Enrique Metinides es leyenda en la fotografía de "nota roja" en México. A punto de cumplir 84 años, en febrero próximo, él todavía suele decir que tiene 133: los que resultan al multiplicar las 7 vidas de un gato y las 19 veces que estuvo a punto de morir desde que comenzó su carrera como reportero gráfico, a los 11 años, con una cámara Brownie. Desde entonces lo llamaron El Niño, porque era el fotógrafo de prensa más joven en su momento.
"No tenía una educación en el campo de la fotografía, para nada. Aprendía de otros fotógrafos de la prensa con quienes trabajaba y de los comentarios de los editores", le narra a la curadora alemana Trisha Ziff, directora de "El hombre que vio demasiado", título del documental que quizá mejor describe a este maestro de la fotografía de sucesos que lo ha visto casi todo en su vida: terremotos, balaceras, explosiones en estaciones de gasolina, accidentes de autos, autobuses, trenes y aviones, atropellamientos, inundaciones, asaltos, suicidios, asesinatos., crímenes pasionales. Los rostro multiplicados de la muerte y la tragedia que captó con su cámara durante más de 50 años como fotoperiodista. "He visto tantos muertos que si los pusiera uno sobre otro formaría una montaña más alta que el Popocatépetl y podría llenar hasta tres infiernos", dijo en una entrevista con el diario colombiano El Tiempo.
He visto tantos muertos que si los pusiera uno sobre otro formaría una montaña más alta que el Popocatépetl y podría llenar hasta tres infiernos
Tal vez por eso Metidines siente una especial fascinación por el "mirón", el "chismoso", la gente que observa la tragedia ajena desde la distancia. "Si me preguntan porque miran, es porque sienten alivio de que son los testigos y agradecen que no son la víctima, o su curiosidad es simple fascinación por la muerte. Pienso que es mucho más simple que todas esas teorías. No importa de donde venga la gente, les gusta entretenerse y les gusta el espectáculo y el chisme", narra en su página de internet.
El cine, su inspiración
El jovencito autodidacta, que a los 11 años disparó por primera vez una cámara, comenzó su carrera en el periódico La Prensa, famoso por su cobertura de sucesos en la Ciudad de México. A este le siguieron Zócalo y Alarma, la publicación de nota roja más emblemática en la historia del periodismo mexicano moderno. Fueron más de 50 años los que Metinides dedicó al fotoperiodismo, que describe como un trabajo ingrato y mal pagado, que le robó tiempo para su familia y nunca lo compensó por su esfuerzo.
Sin embargo, hoy su obra transita por museos y galerías de distintas parte del mundo –la Casa de América en España, The Photographers´Gallery en Londres y la Galeria Anton Kern de Nueva York, entre otras–, y una delicada selección está contenida en el libro "101 Tragedias de Enrique Metidines", que en 2012 editó la galería Aperture, de Nueva York, como parte de una muestra de su trabajo.
Si me preguntan porque miran, es porque sienten alivio de que son los testigos y agradecen que no son la víctima, o su curiosidad es simple fascinación por la muerte
Allí está su famosa fotografía que retrata a la periodista Adela Legarreta, prensada contra un poste luego del choque de dos autos. En la foto se mira de frente su rostro maquillado, bien peinada, guapa como era antes de que su cuerpo estallara. Una imagen digna de película hollywoodense, como las que le gustan a Metidines.
"Pienso que la más importante influencia de mi trabajo siempre han sido las películas norteamericanas, las películas de gángsters. De niño yo iba al cine y me sentaba al frente, a veces veía la misma película si podía. La calle donde yo vivía, San Juan de Letrán, tenía muchos cines y me gustaba ir yo solo, y ver las películas de Edward G. Robinson y Humphrey Bogart. Pienso que el cine y la luz de esas películas fueron lo que más me impactó. A veces fotografiaba alguna tragedia en la ciudad y me preguntaba si estaba en México o en alguna de esas películas". Es su homenaje al cine de la infancia que educó su mirada atenta y respetuosa del dolor de las víctimas, porque en su imágenes hay sobre todo humanidad, más que escándalo. Como en aquella donde aparece una novia que llora ocultando su rostro al lado del cuerpo apuñalado de su novio, durante un asalto en 1995.
El fotógrafo de las 7 vidas
Las anécdotas colman su vida en las calles. A bordo de las ambulancias de la Cruz Roja, al lado de los paramédicos, en su largas guardias nocturnas con la cámara siempre lista. De alguna manera siempre estuvo en el momento indicado. Como aquella ocasión en que le tocó tomar la primera imagen del periodista Manuel Buendía, asesinado en la Zona Rosa, por órdenes de un jefe de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) de la policía política mexicana. Había sido su jefe y lo encontró tirado boca abajo en la acera. Por primera vez, un periodista era la noticia del día siguiente.
El mismo sufrió varios accidentes, estuvo en situación de riesgo y casi pierde un ojo a consecuencia de un tumor en el ojo por su trabajo con los químicos y en el cuarto oscuro. "Me atropellaron dos veces, me caí a barrancos, tengo nueve costillas rotas, un infarto, todo esto trabajando. Estuve en balaceras donde incluso veía caer a los muertos, en total tengo 19 accidentes mortales", narró Metidines, durante el recorrido que inauguró una muestra de su trabajo en el Museo del Estanquillo, en abril de 2017.
De todo se libró bien. Por su suerte o por la protección de una imagen de la Virgen de Guadalupe que siempre llevó con él. La necesitaba para cumplir las largas jornadas de trabajo en la prensa de la época. "Trabajaba 15 días en doble turno y cuando quería descansar, siempre pasaba algo terrible que debía cubrir".
Hoy retirado y muy reconocido en el mundo de la fotografía, Metinides goza de la fama ganada a lo largo de su carrera, la que comenzó cuando el fotógrafo Antonio Velásquez, del periódico La Prensa, vio a aquel niño de 11 años en una estación de policía con su cámara en mano y le pregunto:
–¿Qué haces tomando fotos aquí?
– Son para mi colección –le respondió el niño.
–Llévamelas mañana al periódico y veo tu trabajo.
Así comenzó la leyenda de Enrique Metinides, como recordó el mismo en el Palacio de Bellas Artes, en junio de 2014.
"Se las llevé y le gustó tanto que me hizo su asistente… Así empezó mi carrera, en vez de jugar con una pelota jugaba con una cámara y quién me iba a decir que esa sería mi profesión".