Para llegar al Deportivo Maracaná, en el corazón de Tepito, hay que serpentear un laberinto de estructuras metálicas y lonas plásticas que sostienen y protegen la principal actividad en este barrio: el comercio en vía pública de cualquier producto. Original o "pirata", es decir, mercancía manufacturada de manera ilegal, que exhibe las etiquetas de marcas verídicas.
Hay que guiarse con ayuda, porque las rutas directas son inaccesibles. De poco sirve una dirección en estas calles surcadas por diablitos (carritos carga de dos ruedas), motocicletas que van y vienen de manera incesante y gente que compra y vende. En medio de estas barricadas de puestos callejeros está el Maracaná y adentro un sobreviviente: el gimnasio de box más famoso de Tepito, que en este 2018 cumple medio siglo y un año de su reinauguración el próximo 27 de febrero.
Es un lugar casi desnudo, pero lleno de gloria. Sus cuatro paredes exhiben los retratos de todos los boxeadores que, desde su ring, se hicieron campeones. Fueron ídolos que alimentaron la fama de Tepito como semillero de buenos fajadores. El gimnasio lleva el nombre de uno de ellos: José Huitlacoche Medel, un trágico campeón nacional de peso gallo de los años 50, que ganó gloria y desprecio popular al mismo tiempo al vencer dos veces, en 1959 y 1960, al ídolo del momento: José Toluco López.
Las crónicas de entonces dicen que salió en hombros y entre chiflidos. Nunca pudo ser campeón mundial, pero su vida es como un guión que se repite en las historias de sus sucesores del barrio en el ring: nacieron pobres, se pusieron los guantes y triunfaron.
Una leyenda se repite frente a cada fotografía del gimnasio de Tepito, donde Raúl Valdez divide sus horas de comerciante y entrenador. Vende zapatos de mujer en el mercado de Granaditas y por las tardes o noches entrena a jóvenes del barrio: hombres y mujeres que todavía confían en la gloria de los guantes y se alejan de las tentaciones de la droga. El lado oscuro de la fama de Tepito.
El gimnasio de las glorias
Valdez es un hombre de 64 años y estatura corta, que en su cara lleva las huellas del boxeo: esa particular nariz marcada y ensanchada por los golpes. Boxeador desde los 12 años y ya entonces empleado en una zapatería del mercado de Granaditas –donde hoy él tiene su propio negocio–, en su juventud ganó dos veces el torneo amateur Guantes de Oro de Ciudad de México (la primera vez a los 14 años), "al que se inscribían como 500 boxeadores para medirse en la arena Coliseo", dice.
También peleó dos veces por el título mundial del Consejo Mundial de Bexeo (CMB) en la categoría súper mosca, y su fama se mantuvo entre la década de los 70 y 80, cuando intentó sin éxito ganar un lugar para los Juegos Olímpicos de 1974. "Fui 18 años boxeador profesional".
Como púgil lo formaron Alfredo Kid Rapidez Chávez y Arturo Cuyo Hernández en los baños públicos Del Carmen y Avenida, donde conoció a personajes como los boxeadores cubanos José Mantequilla Nápoles y Ultiminio Ramos.
Como entrenador recuerda sobre todo su época con Ricardo El Finito López, campeón mundial en la década de los noventa, miembro del Salón de la Fama, quien se retiró invicto con 52 victorias. "Conmigo hizo 10 defensas de su campeonato, durante los 4 años que lo entrené", recuerda Valdez, quien también coronó campeón del mundo a César Bazán en la categoría de peso ligero.
Los años de gloria pasaron, pero no su pasión por ese deporte. Durante más de dos décadas ha entrenado a jóvenes boxeadores del barrio y de otras colonias vecinas como Guerrero y Centro, y ha visto cambiar el rostro de su barrio. "Cuando yo era joven, el barrio era realmente tranquilo" dijo Valdez. "Pero las drogas lo cambiaron todo y la gente sí lo ha resentido", dice.
Él, sin embargo, espera que la gloria del box vuelva a Tepito en la figura de un buen púgil como ha habido tanto.
El dinero: debilidad del box profesional
Aunque en el barrio hay y hubo otros gimnasios de box, el Medel es la joya de la corona del barrio. Por allí pasaron boxeadores que son ídolos y leyenda. Entre ellos, Raúl Ratón Macías, Kid Azteca, Octavio Famoso Gómez, Rodolfo Martínez y Carlos Zárate. Tan orgullos están en Tepito de su fama con los guantes que el símbolo de la estación de Metro de la zona es un guante.
Pero el box ya no es lo que era ni atrae tanto a los jóvenes, dice Alfonso Zamora, el único boxeador mexicano que ha ganado medalla olímpica (plata) y el campeonato mundial de peso gallo. "La tradición se ha perdido, los jóvenes ya ponen ya camiseta de su barrio a la hora de pelear", dice. Eso ya no importa. "Ahora están las marcas (deportivas ) de por medio, que comercializan todo". La época de los ídolos se acabó, afirma.
