En marzo pasado, el almirante Paul F. Zukunft, comandante de la Guardia Costera de Estados Unidos, lanzó luz sobre un tema que poco aparece en medios y menos en la agenda pública bilateral con México: el tráfico de drogas por mar, que supera por mucho el trasiego por tierra, de acuerdo con cifras de las autoridades estadunidenses.
En una conferencia de prensa, Zukunft anunció nada menos que el comienzo de una operación conjunta con los gobiernos mexicano y colombiano para combatir con más fuerza el tráfico de droga por las rutas marítimas.
La noticia pasó casi desapercibida en México, pero llamó la atención en Estados Unidos, donde el presidente Donald Trumb reclama a su Congreso fondos para la construcción de un muro en su frontera sur para contener a los "bad hombres" mexicanos y centroamericanos, y las actividades ilícitas.
Mientras Trump concentra su ira en la frontera, la Guardia Costera en su país alerta del incremento del tráfico de droga por mar y de su ingreso por puertos y costas de Estados Unidos.
"No es un secreto que estamos sitiados por el flujo de drogas procedentes de Latinoamérica", dijo el almirante estadunidense al anunciar la operación conjunta.
De acuerdo con la portavoz de la Guardia Costera, Alana Miller, la colaboración implicará un intercambio más intenso de información de inteligencia sobre las rutas utilizadas por los narcotraficantes.
También abre la posibilidad de que elementos de la Marina Armada de México, y a su vez de la Guardia Costera, embarquen buques de uno y otro país para "observar operaciones y tener conocimientos", dijo Miller.
La preocupación de Estados Unidos por el tráfico de drogas a través del mar tiene sustento en sus propias cifras.
Si en el año fiscal de octubre de 2014 al mismo mes de 2015 la Guardia Costera incautó aproximadamente 50.000 kilos de cocaína en acciones marítimas, para el periodo 2016-2017 la cifra había aumentado a 206.000 kilos con un valor superior a los 6.000 millones de dólares, de acuerdo con sus cifras.
Según las autoridades estadunidenses, esto monto significa tres veces más que la droga incautada en la frontera con México, y a su vez representa sólo 30% del total de la droga que los cárteles mexicanos y colombianos mueven por mar.
En México las cifras también aumentan. En lo que va de 2018, la Marina mexicana ha incautado ya 4 toneladas de cocaína transportada por mar. En comparación, en el mismo periodo de 2017 apenas habían sumado 1 tonelada.
La DEA ha alertado también de los ingresos por puertos estadounidense: en 2012 calculaba que 80% de la droga llegaba a ese país por embarcaciones marítimas y en 2015 ya había aumentado a 95%.
"Es un tema muy complicado porque involucra no sólo la enorme extensión de los mares, leyes complejas que dificultan la cooperación entre países en aguas territoriales y aguas internacionales, y la complicidad de autoridades y empresas de distintos países", dice la periodista mexicana Ana Lilia Pérez, autora del libro "Mares de la cocaína. Las rutas náuticas del narcotráfico".
Las rutas de los cárteles mexicanos
El cártel de Tijuana fue el primero en explorar y explotar las rutas marítimas para el tráfico de droga. Desde la década de los noventa, cuando los hermanos Arellano Félix se erigieron como poderosos traficantes de cocaína, crearon y monopolizaron una red para operar las rutas a través del Pacífico: de Colombia a Tijuana y la costa oeste de Estados Unidos, en importantes puertos como San Diego y Long Beach.
"Tenían yates y barcos pesqueros, propios o rentados, que mandaban cargados de droga a los límites de las aguas territoriales del Pacífico para allí a su vez pasar el cargamento a otras embarcaciones con banderas de otros países", dice la periodista.
Los Arellano Félix comenzaron con barcos pesquero que aprovechaban la falta de vigilancia marítima, "porque los operativos en realidad son muy recientes", dice Ana Lilia.
Su éxito lo replicaron después otras organizaciones criminales, especialmente su enemigo: el Cártel de Sinaloa, de Joaquín "El Chapo" Guzmán.
A la caída de los Arellano Félix –y aun cuando quedaron remantes del Cártel de Tijuana que siguieron traficando por mar–, el Cártel de Sinaloa avanzó y se consolidó como la organización más poderosa por mar y tierra, aunque también el Cártel del Golfo y los Zetas recurrieron al tráfico marítimo de droga.
