Salario de miseria, viviendas inhabitables y acoso sexual: jornaleros en México, la esclavitud del siglo XXI

Unos 7 millones de trabajadores agrícolas sufren una explotación que pone en riesgo su salud y los dejan expuestos a maltratos y secuestros del crimen organizado

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Los jornaleros mexicanos son uno
Los jornaleros mexicanos son uno de los grupos más vulnerables.

En México la esclavitud se abolió oficialmente en el año 1829 pero, 188 años después, para los casi 7 millones de jornaleros agrícolas las condiciones no han mejorado sustancialmente desde esos tiempos en los que eran vendidos a un amo al que tenían que obedecer por el resto por su vida.

El de los jornaleros es un sector de la sociedad que no tiene un hogar fijo, un ingreso constante y se desarrolla en un círculo del que difícilmente se pueda salir, pues el trabajador del campo se integra muy joven a las labores de la recolección de frutas y verduras, en ese entorno se casa, tiene hijos y se desarrolla.

Así los entiende Fidel Sánchez Gabriel, quien desde los 13 años se dedica a esta labor en el Valle de San Quintín, en Baja California, en las cercanías de las frontera con Estados Unidos. Su vida ha transcurrido así, entre la colecta de chile, fresa, zarzamora, arándano. Con pagos por debajo de la ley, sin seguridad social, ni opción de futuro.

Ahora, a los 47 años, junto con un grupo de trabajadores agrícolas ha emprendido una lucha para dignificar el trabajo del jornalero en el país.

"Un jornalero como yo desconoce sus derechos. Encontrar un trabajo se convierte en un privilegio y llevar unos pesos a la casa hasta es el gran privilegio, por la falta de información muchos de nosotros pensamos que con darnos el trabajo nos hacen un bien, aunque no se respeten nuestros derechos", cuenta Fidel a Infobae.

Las horas extra de trabajo
Las horas extra de trabajo en el campo no las pagan la mayoría de los patrones.

Fidel cobró fama en 2015, cuando como parte del movimiento de resistencia que iniciaron él y sus compañeros en demanda de pago y condiciones justas de trabajo lanzó una frase que recorrió el país: "Cuando coma una fresa piense en el esfuerzo, en el sufrimiento de un jornalero".

Había jornaleros que entre 2000 y 2014 no tuvieron aumento de sueldo y por 14 años tuvieron que conformarse con 2 pesos (USD 0.11) por recolectar una cubeta de chiles, lo que equivalía en entregar 45 cubetas para cobrar 90 pesos (USD 5), en lo que se les iba el día completo.

El oficial Instituto Nacional de Estadística en México (INEGI) estima que de cada 100 trabajadores agrícolas en el país, 34 no reciben ninguna paga, puede tratarse de niños o mujeres que ayudan al jefe de familia o simplemente de jornaleros que son explotados.

Quienes reciben una paga, ganan por hora un estimado de 18.5 pesos la hora (USD 1). Pero como dice Fidel, la mayoría para completar con su cuota de recolección de frutas o verduras tiene que trabajar más de las 8 horas que estipula la ley, sin que reciba un pago extra.

El INEGI señala que el promedio de escolaridad en el sector es de 5.9 años, es decir, ni siquiera cumplen con el nivel de educación básica que es de 6 años.

Las mujeres son víctimas de
Las mujeres son víctimas de constantes acosos.

Los enemigos al acecho

Las condiciones inhumanas de trabajo, vivienda y los malos pagos no son la única preocupación de los trabajadores del campo. En los últimos años se ha sumado el temor a ser secuestrados por las bandas narcos o caer en manos de capataces que sin su consentimiento los trasladan de un lugar a otro o los encierran en campamentos.

Ejemplos sobran: En junio de 2013 autoridades estatales en Jalisco rescataron a un grupo de 275 trabajadores agrícolas que vivía en condiciones de esclavitud en un campo del municipio de Tolimán. Eran obligados a trabajar para una empresa empacadora de jitomate.

En habitaciones de 16 metros vivían 3 familias de dos adultos y tres menores de edad cada una, los baños eran comunales, en los cuartos había chinches, les racionaban el agua, algunos estaban enfermos por el alimento en mal estado y la falta de atención médica, quienes intentaban escapar eran atrapados por los capataces y regresados a los campos.

