Guerreros aztecas: el descomunal sacrificio de un equipo de fútbol que patea con bastones

Infobae compartió la intimidad de un equipo mexicano conformado por amputados que perdieron sus piernas en accidentes o asaltos armados

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Hace un año y 4 meses, Janet Ortiz tuvo un accidente automovilístico en una carretera. Su madre murió y ella y su hijo fueron trasladados a un hospital de la ciudad de Pachuca, en Hidalgo. De allí salió un mes después con una infección en el pie a causa de los lavados quirúrgicos. En la Ciudad de México tuvieron que amputarla. "Fue una negligencia médica", dice.

Janet, de 38 años, habla de sus pérdidas al terminar su práctica en el campo de futbol donde cada semana entrena con el equipo Guerreros Aztecas, de la capital mexicana. Es la única mujer de toda la Liga Mexicana de Fútbol de Amputados, que integra a 16 oncenas de todo el país.

Ella nunca había jugado futbol ni le llamaba la atención. "En mi casa ni a mi papá ni a mis hermanos les gusta". Pero en el equipo ha aprendido a lidiar con su amputación, a perder el miedo y fortalecerse física y emocionalmente. "Me divierto", dice. Aunque a veces quiere salir corriendo del campo al ver la fuerza sus compañeros y las expectativas de la gente por tratarse de la única mujer. "Piensan que soy muy buena, pero apenas estoy aprendiendo a jugar".

Se lo advirtió a su entrenador Ernesto Lino, desde el día que la invitó a jugar en Guerreros Aztecas, el equipo que él comenzó a entrenar hace seis años. Precisamente un jueves 23 de enero de 2012.

Ni marcianos ni discapacitados

Ernesto Lino ronda los 55 años. Antes de tomar el timón de Guerreros Aztecas había pasado ya por cuatro equipos amateur, pero nunca se imaginó al frente de jugadores amputados. Ni cuando lo invitaron a hacerse cargo de su entrenamiento, durante una reunión familiar en la que un amigo le dijo:

–Quiero que entrenes a mi equipo, pero te advierto que es muy especial.

–¿Especial? –le respondió Lino. –Pues qué son marcianos, o qué.

Lino no se había dado cuenta que su amigo no tenía una pierna. Se sorprendió cuando le mostró su amputación. No supo qué decir y aceptó el reto sin saber cómo entrenar a personas amputadas. "Me mató la curiosidad y lo asumí como un reto".

Desde que llegó al primer entrenamiento, los únicos cuatro jugadores que formaban parte de Guerreros Aztecas –un portero y tres jugadores– le pidieron una cosa: compromiso. "Cuando los vi no sabía qué hacer". Así que les pidió tomar el balón para saber qué sabían hacer, luego los puso a correr y a tocar el balón, y desde entonces se hizo su entrenador.

A partir de ese día comenzó a documentarse: a ver videos de juegos en otros países como Ghana, porque casi todos los países que han estado en guerra tienen equipos de personas amputadas, explica Ernesto Lino. Un año después, en 2013, el DIF le pagó un curso de tres meses en Inglaterra para formarse como entrenador de personas amputadas. "Me pagaron todo", dice. Pero nada más.

Ninguna autoridad, equipo profesional ni marca deportiva apoya a este equipo que juega en una cancha pública del deportivo Magdalena Mixhuca, en la delegación Venustiano Carranza de la Ciudad de México.

Sus éxitos provienen de su propio esfuerzo. Desde su primera temporada como equipo completo, un año después de que llegó Lino como entrenador, quedaron en el tercer lugar de la liga. "Perdimos la semifinal con el equipo que había sido campeón un año antes", dice con orgullo, convencido de que "hay que jugar para ganar".

Los héroes de la cancha

Mientras los jugadores de Guerreros Aztecas posan para la foto, bromean: "Estamos incompletos", dicen. La carcajada estalla cuando explican que no falta nadie, sino sus piernas. La perdieron en accidentes de tránsito, al ser heridos de bala durante un asalto o un enfrentamiento armado. Como José Luis Monsalvo, de 45 años, quien tuvo que ser amputado luego de resultar herido al proteger a sus hijas durante una balacera en una feria.

Pero la amputación le cambio la vida. Admite que antes robaba, se drogaba y bebía mucho. Ahora en cambio juega fútbol y vende en la calle artículos para celulares en un puesto ubicado en el Metro La Raza. Allí supo de Guerreros Aztecas cuando un cliente, que ya jugaba fútbol, le preguntó dónde comprar bastones americanos para personas amputadas (los que se colocan en el antebrazo), que son un requisito en la cancha. Al poco tiempo, José Luis se integró al equipo y ya lleva dos años como volante.

A Víctor Santiago Alvarez también lo hirieron de bala por resistirse a un asalto. Tenía 18 años y hasta entonces era albañil y "ruletero", como llaman en México a los conductores del transporte público concesionado. Ahora hace carpintería y a veces trabaja como guardia de seguridad privada. Además fue atleta paraolímpico en 2004, en levantamiento de pesas.

También están Hugo y Santiago, amputados por accidentes en moto, y Christian Ruiz , un joven de 35 años que a los 16 perdió su pierna a consecuencia del cáncer. No tiene un pulmón, está en quimioterapia y desde hace 3 semanas forma parte del equipo.

Para Santiago lo más difícil es el uso de los bastones americanos en la cancha y hacer ejercicio, porque antes de su accidente no hacía nada. Luego se le vino el mundo abajo al perder la pierna, pero ha aprendido que "la discapacidad sólo está en la cabeza", como dice Hugo, un comerciante de 32 años, casado y con dos hijas que disfruta mucho el juego.

Ellos son sólo una parte de este equipo que integran 12 jugadores y que dos veces a la semana –martes y jueves– se reúnen para entrenar como profesionales, y "no sólo para ver qué resulta", dice Lino de sus futbolistas. "Los admiro mucho porque ellos ponen las ganas, el ejemplo de vida y se merecen el aplauso". Por eso los llama "héroes".

El juego de la supervivencia

Ernesto Lino es exigente con sus jugadores. De ellos espera lo mejor en cada partido, a pesar de los pocos recursos con que cuentan. Sus bastones cuestan 1.000 pesos (52 dólares) y a veces sólo duran un juego. Para hacerlos sobrevivir, los jugadores de Guerreros Aztecas los envuelven con cinta de aislar y los cuidan lo mejor que pueden, porque no pueden usar prótesis en la cancha como regla.

Lino, dueño de un negocio de venta de autos, no recibe un salario por su trabajo. Los jugadores pagan de su bolsillo los viajes que cada 15 días hacen a otros estados para enfrentar a sus rivales, y hasta su uniforme es usado: fue un regalo de un equipo llamado Club Hidalguense.

Aunque han tocado puertas en instituciones de gobierno como la Comisión Nacional del Deporte, el DIF y el Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad, no han corrido con suerte. "Nunca tienen presupuesto", dice Lino.

Tampoco ha podido convencer a marcas deportivas de prestigio para que apoyen su labor. Lo lamenta, porque en otros estados sí cuentan con el respaldo de gobiernos locales y de equipos profesionales que aportan recursos.

Pero a los Guerreros Aztecas nada los detiene. "Son un ejemplo de vida y los admiro desde el primer día", dice su entrenador, mientras sigue la práctica en el campo, donde los bastones se mueven a todo velocidad y un portero ataja sólo con una mano.

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