Donovan Tavera sabe qué hay después de la muerte: manchas de sangre, fluidos corporales, olores que desprenden los cuerpos ya sin vida… Son los rastros que quedan en las escenas de un crimen y que él se encargará de borrar como experto en limpieza forense.
Esto quiere decir que Donovan será el último en llegar allí donde todavía quedan las últimas huellas de un asesinato, un suicidio o una muerte natural. Ya liberada legalmente la escena, cuando del lugar se han ido policías y peritos, Donovan llega enfundado en un traje blanco especial que lo protege de riesgos sanitarios. Con su equipo y sus líquidos a la mano, y su música de heavy metal para acompañar las horas de trabajo. A veces son días, dice. Tal vez tres o cuatro. Todo dependerá de los rastros que deja la violencia en el lugar. O la sola muerte de una persona cuyo cuerpo pasó días abandonado. Cada caso es particular, dice. Pero su trabajo será el mismo: desprender del lugar el recuerdo de lo que allí pasó.
Donovan llega enfundado en un traje blanco especial que lo protege de riesgos sanitarios. Con su equipo y sus líquidos a la mano, y su música de heavy metal para acompañar las horas de trabajo
El niño que descubrió la muerte
Donovan Tavera comenzó su particular actividad hace aproximadamente 20 años. La desarrolló solo, haciéndose preguntas, leyendo y experimentando.
Todo comenzó cuando estaba en la secundaria y vio por primera vez un cadáver desde la ventana de su casa. "Habían matado a un hombre en mi calle y al retirar el cuerpo vi la sangre en el piso y me llamó la atención". Quién iba a limpiarla, se preguntó a los 12 años. Después vio cómo las mujeres salieron con agua y escoba a esparcir la sangre, luego de que la policía se fue y los forenses se llevaron el cuerpo. Pero nadie llegó al lugar para limpiarlo.
La escena despertó su curiosidad y en los años siguientes buscó en los libros las respuestas a sus preguntas: qué sucede con un cuerpo al morir, qué pasa con la sangre, quién la limpia. Así llegó a los libros de medicina forense y a los experimentos juveniles. Recuerda que a los 17 años compraba hígados de res y los dejaba a la intemperie para calcular el tiempo de descomposición, la intensidad del olor y su huella hemática. También combinaba líquidos, medía cantidades y clasificaba contenidos para limpiar y desaparecer olores. Prueba y error: ese fue su método al comenzar.
A los 17 años compraba hígados de res y los dejaba a la intemperie para calcular el tiempo de descomposición, la intensidad del olor y su huella hemática
Hoy es distinto, dice, porque en el mercado ya hay más oferta de productos. Pero él tiene sus propias fórmulas: ha inventado casi 300 que utiliza según el objeto, porque "no es lo mismo limpiar un reloj que una alfombra o un mueble", dice. También tiene protocolos propios de acuerdo con el caso, pues no es la misma huella que deja un cadáver que ha pasado días en un ambiente húmedo o cálido, que los fluidos del cuerpo de una persona que se suicidó o murió de manera natural. La muerte, dice, tiene sus particularidades y muy poco quieren saber qué queda detrás de ella. "Dicen que los mexicanos nos reímos de la muerte, nos burlamos, pero no es cierto: le tenemos miedo".
A ritmo de heavy metal
A Donovan le gusta trabajar solo y de noche, escuchar Tristán e Isolda, de Wagner, o el heavy metal de Iron Maiden, Paranoid y Black Sabbath. Es un hombre de 45 años que parece adusto, serio, de gesto rígido, voz muy grave y frases cortas. "A mí no me gusta eso de las redes sociales y casi nunca contesto yo el teléfono", dice. Alto y corpulento, tuvo un pasado como escolta de seguridad antes de dedicarse a la limpieza forense. No dice más. Pero su seriedad se ablanda cuando habla de las familias que lo contratan para limpiar los lugares por donde pasó la muerte. "Es que están llenos de recuerdos para ellos", dice. Ha asumido que su trabajo incluye escuchar a los familiares, acompañarlos en su dolor o su enojo durante el recorrido de la casa o el lugar donde ocurrió el crimen. Por eso se asume como una especie de terapeuta que, con paciencia, los escucha.
