Visita a la primera fábrica de relojes monumentales de América Latina

Los relojes fabricados en esta pequeña empresa familiar mexicana que está a punto de cumplir un siglo adornan campanarios e importantes espacios públicos desde Estados Unidos hasta Argentina

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La fabricación de un reloj monumental puede llevar más de 20 días.

Un pueblo de la Sierra Norte de Puebla en México guarda uno de los mejores secretos en la región. Aquí se encuentra la primera fábrica de relojes monumentales de América Latina, que en 2018 cumple un siglo de vida.

Una casona a unas calles de la plaza central de Zacatlán en las Manzanas es el lugar de trabajo de 45 personas que todos los días fabrican piezas únicas que pueden alcanzar hasta los 12 metros de diámetro, el reloj más grande fabricado hasta ahora en el taller de Relojes Centenario.

Quien consulte la hora en la entrada a Little Village, en Chicago; a las afueras del centro comercial de Comayahua en Honduras; o en el histórico Reloj Cincuentenario de Malargüe, en Argentina, no tiene idea que todos fueron fabricados en este pequeño pueblo mexicano.

"Todos son proyectos únicos. Tienen que acoplarse a quien van y a donde van", dice a Infobae José Luis Olvera Cárdenas, uno de los herederos del negocio.

El taller de Relojes Centenario. (Foto: Infobae)
El taller de Relojes Centenario. (Foto: Infobae)

Su abuelo, Alberto Olvera Hernández, siempre tuvo curiosidad por saber cómo funcionaban los relojes, lo que después combino con su deseo de "hacer algo grande" y fue así como nació la empresa que ahora está a la altura de otras grandes del ramo en Lyon, Francia; Praga, Checoslovaquia y Londres, en Reino Unido.

"Zacatlán es sinónimo de manzanas y relojes. Ha crecido con el nombre de la empresa. Tuvimos una oficina en la Ciudad de México, pero la gente quiere venir aquí, ver la fábrica, conocer el pueblo y por eso aquí nos hemos quedado", afirma José Luis.

El tiempo es oro

Un día de 1909 cuando Alberto Olvera, que entonces tenía 17 años, se percató de que el reloj "de chimenea" de su casa se había descompuesto, al intentar repararlo lo desarmó y fue entonces que en su mecanismo para medir el tiempo encontró una fascinación que lo acompañó el resto de su vida y que dio origen a una empresa que pasaría de generación en generación.

Después tuvo la idea de fabricar su primer reloj "monumental": uno que presidiera las actividades laborales y sociales de los trabajadores de la finca de sus padres, ubicada en el barrio de Eloxochitlán, en Zacatlán.

El problema era que sólo contaba con un torno de madera, una fragua (un fogón para fundir metales), un yunque y algunas herramientas que encontró en el taller de su padre.

Así se ve un reloj monumental desde adentro. (Foto: Infobae)
Así se ve un reloj monumental desde adentro. (Foto: Infobae)

Su nieto relata que aún así, el fundador del emporio de los relojes construyó una máquina para calar madera, crisoles de barro (para fundir metal) y limas. Tres años después, en agosto de 1912, presentó su primer reloj.

En 1918 empezó a construir otro reloj, que terminó ese mismo año y lo instaló en un pueblo llamado Chignahuapan y fue así como nació su primer negocio. Después estableció un taller al que llamó Relojes Centenario.

El negocio no es lo único que el fundador heredó a la familia sino también el compromiso de lo que significa el manejo del tiempo. Para su nieto, construir un reloj que está a la vista de todos es un compromiso, no sólo con quien lo encarga o lo paga, sino con toda la comunidad, pues las horas que marca rigen las actividades de una colonia, un pueblo o una ciudad entera, un aeropuerto, una terminal de autobuses, una escuela y hasta una oficina de gobierno.

"Un reloj monumental siempre es algo que espera la gente, que lo hace algo suyo porque está en la iglesia, en el palacio municipal, en algún monumento, pero siempre está a la vista de todos", afirma José Luis.

La característica fachada de la empresa centenaria. (Foto: Infobae)
La característica fachada de la empresa centenaria. (Foto: Infobae)

Marcando las horas

En el caso de México, asegura que en cada uno de los 32 estados hay al menos un reloj monumental fabricado por Centenario. Uno de los más importantes es el instalado en el Parque Hundido, en la capital del país, considerado como uno de los más grandes del mundo por sus medidas de 78 metros cuadrados y una carátula de 10 metros de diámetro.

También están los relojes que la empresa construyó para Bolivia y que fueron encargados por el presidente Evo Morales.

El reloj cincuentenario de Malague, en Argentina, adorna la parte superior de la Torre del mismo nombre que fue inaugurada el 16 de noviembre de año 2000, en conmemoración del cincuenta aniversario del departamento y en honor a sus pioneros. El reloj pesa unos 550 kilos, tiene 4 carátulas y un mecanismo central que las acciona a la vez.

En casi 100 años de historia, la empresa ha fabricado alrededor de 4.500 relojes.

Pero el consentido de la familia es un sencillo reloj floral con dos carátulas instalado en el centro de Zacatlán, donado por la empresa en 1986. Este reloj es único en el mundo con dos carátulas opuestas de cinco metros cada una, accionadas por un mecanismo central, marca las horas con nueve melodías diferentes, de acuerdo con la época del año, a las 6:00 y a las 10:00, a las 14:00 y las 21:00. Horario establecido para no interferir con las campanadas de la iglesia.

Sus relojes también tienen una peculiaridad: música. A determinada hora pueden sonar melodías que elija el cliente. Cada una de las piezas son fabricadas en el taller.

El reloj de doble carátula en la plaza principal de Zacatlán de las Manzanas. (Foto: Infobae)
El reloj de doble carátula en la plaza principal de Zacatlán de las Manzanas. (Foto: Infobae)

La empresa también ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y pasar de la época mecánica a la eléctrica y a la digital, para no quedar rezagada ante la tecnología de la competencia, principalmente la de Asia.

Relojes Centenario, además de fabricar e instalar los relojes que produce, repara relojes franceses, alemanes e ingleses de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando el ex dictador mexicano Porfirio Díaz sugirió que se colocara uno en cada población.

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