A medida que el cambio climático avanza, un elemento característico de los inviernos estadounidenses podría convertirse en un recuerdo del pasado: la nieve.
Según un detallado estudio liderado por la científica Elizabeth Burakowski, de la Universidad de New Hampshire, para finales del siglo XXI, los días con nieve profunda podrían desaparecer casi por completo en la mayor parte del territorio continental de Estados Unidos, salvo en las altas montañas.
Según New Scientist, este fenómeno plantea desafíos sin precedentes para los ecosistemas, el suministro de agua y la cultura que se ha tejido en torno a los inviernos nevados.
El estudio proyecta un escenario de emisiones extremas de gases de efecto invernadero que llevaría a un calentamiento global de 3,6 °C para el año 2100.
En estas condiciones, la cobertura de nieve disminuirá drásticamente, especialmente en regiones históricamente nevadas como Nueva Inglaterra y el Medio Oeste. Aunque estas áreas podrían seguir viendo nieve, esta será más efímera, acumulándose por pocos días antes de desaparecer.
“Estamos observando un cambio que resulta difícil de aceptar”, comenta Burakowski. “Regiones como New Hampshire comienzan a parecerse más a New Jersey”.
El modelo climático utilizado por Burakowski y su equipo muestra una reducción significativa en la cantidad de días con nieve profunda, definida como un manto de al menos 76 centímetros de espesor.
En el período entre 1984 y 2013, muchas regiones contaban con numerosos días de este tipo; para 2019, esos números ya habían comenzado a descender.
Según las proyecciones, entre 2020 y 2050, con un calentamiento de 2,4 °C, la cobertura de nieve sufrirá un declive notable, y entre 2070 y 2100, prácticamente desaparecerá en gran parte del país.
Las consecuencias
La disminución de la nieve profunda no solo afecta a quienes disfrutan de los deportes invernales, sino también a los ecosistemas y las comunidades que dependen de ella.
Las nevadas desempeñan un papel crucial en el almacenamiento de agua, proporcionando un suministro gradual durante los meses más cálidos a medida que la nieve se derrite.
Sin embargo, el cambio climático está alterando este proceso, incrementando los riesgos de inundaciones causadas por lluvias sobre nieve acumulada, un fenómeno que acelera el derretimiento y sobrecarga los sistemas hídricos.
Además, la pérdida de nieve tiene un impacto significativo en la biodiversidad. Muchas especies que habitan los ecosistemas cubiertos de nieve, como ciertas ranas y pequeños mamíferos, dependen de este ambiente para su supervivencia. La desaparición de este refugio estacional podría poner en riesgo sus poblaciones y alterar las cadenas alimenticias.
Un futuro incierto
Los resultados del estudio están ilustrados mediante mapas comparativos que muestran el descenso en los días con nieve profunda. En el período 1984-2013, estas regiones experimentaban inviernos prolongados y nevados.
En 2019, ya se registraban menos días con acumulaciones significativas, una tendencia que se acelera dramáticamente en los escenarios proyectados para 2050 y 2100. Estos mapas no solo ofrecen una representación visual del problema, sino también un testimonio del cambio climático en tiempo real.
Una transformación cultural y económica
La nieve no es solo un fenómeno natural; también forma parte del tejido cultural y económico de las comunidades afectadas. Desde los deportes de invierno hasta las tradiciones navideñas, la nieve ha sido un símbolo de identidad y una fuente de ingresos para muchas regiones.
Su disminución tendrá un impacto profundo en estas economías locales, desde las estaciones de esquí hasta las industrias turísticas que dependen de paisajes nevados para atraer visitantes.
“Los cambios que estamos viendo no son solo físicos, sino también culturales”, señala Burakowski. “La relación de los estadounidenses con la nieve está siendo transformada de manera irreversible”.
La urgencia de actuar
Burakowski presentó estos hallazgos en la reunión de la Unión Geofísica Americana en Washington D. C., destacando la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para mitigar los efectos del cambio climático.
Aunque las proyecciones son alarmantes, aún hay tiempo para actuar. Políticas más ambiciosas en energía renovable, transporte sostenible y conservación podrían ayudar a preservar, al menos en parte, los inviernos nevados que han definido el paisaje estadounidense.
El cambio climático es una llamada de atención no solo para los científicos y legisladores, sino para toda la sociedad. La nieve, que alguna vez fue vista como un elemento constante de los inviernos, se está convirtiendo en un indicador de la fragilidad de nuestro planeta.
A medida que enfrentamos este desafío, la respuesta colectiva determinará si podremos salvar estos ecosistemas únicos para las futuras generaciones.
La lucha por conservar la nieve es un recordatorio de la interconexión entre los sistemas naturales y humanos.
Las acciones tomadas hoy no solo moldearán el paisaje de los inviernos del mañana, sino también la capacidad de las comunidades para adaptarse a un mundo cambiante. Como bien indica el estudio, el futuro de la nieve depende de las decisiones que tomemos ahora.