“Nuestro objetivo es construir un bosque resiliente, como el que la naturaleza misma crearía”, asegura Severino Ribeiro a Phys Org, biólogo del proyecto Mombak, mientras observa cómo millones de plántulas de especies nativas comienzan a cubrir las tierras anteriormente utilizadas para la ganadería en la Amazonía brasileña.
En el estado de Pará, la finca Turmalina se transformó en el corazón de un esfuerzo ambicioso por regenerar un ecosistema vital y, al mismo tiempo, ofrecer soluciones al mercado de carbono, históricamente golpeado por críticas.
“La Amazonía es el mejor lugar del mundo para reforestar”, afirma Gabriel Silva, cofundador de Mombak, quien señala que el proyecto busca aprovechar las oportunidades globales de reducción de emisiones.
Al mismo tiempo, empresas como Microsoft, Google y McLaren F1 apostaron por el proyecto, buscando compensar su huella de carbono a través de acuerdos estratégicos.
Desde 2021, cuando la empresa fue creada, Mombak asumió el desafío de plantar 30 millones de árboles para 2032 en áreas privadas del estado de Pará.
Este enfoque, basado en un modelo biodiverso y no en monocultivos, promete restaurar el equilibrio ecológico y convertirse en una alternativa sólida en un mercado de carbono necesitado de credibilidad. “Queremos ofrecer soluciones que realmente funcionen”, explica Silva.
No obstante, las dificultades no son menores. Desde los complejos procesos de validación de créditos hasta los conflictos por la propiedad de la tierra en la región, la implementación de proyectos como este enfrenta barreras.
De igual manera, expertos reconocen el valor innovador de Mombak y destacan su potencial para marcar un cambio profundo en la gestión de reforestación y carbono.
“Simular la naturaleza”: el enfoque de Mombak
En la finca Turmalina, trabajadores reemplazaron las antiguas praderas de ganado con un mosaico de árboles nativos que prosperan bajo el calor del Amazonas. Este enfoque, liderado por Mombak, busca regenerar un ecosistema que imite los procesos naturales y ofrezca un refugio para la fauna.
Según Ribeiro, la visión es clara: “Queremos evitar los monocultivos que desgastan la tierra. En cambio, buscamos recrear un bosque auténtico, uno que sea biodiverso y capaz de sostenerse por sí mismo”.
Durante los primeros 18 meses del proyecto, se plantaron más de tres millones de plántulas de 120 especies autóctonas. Entre estas, destacan ejemplares como el ipé amarillo, un árbol emblemático de Brasil y actualmente amenazado de extinción.
El equipo sigue un proceso estratégico: las especies más resistentes al sol intenso del Amazonas son las primeras en ser plantadas, mientras que aquellas más frágiles se integran más tarde, aprovechando la sombra generada por los árboles pioneros. Este método asegura la supervivencia de las especies más delicadas y fortalece la estructura del bosque en formación.
“En este proyecto, no estamos trabajando contra la naturaleza, sino con ella”, subraya Ribeiro. Como prueba del éxito inicial, algunos árboles ya alcanzan varios metros de altura, una señal prometedora de lo que podría convertirse en uno de los bosques regenerados más grandes del mundo.
Además, el impacto va más allá de la ecología. Según Gabriel Silva, “nuestro objetivo es demostrar que este tipo de reforestación no solo es posible, sino también escalable. Es una solución climática con beneficios ambientales reales”.
El impacto del proyecto en los mercados de carbono
El mercado de carbono, que estuvo plagado de controversias, encuentra en Mombak un esfuerzo para renovar su reputación. Durante años, estudios evidenciaron que muchos créditos de carbono están inflados o carecen de un impacto real en la reducción de emisiones, lo que generó desconfianza en esta herramienta climática.
En este contexto, Gabriel Silva asegura que el trabajo de Mombak puede marcar una diferencia. “No se trata solo de compensar emisiones; queremos que cada hectárea de bosque plantado represente un cambio tangible y medible en la captura de carbono”, enfatiza.
Empresas de renombre mundial como Microsoft firmaron acuerdos importantes con Mombak, comprometiéndose a compensar hasta 1.5 millones de toneladas de carbono. Estos contratos, descritos por la compañía como “capital intensivo”, evidencian la confianza de los socios internacionales en el impacto potencial del proyecto.
No obstante, el proceso de validación de los créditos de carbono no es automático. La organización Verra, una de las principales certificadoras en este mercado, colabora actualmente con Mombak para garantizar que sus estándares sean sólidos. Silva ve esto como un reto positivo: “Nos alegra que el mercado esté pidiendo más transparencia. Queremos que nuestros resultados hablen por sí mismos”.
A pesar del escepticismo que aún rodea los créditos de carbono, expertos y aliados confían en que Mombak podría cambiar la narrativa. “Si conseguimos mostrar resultados reales, esto puede ser un antes y un después para el sector”, concluye Silva.
Desafíos y controversias en la Amazonía
En una región tan compleja como la Amazonía, donde los conflictos territoriales son frecuentes, Mombak enfrenta retos importantes.
Según Lise Vieira da Costa, experta en mercados de carbono de la Universidad Federal de Pará, la propiedad de la tierra es uno de los principales desafíos. “Es alentador ver un enfoque biodiverso, pero debemos ser cautelosos en cómo se manejan las cuestiones de territorio”, señala.
Gabriel Silva, por su parte, asegura que Mombak trabaja exclusivamente en tierras privadas adquiridas con documentación verificable. Esto reduce los riesgos legales, y al mismo tiempo las tensiones con comunidades locales, un tema que generó controversia en otros proyectos de reforestación en la Amazonía.
Sin embargo, el especialista forestal Carlos Augusto Pantoja considera que este tipo de proyectos debe incluir directamente a las comunidades locales. “La reforestación no puede quedarse en las manos de las empresas. Los pueblos amazónicos tienen el conocimiento y necesitan recursos para liderar estas iniciativas”, comenta.