Acordaron un suicidio en familia y escribieron una carta. Pero sólo dos murieron: el padre de 84 años y la hija de 54, asfixiados con bolsas de plástico que les colocó otro hijo. Este, sin embargo, se arrepintió de cumplir el pacto y matar también a otro hermano con discapacidad.
Los hechos ocurrieron en una casa ubicada en la calle Tultepec, colonia San Andrés Tetepilco de Iztapalapa, en el oriente de la Ciudad de México. Allí Raymundo, de 55 años, asfixió a su padre y a su hermana, pero dejó vivo a su hermano, de quien se desconoce nombre y edad.
Bartolo Torres y sus hijos Juana y Raymundo decidieron suicidarse y, de acuerdo con las autoridades, dejaron una carta cuyo contenido reservaron. Raymundo puso en la cabeza de Bartolo y Juana bolsas de plástico y las ató con un hilo con el consentimiento de las víctimas. Los dos murieron asfixiados. Después tenía que matar a su hermano, pero se arrepintió.
Elementos de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX) llegaron al domicilio y encontraron a Juana y a Bartolo dentro de una habitación. Raymundo les dijo que estaban "inconscientes".
Al llegar los paramédicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) encontraron a las víctimas ya muertas. La policían interrogó a Raymundo, quien confesó haber participado en los homicidios por un pacto suicida.
Juana y Bartolo escribieron una carta que corrobora la versión de Raymundo, aunque las autoridades no informaron sobre los motivos de ese pacto.
Los peritos llevaron los cuerpos al Servicio Médico Forense para determinar las causas de muerte. Raymundo fue trasladado a la Fiscalía de la delegación Iztapalapa para determinar si tiene responsabilidad. Su hermano quedó al cuidado de sus familiares.
Un caso similar ocurrió en el hotel Las Brisas de Ixtapa- Zihuatanejo, en el estado de Guerrero. Cuatro integrantes de una familia, procedentes de León, Guanajuato, pactaron suicidarse de forma colectiva.
La madrugada del 27 de enero de 2015 todos ingirieron un medicamento controlado y se intoxicaron. Al día siguiente una empleada del hotel tocó la puerta de la habitación 1833 varias veces. Al no obtener respuesta entró y encontró los cadáveres del padre, de 40 años, de su nieta, de 9, de su hija, de 17 años, dentro del jacuzzi.
En la cama de la habitación había una mujer identificada como Margarita Castillo, de 45 años, única sobreviviente y quien estuvo tres días en el Hospital General Bernardo Sepúlveda Gutiérrez por haber consumido un medicamento controlado con bebidas alcoholicas y refresco.
Elementos de la Policía Investigadora Ministerial del estado dijeron que la familia se suicidó porque tenían depresión. Dos años atrás, la madre murió de cáncer y su esposo no se recuperó de la pérdida. La hija también tenía un hijo, quien falleció por el mismo padecimiento.
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