En México no hay mucha opción para quienes viven en la extrema pobreza, quienes no viajan de manera ilegal en busca del sueño americano, salen de sus comunidades en distintas épocas del año para trabajar en la recolección de distintas frutas y verduras en el país. Son enganchados con ofertas de trabajo atractivas como pagos de hasta 100 pesos diarios (USD 5.5), viviendas individuales, escuelas para sus hijos, pero cuando llegan las condiciones son completamente diferentes.

En marzo de 2015 autoridades laborales rescataron a más 200 indígenas tarahumaras explotados en Baja California Sur, en una de las zonas cercanas a Los Cabos, uno de los destinos vacacionales preferidos por las grandes estrellas.

Entre el grupo había hombres, niños y mujeres que habían sido reclutados en el estado de Chihuahua por la empresa Corporativo El Cerezo Sociedad Agrícola y trasladados con engaños para trabajar en condiciones ilegales, insalubres y de miseria salarial.

La falta de guarderías y
La falta de guarderías y escuelas obliga a las madres a llevarse a los niños a los campos.

Los indígenas trabajaban en la cosecha de papa, por lo que recibían 200 pesos semanales (USD 11) que se les daban bajo la promesa de que al final de la temporada recibirían su salario íntegro. Los tarahumaras permanecieron bajo estas condiciones durante un año hasta que las autoridades pudieron intervenir gracias a una denuncia anónima.

Para las mujeres la situación no es menos difícil, pues los campos no siempre tienen un lugar especial donde puedan dejar a los niños más pequeños ni escuelas para los que ya rebasan los 6 años. Muchas veces tienen que trabajar cargando a los más pequeños en la espalda.

Pero lo más difícil es soportar el acoso sexual de los capataces como relata Fidel.

"Son las que sufren el acoso sexual de parte de encargados de cuadrillas, supervisores ingenieros. Son las que no reciben los descansos obligatorios durante su embarazo y después del embarazo son las que no pueden darle de comer a sus hijos. Son las que se levantan desde las 2 a 3 de la mañana para preparar la comida los niños que se quedan al cuidado de los hermanitos. Es el grupo más vulnerable", recalca.

Los más pobres entre los pobres

La diferencia entre la esclavitud y el trabajo de los jornaleros agrícolas, según Humberto González Chávez, investigador del Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Guadalajara (UdeG), es que en el pasado quien compraba la persona se hacia cargo de ella hasta su muerte; en cambio, en el caso de los trabajadores del campo no existe una garantía de que vayan a tener alimento o un lugar para dormir.

Una situación que preocupa es que la de los jornaleros es una condición social que pasa de generación en generación pues como está en constante movimiento, viaja de un lugar a otro con toda su familia, lo que es un obstáculo para que los más pequeños tengan una educación formal.

Los menores empiezan a trabajar
Los menores empiezan a trabajar entre los 10 y 13 años.

La tasa de natalidad en los jornaleros en el sur de Jalisco, uno de los principales receptores, es de 6 a 8 hijos, mientras que la media nacional es de 2.2 niños por pareja.

"Las edades en las que empiezan a trabajar es de 10 a 13 años y así como empiezan a trabajar muy jóvenes, también se casan muy jóvenes y empiezan a formar sus familias", dijo el investigador.

A quienes estudian el tema les preocupa que las viviendas en las que son ubicados generalmente están cerca de los campos de cultivo, por lo que están expuestos las 24 horas a pesticidas y sus residuos.

El promedio de edad de quienes actualmente trabajan en los campos es superior a los 41 años, lo que para algunos analistas es motivo de preocupación pues la mayoría no cuenta con una programa permanente de seguridad social y cuando ya no estén en edad productiva no tendrán ninguna fuente de ingresos.

Mientras el 78.5% de los jornaleros agrícolas en México tienen ingresos por debajo de la línea de bienestar económico y el 50% vive en municipios de alta y muy alta marginación, Fidel afirma que seguirá su lucha aunque sabe que él no verá los resultados, tampoco sus hijos, pero se conforma con tener la ilusión de que en algunas décadas pueda mejorar la situación de los trabajadores del campo.

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