Miguel Macías, el jubilado que logró copiar la Capilla Sixtina en la parroquia de su barrio

El diseñador dedicó 17 años a reproducir el trabajo de Miguel Angel en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Soccorro de la Ciudad de México

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Miguel Macías, durante su trabajo que le llevó 17 años.
Miguel Macías, durante su trabajo que le llevó 17 años.

La Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es una sencilla iglesia de barrio, ubicada en la colonia Moctezuma de la Ciudad de México. Es fácil de localizar porque los vecinos la identifican como "la iglesia de las pinturas".

En realidad, son lienzos pintados con acrílico, colocados en el techo de esta iglesia con pegamento de papel tapiz, que imitan los 14 frescos de la obra de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina de la ciudad de El Vaticano.

El autor de esta copia se llama Miguel Macías, un diseñador jubilado que dedicó 17 años a reproducir las figuras que Miguel Ángel pintó en 4 años con dinero y el apoyo del Papa Julio II.

Miguel, en cambio, pudo concluir "la obra de su vida" con puro empeño, la colaboración gratuita de ayudantes y el apoyo de feligreses que aportaban dinero para comprar los lienzos, las pinturas acrílicas, las brochas de todos los tamaños y la renta de la plataforma que utilizó para subir al techo de la iglesia y pegar cada rectángulo de 15 por tres metros.

De la jerarquía católica no recibió más que "palmaditas" de felicitación y ánimo para seguir. Pero "no nos ofrecieron más". Ni siquiera el cardenal Roberto Rivera Carrera, ex arzobispo primado de México que hizo una inauguración simbólica de la obra en 2006, le ofreció apoyo.

Se lo advirtieron desde el inicio. El párroco que vio arrancar su trabajo en 2001, Domingo Lujano, le adelantó que no pagaría por su trabajo. "Me dijo: si quieres píntalo, pero aquí no hay dinero".

Pero eso ya quedó en pasado. Hoy, a sus 72 años, Miguel Macías disfruta de su logro y las felicitaciones de los visitantes de la parroquia, muchos que sólo vienen a contemplar su obra, a la que sólo le faltan cuatro lienzos por pegar.

La revelación

La idea de reproducir los frescos de Capilla Sixtina asaltó a Miguel en el año 2000. Recién jubilado, un amigo arquitecto lo invitó a viajar con él a Europa. Miguel no tenía el dinero suficiente, pero el hijo de su amigo ofreció completar el costo para que viajaran juntos.

Al llegar a Italia y visitar El Vaticano, sortearon la multitud y esperaron en la larga fila para entrar a la Capilla Sixtina. Allí, al subir la vista se dio cuenta de que la iglesia de su barrio tenía el mismo techo abovedado. "Mi amigo y yo dimos pasos de a metro para medir el espacio, apunté las medidas y ya en México, con mi flexómetro, me di cuenta de que tenían casi las mismas medidas", dice. Entonces pensó: "¿por qué no traer a Miguel Ángel a mi barrio?"

Tenía razón. Al medir pudo comprobar que la extensión del techo de 500 metros cuadrados de la Capilla Sixtina variaba sólo por algunos centímetros en su parroquia. Eso sí, los techos tienen una diferencia de 10 metros. La Capilla Sixtina tiene una altura de 20 metros y la segunda de 10. "Por eso las figuras se ven mejor aquí", dice Miguel, orgulloso de su obra.

Este hombre alto y robusto, católico devoto, recuerda que hubo quien lo tachó de loco al iniciar su proyecto y durante todo el tiempo que lo mantuvo. "Me decían: ¿todavía estás haciendo esa locura?"

Para él, valía la pena por el solo hecho de acercar la obra de arte de Miguel Ángel a sus vecinos, que de otra manera nunca tendrían la oportunidad de disfrutarla. "Lo veo como una obra social", dice. Aunque a él le costó sus ahorros y algo más, porque tuvo que vender hasta enseres de su casa para financiar el trabajo. Aunque reonoce que "a veces la gente nos dejaba 200 o 300 pesos".

Del total no tiene ni idea. Mejor así, dice, para evitar el coraje de que nadie lo apoyó. "Dios provee", dice al pensar que pudo salir adelante con su proyecto aun sin dinero.

La creación

Para comenzar su obra, Miguel pidió la ayuda de amigos arquitectos que le enseñaron a dividir el techo en cuadrículas. De la pintura se decidió por el acrílico y buscó que un amigo lo enseñara, porque se requiere "un tratamiento especial que mi amigo me recomendó", explica.

Su primer saque fueron Las manos de la Creación y de allí se siguió con la Creación de Adán, que tardó 3 años en terminar. "Fue lo primero que pinté porque era la forma más fácil de llamar la atención".

En el segundo piso de la parroquia llevó a cabo todo su trabajo al lado de ayudantes voluntarios –como 15 o 16, dice–. Allí preparaban los lienzos y copiaban de libros o carteles cada detalle de las figuras de Miguel Ángel. Primero a lápiz, luego con acrílico.

Como todo fue "por amor al arte", la única recompensa que imaginó Miguel para todos sus ayudantes fue firmar cada lienzo con los nombres de sus autores "como una muestra de agradecimiento", dice.

Desde que comenzó, dos párrocos de la iglesia han fallecido. Uno, antes de morir, le dijo: "Tú no puedes enfermarte o morirte hasta que termines". Enfermó, varias veces, pero no se dio por vencido.

A final de estos casi 20 años de trabajo, Miguel Macías sólo pude decir: "Esto es una obra de Dios".

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