Los cárteles operaban desde distintos puertos mexicanos del Pacífico y el Golfo de California: en Topolobampo, Sinaloa; La Paz y Ensenada, en la península de Baja California; Guaymas, Sonora; Acapulco, Guerrero; Lázaro Cárdenas, en Michoacán; Manzanillo, Colima, y Tapachula, Chiapas.
En algunos hubo evidencias de que los cárteles reclutaban marinos para sus operaciones hacia América central y del Sur, dice Ana Lilia Pérez
Estas tres organizaciones criminales, con la ayuda de sus socios colombianos, extendieron las rutas del tráfico de droga por el Pacífico, el Atlántico y el Caribe, que es hoy "un foco rojo", dice Ana Lilia Pérez.
En una década, los cárteles pasaron del uso de yates y barcos pesqueros a buques de carga con contenedores "disfrazados" que les permitían mayores cargas y menos riesgo de que las autoridades detectaran sus movimientos.
Las razones son las siguientes, explica la periodista: la carga de los contenedores va sellado y el dueño sólo tiene que declarar su contenido. El capitán de barco, que es la máxima autoridad, no tiene derecho abrirlos, y en las aduanas la revisión es aleatoria. "No hay un solo país que revise toda la carga de los contenedores, ni siquiera los europeos", dice Ana Lilia.
Esta falta de control quedó demostrada en junio de 2009, cuando las autoridades mexicanas hallaron en una carga de tiburones muertos y en sus cuerpos, repartidos, 894 kilogramos de cocaína que había salido de Puerto Calderas, en Costa Rica, con rumbo a una empresa en Jalisco que producía calzado, carteras y maletines con piel de tiburón.
De acuerdo con una investigación del diario La Nación, de Costa Rica, la droga había pasado por dos barcos y 10 puertos de seis países: Costa Rica, Panamá, Honduras, Guatemala, Estados Unidos y finalmente México, donde la Marina halló la carga.
Los cárteles además han abierto nuevas rutas de tráfico, desde los lejanos años noventa. Una, la más importante al comienzo del siglo 2000, fue la llamada "Autopista 10": una ruta que comienza 10 grados al norte del plano ecuatorial de la Tierra y que corre como autopista en línea recta cruzando Costa Rica, Colombia, Venezuela, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Chad, República Centroafricana, Sudán, Etiopía, Somalia, India, Birmania, Tailandia, Vietnam, Filipinas y Micronesia hasta las Islas Marshall, en el punto más remoto del Pacífico.
Gracias a esta "súper autopista marítima" el cártel de Sinaloa pudo "conquistar" el lejano Pacífico y llegar a las costas de África, donde las autoridades detectaron operaciones de esa organización criminal desde 2010, a través de conexiones en Guinea-Bissau.
Samuel González Ruiz, ex director de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada de la Procuraduría General de la República (PGR), informó en su momento que el Cártel de Sinaloa había avanzado hacia Sudán, Senegal, Gambia, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Cabo Verde, Ghana, Togo, Benín y Nigeria para hacer llegar la droga a Europa por Portugal y España.
Esta conexión se corroboró en marzo de 2016, cuando la Agencia Nacional Antidrogas de Nigeria detuvo a ocho personas, cuatro de ellos mexicanos, en operativos en Lagos y Anambra. Estaban allí como asesores técnicos para instalar laboratorios clandestinos, de acuerdo con la investigación.
Aana Lilia Pérez también registró en su libro esta operación. Escribió: "La influencia del mexicano Cártel de Sinaloa en Guinea Bissau quedó al descubierto tras seguirle los pasos a Carmelo Vázquez Guerra, un hombre con pasaporte venezolano que en abril de 2006 había sido detenido en el pequeño aeropuerto de Ciudad del Carmen, la petrolera isla del Golfo de México, conexión insular con la Sonda de Campeche, donde aterrizó una aeronave DC-9 con cinco toneladas de cocaína".
De acuerdo con la periodista, Vázquez Guerra "era señalado como operador del Cártel de Sinaloa, fue detenido en sus operaciones de traslado de cargamentos a Guinea, y entonces se requirió su extradición, pero no había un acuerdo de tal naturaleza entre los dos países".
