Como dijo uno de los pasajeros, "entre más apretados, mejor", y es que los secretos que guarda el último vagón del metro de la Ciudad de México están envueltos de miradas furtivas, códigos y señales que tienen el objetivo de encontrar una aventura sexual o al menos un roce que calme las ansias.
El último vagón de las distintas líneas del Metro de la capital mexicana se convirtió a través de los años en uno de los lugares buscados por la comunidad gay para encontrar aventuras. Después de las 22 horas, todo está permitido. Y aunque también es abordado por algunas mujeres –tradicionalmente acosadas en este sistema de transporte- desde el principio queda claro que los hombres buscan hombres.
Durante un recorrido nocturno en distintos trenes, Infobae constató cómo aunque el resto de los vagones vayan vacíos, un gran número de pasajeros masculinos hacen fila para subirse al último, en el que saben que la espera y los apretujones tienen su recompensa.
"En todas las líneas sucede, para la calentura (forma coloquial de llamarle al deseo) no existe línea en específico", expresó a Infobae uno de los asiduos a esta práctica que se conoce como "cruising en el metro" y que es difundida a través de redes sociales con videos o fotografías de hombres en las distintas estaciones.
"Los códigos van desde una mirada, ligeros roces, hasta agarrarse 'el paquete', esto es la clave más contundente del ligue –conquista-", explicó otro usuario, quien asegura que la mejor me son los horarios en los que hay más gente o por la noche, ya tarde, entre las 22 y las 24 horas.
Cuando alguien va parado y otra persona le hace la seña de que se siente al lado, es otra señal de que la noche fue exitosa.
Como dijo este usuario, el acercamiento puede darse de distintas formas y los mensajes también. Por ejemplo, el dejar preservativos a la vista, pegarse en la parte de atrás del vagón, donde se puede ver a caballeros mostrándose, generalmente con playeras o camisas apretadas al resto de los pasajeros. También es válido acariciar la pierna de quien va sentado al lado hasta ir más allá.
"La experiencia es de mucha adrenalina, el temor de ser visto o que el chavo que te estás ligando resulte no ser gay, aunque en el 90% de los casos sí son del club", manifestó otro usuario.
Para que la gente esté cómoda
Para el fotógrafo David Graham, que recientemente publicó el libro The Last Car: Cruising in Mexico City, en el que incluye algunas escenas de esta parte de la vida nocturna del metro capitalino, no fue fácil retratar algunas escenas. "Mucha gente me advirtió", contó a Infobae, a través de un correo electrónico.
Pero a pesar de que a la gente que suele viajar en la también conocida "cajita feliz" –en alusión a que todo el que sube encuentra un viaje placentero- no le gustan las fotografías. Graham encontró la vida gay en la metrópoli más abierta que en otras ciudades como Londres, Nueva York o París.
"La gente se siente muy cómoda tomándose de las manos, besándose, abrazándose, a veces, incluso, más en público ya sea en el metro o en la calle. Parte de eso podría ser una condición económica, los jóvenes viven en casa con los miembros de la familia y no tiene lugares privados para llevar un novio o novia o pareja amorosa. Parte de esto podría ser simplemente una actitud general de 'vivir y vivir' que sentí en la capital", manifestó.
Pero para algunos de los aficionados al cruising en el metro la falta de dinero no es lo que los mueve a vivir la experiencia, sino como dijo uno de los pasajeros, la adrenalina de hacer algo en el anonimato pero al mismo tiempo a la vista de todos.
Durante un recorrido por cuatro trenes se pudo apreciar que los pasillos de las estaciones también son un lugar que se presta para el coqueteo masculino. Escondidos en las columnas o a veces a vista de todos en los pasillos donde se puede intercambiar una caricia, un contacto sexual o a veces sólo conseguir un número telefónico para un posterior encuentro.
"Si te fijas todo mundo trae mochilas grandes o portafolios, ¿sabes para qué es eso? Para poder taparse si quieren que los toques o les hagas sexo oral, si vienes parado a veces los demás pasajeros te tapan", reveló otro de los pasajeros.
Durante el recorrido sucedió que dos hombres estaban parados uno al lado del otro al fondo del vagón, de repente empezaron a besarse y experimentar un escarceo erótico delante del resto. Por el movimiento del tren cayeron al suelo, pero en lugar de reír o ver si estaban bien, el resto de los pasajeros lo tomó con naturalidad.
"Yo no vengo a ligar aquí, me da pena", respondió uno de ellos, abordado al bajarse del vagón junto con su compañero, quien después, ya solo, abordó nuevamente "la cajita feliz", pero de otro tren.
Una conquista de la comunidad
Ante el reclamo de algunos sectores de la sociedad, el 2 de febrero 2011, el Sistema de Transporte Colectivo (STC) de la capital anunció el cierre nocturno del último vagón en cinco de las líneas del metro, es decir que ya no se podía subir en él.
El STC negó que detrás de su decisión existieran fundamentos homofóbicos o discriminatorios. La explicación fue la intención de combatir la delincuencia en horarios nocturnos.
Como explicó otro de los usuarios, la "cajita feliz" puede dar satisfacciones, pero también, en ocasiones, representa riesgos, el más grande es el de ser extorsionado por sujetos que abordan el vagón argumentando que son policías vestidos de civil, y en ocasiones amenazan a los pasajeros con llevarlos detenidos.
Con todo y los riesgos, "la cajita feliz" es una conquista de la comunidad gay en la capital.
Sin embargo, con el tiempo, la cajita feliz volvió a habilitarse sin mucho ruido y a llenarse de sorpresas. Así, nuevamente, por un par de horas, se convirtió en un espacio en el que no importa la edad sino las habilidades para conquistar.
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