años, aquella inexplicable agresión policiaca navegó en la duda de la premeditación. Sin embargo, siempre hubo la sospecha de que había sido una provocación planeada y así los sostuvieron los estudiantes que se convirtieron en participantes y dirigentes del movimiento estudiantil, organizado en los que se llamó el Consejo Nacional de Huelga.
"…Todo aparece como si las fuerzas del orden hubieran aprovechado las rencillas existentes entre las escuelas (vocacionales y Ochotorena) para implementar un enfrentamiento", escribió Sergio Zermeño en su libro México: una democracia utópica. El movimiento estudiantil del 68.
"Fue un acto planeado y deliberado", aseguró Gilberto Guevara Niebla en su libro La libertad nunca se olvida. "Estoy convencido de que la atrocidad cometida en la Ciudadela fue premeditada", afirmó Sócrates Campus Lemus en su libro Tiempo de hablar. Y sus argumentos fueron convincentes.
"Hoy sé, con toda certeza, que en junio de 1968 fueron convocados alrededor de 200 jóvenes, cuya edad promedio era 19 años, para integrar un grupo de choque (…). Fueron alojados en el hotel Riviera, cerca de Insurgentes, a una cuadra de donde estaba el ADO (estación de autobuses), y posteriormente, cuando los corrieron de ahí por desastrosos, se les concentró en el hotel Carlton de la colonia Tabacalera, a un lado del frontón México, y en otro hotel de la zona. Todos eran efectivos policiacos (…), agentes de la Dirección Federal de Seguridad, de la Policía Judicial Federal, de Servicios Secretos, de la Policía Judicial del DF y de la Policía Fiscal Federal (…); cobraban 100 pesos diarios sin hacer nada, aparte de su sueldo y comisiones. Pero después del 2 de octubre los reincorporaron a sus plazas".
En los días siguientes a la refriega de los granaderos sobre los estudiantes del Politécnico y la preparatoria Ochoterena, vinieron las primeras asambleas, la primera marcha de estudiantes al Zócalo de la Ciudad de México que terminó en represión, y los bazucazos del Ejército contra las históricas puertas de la Preparatoria Nacional, en el centro de la Ciudad de México. Todo, en julio.
A partir de estos episodios, la indignación se esparció como pólvora de una escuela a otra, del IPN a la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), y de allí incluso a las escuelas privadas como la Universidad Iberoamericana.
Los jóvenes del 68 estaban de pie: había germinado la simiente del Movimiento Estudiantil del 68.
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