Los jóvenes de Tepito dicen que los guantes ya no les aseguran fama y sobre todo dinero. "Hay que trabajar en lo que deja", dice Ricardo, un muchacho de 16 años que dejó la secundaria para atender su propio negocio de películas "pirata". A él ni siquiera le gusta el box y mucho menos se imagina "rompiéndome la madre".
Otros han dejado el ring por el vicio. Como Julio César, a quien Valdez considera "un peleadorzaso". Pero "agarró el vicio, se alejó del box y hasta tuvo que dejar el barrio". Ahora tiene fe en Cris Nayair, quien próximamente va a debutar como profesional, aunque todavía no tiene arena.
Valdez admite que en el box no hay éxito garantizado. El mismo desanimó a su hijo a subir al ring y prefiere que sus muchachos atiendan la escuela antes que los entrenamientos. "Aquí nada te asegura que vas a triunfar, aunque muchos niños y jóvenes siguen soñando con hacerla en grande porque ven el dinero que pueden ganar".
El box siempre ha sido la opción de los muchachos pobres, dice Zamora. "Antes uno ganaba buen dinero, pero ahora es un deporte que puede hacer ganar muchos millones a los que triunfan", dice. Y allí está el ejemplo del Canelo Alvarez: "cuándo hubiera pensado ese joven de infancia humilde ganar lo que ahora gana: millones de dólares".
Hay dinero, explica Zamora, pero se perdió la tradición del ídolo. "Ahora son ricos pero no son ídolos como antes, cuando los muchachos soñaban con que la gente los quisiera". Eso se perdió, afirma, por la comercialización del deporte, "por tratar de buscar dinero por todos lados".
Ya no será posible volver a ver ídolos de la estatura del Chango Casanova, el Ratón Macías, el Púas Olivares. "México es una cantera inagotable de boxadores, tenemos grandes peleadores, muy reconocidos, pero no son ídolos", insiste. "Hay una gran diferencia entre un deportista reconocido y un ídolo".
El box amateur también anda decaído, admite Valdez. "Hace mucho que no llega a México una medalla olímpica".
Como funcionario deportivo en el estado de Aguascalientes, Zamora advierte que hace falta apoyo para el box, un deporte popular que ha perdido terreno en el interés gubernamental frente a otros más elitistas, dice, como el tenis.
Los guantes que salvan
Por las cuerdas del ring del deportivo Maracaná han pasado generaciones de jóvenes de Tepito que han buscado la gloria del box. La pobreza los empujaba al ring. Pero hoy el barrio es otra cosa. Hay mucho dinero aquí, dice una autoridad que pide omitir su nombre. "No sólo por el comercio sino por las drogas".
Por ese barrio de viejas casas conocidas como vecindades, que muchos temen caminar por su fama de inseguridad, transitan camionetas último modelo con jóvenes a bordo, hay seguridad privada en las calles y de mano en mano pasan fajos de dinero en efectivo que se exhiben sin pudor porque aquí nadie se atrevería a robar.
Valdez admite que las drogas son un problema. Pero aclara: "Tepito es un lugar de gente trabajadora". Sin duda. Como él y su familia, muchos vecinos del barrio dependen sólo del comercio para vivir. El, además de comerciante, es propietarios de algunos departamentos en la zona que pudo construir con el dinero que ganó como boxeador.
Su vida, digamos, está resuelta. Pero no cuelga la toalla de entrenador, a pesar de que son menos los muchachos que asisten a su gimnasio. "Hemos tenido entre 24 y 25 muchachos aquí entrenando al mismo tiempo", dice. Ahora hay entre 12 y 14 púgiles, y sólo dos profesionales: Braian Falcón y Dafne Sánchez. "Sí, una mujer", dice.
A Valdez no le gusta el box entre "damas", pero las entrena y admite que atraen mucho la atención y hasta reconoce que "se saben fajar". Pero igual le parece extraño verlas arriba del ring.
Ellas ahora también quieren sumar su nombre a la fama de Tepito y rescatar su tradición boxística.
"Siempre fue bravo y antes pobre", dice Zamora. "Era un lugar humilde y de necesidad", afirma el púgil que se hizo campeón desde el barrio de Tlatelolco. "Ahora ya no tienen peleadores porque ya hay dinero, mucho, y hasta el gimnasio del Maracaná corre el riesgo del olvido".
Pero mientras Valdez siga al frente del lugar, las puertas siempre estarán abiertas para los muchachos y las muchachas de este barrio y sus alrededores. "De aquí todavía podemos sacar un campeón del mundo, aunque no está fácil".