El momento en el que una modelo roba las miradas en el debate presidencial de 2012
El 7 de mayo de 2012 cuando los candidatos a la Presidencia de México escogieron sus turnos para intervenir en el primero de dos debates, la aparición de una modelo con un entallado vestido blanco de pronunciado escote robó cámaras y titulares.
Julia Orayen, el nombre de la modelo, se convirtió por unos días en el rostro y el nombre más famosos del país, pero también en el momento más memorable en la historia de los debates políticos en el país que inició en 1994, pero que no ha logrado detonar una cultura entre los mexicanos, a diferencia de otros países como Estados Unidos o Francia.
En casi medio siglo de historia, el debate presidencial en México ha ido a la baja, al menos así lo muestran las cifras de audiencia proporcionadas por José Antonio Salazar Andreu, director de la carrera de Gobierno de la Universidad Panamericana en su sede Ciudad de México.
El primero en la historia del país, el 12 de mayo de 1994, participaron los candidatos presidenciales de los tres partidos políticos con mayor representatividad nacional (PAN, PRD y PRI).
Tuvo un raiting de 35 puntos. Los dos debates que se realizaron seis años después registraron de 12,6 y 18,3 puntos respectivamente.
En la pasada campaña electoral, 2012, el segundo debate tuvo una audiencia de 22,6 puntos.
Este domingo 22 de abril se realizará el primero de tres debates entre los cinco candidatos que aspiran a la Presidencia de México, tres representando coaliciones de partidos políticos y dos independientes.
En esta ocasión, siete de cada 10 personas planean verlo, según una encuesta de la empresa Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), pero desconocen la hora de trasmisión.
Lo que está a discusión es la efectividad que esta iniciativa tiene no sólo para acercar las propuestas de los candidatos a la ciudadanía sino también en la vida democrática del país.
¿Qué falta al debate mexicano?
Lo que muestran los números, opinaron analistas, es que si se comparan con las cifras del primer debate en la historia, la expectativa ha ido a la baja, en gran parte por el formato acartonado, la falta de interacción con la audiencia, pero principalmente la falta de propuestas de campaña interesantes.
Para sus debates presidenciales, Estados Unidos utiliza el modelo llamado Town Hall, en el que el público es seleccionado a través de una empresa encuestadora y puede realizar preguntas.
En Francia los candidatos tienen la posibilidad de interrumpirse entre sí y hacer preguntas entre uno y otro.
Durante la campaña de 2012 en los dos debates mexicanos se utilizó el modelo científico que no permite la participación ciudadana ni una interacción natural entre los aspirantes y el moderador se apega un orden de participación.
Para el debate de la actual campaña el Instituto Nacional Electoral (INE), organizador y vigilante de las elecciones, aprobó cambios que incluyen tres moderadores y la presencia de 50 personas seleccionadas través de una muestra aleatoria. También habrá preguntas a través de redes sociales.
En este primer debate se discutirán los temas de seguridad pública y violencia; combate a la corrupción y la impunidad; y democracia, pluralismo y grupos vulnerables.
"Los debates han quedado a deberle mucho a la audiencia. Yo no esperaría un debate al estilo de Estados Unidos o de Francia, aunque haya un ligero avance hacia lo que es un debate", dijo a Infobae Eduardo Huchim Mae, analista político y ex consejero electoral en la capital mexicana.
Desde su punto de vista, en casi medio siglo de debates los mexicanos han sido testigos de exposiciones "aburridas, a veces somníferas, de monólogos que ocasionalmente responden a planteamientos de los ciudadanos, pero no llegan a constituir un debate y lo que ha evitado el debate verdadero es el formato acartonado".
En cuanto a su peso en la vida política, inciden en el sentido de que pueden mover las preferencias o motivar el cambio de estrategia en los equipos de campaña.
"En la negociación de los debates podemos encontrar una tendencia significativa que se da entre candidatos punteros y entre candidatos retadores. Las negociaciones que llevan a cabo los equipos de campaña para realizar los debates muestran dos tendencias", afirma el académico Aquiles Chihu Amparan en su libro "El framing de los debates presidenciales en México 1994-2006"
Las dos tendencias, son que los candidatos retadores (los que van atrás en las encuestas) buscan el mayor número de debates posibles, mientras que los que llevan la delantera buscan los menos posibles, lo cual es un reflejo de que los debates sirven básicamente como un termómetro para los equipos de campaña.
Misión casi imposible
Salazar Andreu considera que la falta de interés en los debates se debe no sólo a lo poco atractivo del formato, está relacionada con el desencanto de los mexicanos y la pérdida de confianza en las instituciones.
"Estamos acostumbrados a que los candidatos en campaña hagan propuestas que difícilmente van a llevar a la realidad, lo que genera una desilusión muy grande. Más bien se vuelve un morbo ver quien pone el dedo en la llaga –como se dice en México cuando alguien toca un tema incómodo- con mayor intensidad entre candidatos", en lugar de convertirse en un instrumento para llevar a la gente a votar, expresó el académico de la Universidad Panamericana.
A pesar de los cambios, los analistas advirtieron de un problema: por primera vez habrá tres moderadores –periodistas- y el riesgo es que alguno de ellos, con la capacidad suficiente para manejar audiencias con mejor habilidad que los candidatos, quite atención e impida que sus ideas de los participantes puedan llegar a la audiencia.
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