Hay que imaginar la escena: después de días, semanas o meses, cuando ya policías y peritos dejaron la escena, las personas vuelven al lugar donde no ha pasado el tiempo y la tragedia permanece. "En general, quienes me contratan han pasado por situaciones muy dolorosas y al volver al lugar tienen que encontrarse de nuevo con la sangre y los olores que les reviven los recuerdos".
El mismo a veces tiene que tomarse su tiempo para descansar la cabeza y detener su imaginación. Como le sucedió en el caso de un homicidio múltiple que ocurrió en junio de 2012, en una casa ubicada en el número 343 de la calle Agustín González de Cossío, en la colonia Del Valle de la Ciudad de México. "Había manchas de sangre por todas partes: en el piso, las paredes, los muebles".
Allí apuñalaron a cuatro personas al robar la casa. El no lo cuenta, pero el crimen está en la prensa. Las víctimas fueron Cynthia Martínez Venegas, de 50 años, dueña de una agencia de viajes por internet; Ismael Martínez, de 75 años, quien sobrevivió al ataque y murió en el hospital Xoco; María Venegas Carvajal, de 74, y Félix Chávez López, un poeta cubano de 35 años que recibió 17 puñaladas. A lo largo de su carrera, esta ha sido la peor escena de un crimen que ha conocido. "Tenía que salir de vez en cuando a tomar aire y descansar", dice.
Un hombre de método
En un país como México, donde la violencia es cotidiana, a Donovan Tavera no le falta trabajo. Sin embargo, tiene sus temporadas: mucha demanda entre octubre y diciembre, y baja durante los primeros meses del año. "A veces en un solo mes me llegan 5 o 6 clientes, a veces nada".
Pero él va a donde lo llamen, siempre y cuando sus clientes cumplan con los requisitos de ley. Uno indispensable es la hoja de liberación de la escena que extienden las autoridades. Sin ese papel, Donovan no entra a ninguna parte ni limpia nada, por el riesgo legal que implica. "Puede suceder –dice– que por el lugar no haya pasado la autoridad, por ejemplo". Es decir, que haya personas interesadas en borrar las huellas de un crimen.
Sólo después de que la autoridad libera el lugar, Donovan hace la primera visita de inspección, libreta en mano. "Yo trabajo a la antigüita, apunto todo", dice. Para cada caso que ha atendido escribe los pasos que siguió. Es una tarea que le ha llevado años, desde que atendió su primer caso: un hombre que murió por broncoaspiración al tragarse su vómito. Lo descubrieron dos días después, el olor en el lugar era muy penetrante y Donovan no sabía si sus fórmulas serían suficientes para eliminarlo. Desde entonces de cada caso lleva un registro.
Su trabajo lo obliga a ser metódico y estricto en sus protocolos porque de eso depende su propia salud, pues corre el riesgo de infectarse al entrar en contacto con la sangre. Por eso, según el caso, unta su piel de un líquido especial, luego se pone el traje blanco que lo cubre por completo y sobre éste rocía después otro líquido. Usa máscara antigás y un visor de policarbonato.
Más de la mitad de sus casos que atiende son homicidios y el resto accidentes, suicidios, muertes por abandono y lugares donde viven personas que padecen el síndrome de la acumulación compulsiva. De costos prefiere no hablar, pero aclara que varían de acuerdo con la complejidad de la escena.
"Hay patógenos, virus y floras bacterianas que atacan por las vías respiratorias o la piel cuando hay heridas", explica.
Aunque no hay una norma ni reglas oficiales para la limpieza forense, Donovan cuenta con los permisos necesarios de la autoridad. En este caso la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), que ha avalado su trabajo.
La competencia es tema que no le preocupa. Son muy poco los que saben hacer este trabajo, que no se enseña en ningún lado todavía. "Incluso me han llamado para que los ayude a terminar lo que no supieron limpiar". Pero el no accede: es celoso de su labor y discreto. De la promoción de su empresa se encarga su hermana, su esposa es responsable de la administración y un tío lo ayuda a veces, ahora que ha crecido el negocio. A él lo satisface saber que cumple con una labor que pocos consideran indispensable: devolverle la normalidad a un lugar que ha sido escena de una tragedia. "La gente me lo agradece mucho y con eso es suficiente".
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