El velatorio, que se realizaba en una casa de Jamiltepec, Oaxaca, había concluido. Un grupo de soldados se había ofrecido a trasladar el ataúd de su compañero muerto hasta el vehículo que lo iba a llevar al cementerio.
El momento, de intenso dolor y circunspección para todos, se vio súbitamente interrumpido por la torpeza de los oficiales. Al bajar el féretro por una escalera, se les soltó y se abrió la tapa. Como consecuencia, el cuerpo del difunto rodó hasta el piso.
Muchos de los asistentes a la ceremonia corrieron para auxiliar a los soldados. De fondo, se escucharon los gritos de horror de los familiares ante lo ocurrido.
El muerto fue enterrado minutos más tarde. Era una de las 13 personas que murieron el viernes pasado, cuando se estrelló un helicóptero militar que transportaba al secretario de Gobernación de México, Alfonso Navarrete, y al gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, quienes resultaron ilesos.
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El accidente ocurrió cuando faltaban unos 30 o 40 metros para que el aparato aterrizase en Pinotepa Nacional. Se descontroló y se precipitó a tierra para volcar después, declaró Navarrete a la cadena Televisa.
El helicóptero se dirigía la zona del estado de Oaxaca afectada por el terremoto de magnitud 7,2 que sacudió el centro y el sur de México la semana pasada. Los funcionarios iban a hacer una evaluación de los daños.
El periodista Jorge Morales, que viajaba en el aparato y también resultó ileso, dijo que, tras precipitarse a tierra, el helicóptero volcó y cayó sobre un par de vehículos que estaban estacionados en la zona donde iba a aterrizar.