Según un informe de la Comunidad de Policías de América, por la ruta africana pasa 30% del total de la cocaína que tiene como destino los países de Europa.
Los cárteles mexicanos fueron pioneros en esas rutas, con el apoyo de la mafia italiana Ndrangheta, de acuerdo con información de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Las "innovadoras" técnicas de los traficantes
Las autoridades de la Guardia Costera de Estados Unidos, la DEA y organismos multilaterales como la Oficina de las Nacionales Unidos contra la Droga y el Delito advierten que son los cárteles mexicanos, en sociedad con sus pares colombianos, los principales responsables del tráfico marítimo de droga hacia Centroamérica, México, y Estados Unidos.
Sus rutas incluyen el Pacífico, el Golfo de México y ahora, de manera más intensiva, el Caribe, "considerado actualmente un foco rojo", dice Ana Lilia Pérez.
En el Atlántico, en cambio, el tráfico ha bajado porque los países europeos asociados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han reforzado la vigilancia y restringido las rutas, dice.
Pero de lado del Pacífico y mucho menos en el Caribe hay algún mecanismo multilateral que combine esfuerzos para cerrar el paso tráfico marítimo de droga.
Los cárteles en cambio recurren a métodos cada vez más sofisticados y diversos. Estos incluyen lanchas rústicas y de motor, contenedores "disfrazados" en grandes embarcaciones, submarinos, túneles subacuáticos –como el que detectaron las autoridades estadunidenses en el canal All American, al este de Calexico, California– y sofisticada tecnología que aprovecha la energía solar y las corrientes marítimas.
Autoridades colombianas informaron en 2016 que habían hallado cargamentos de droga "navegando" hacia el norte con rumbo a Panamá, impulsados por las corrientes marítimas y con sofisticados radares que operan con energía solar para su localización a través de teléfonos inteligentes.
"Quienes entienden las corrientes marinas se limitan a lanzar los paquetes al mar con un transportador de radar, un método que se utiliza para eludir los controles del Estado", explicó Andrés Aponte, un comandante de la estación Buenaventura de la guardia costera colombiana.
Su equipo había encontrado un año antes dos cargamentos de cocaína que flotaban hacia el norte. Cada uno pesaba unos 700 kilos y estaban sujetos a boyas con dispositivos de GPS alimentados por pequeños paneles solares, explicó.
Las "innovaciones" de los narcotraficantes, dijo, incluyen submarinos y embarcaciones semisumergibles construidos en la selva colombiana que aprovechan para sus negocios con los cárteles mexicanos.
De entre todos los cárteles, las autoridades estadunidenses destacan particularmente "los avances" que en el tráfico de droga por mar han logrado el Cártel de Sinaloa y sus socios colombianos Los Urabeños.
De acuerdo con autoridades colombianas y estadunidenses, estos cárteles utilizan además embarcaciones muy rápidas para capturar las cargas en el mar y transportarlas, y no dudan que sus métodos sean cada vez más sofisticados frente a medidas gubernamentales y de revisión todavía débiles o muy restringidas para atajar el tráfico.
Ana Lilia ofrece un ejemplo: las bolsas con drogas que los traficantes dejan en partes estratégicas y sofisticadas de los barcos. Así lo hacen porque son zonas que las autoridades difícilmente revisan por el marco jurídico que las protege.
"Los barcos son prácticamente propiedad privada, y para llevar adelante la revisión –que en términos estrictos puede entenderse como un cateo– necesitas todos los elementos a tu favor, y la autorización del dueño del barco y del país que abandera ese barco, y sólo pueden tener detenido el barco entre 24 y 48 horas, pues de lo contrario la empresa naviera puede demandar", dice.
Son trámite "engorrosos" (pesados y difíciles) que las aduanas de los países difícilmente cumplen, explica.
En términos estrictos, dice Ana Lilia Pérez, los países cuentan sobre todo con recursos de inteligencia. Es decir, identifican y someten a revisión la carga de los barcos que cubren rutas de riesgo entre países, por ejemplo, lo que parten de Buenaventura, en Colombia, "donde siempre van a intentar meter droga a un barco", dice la periodista.
La paradoja es que un comercio internacional marítimo cada vez más intensivo y sofisticado ha beneficiado también el tráfico de droga por mar y, por supuesto, fortalecido la capacidad operativa de los cárteles.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: