Según el informe Así nos afecta el cambio climático de Greenpeace, más del 80% de estos glaciares desapareció y, si no se toman medidas inmediatas, podrían extinguirse por completo en 26 años. Este fenómeno explicado por el medio EFE Verde amenaza la biodiversidad, el suministro de agua y el equilibrio climático de toda la región.
Los glaciares son más que formaciones de hielo, son reservas estratégicas de agua dulce y reguladores climáticos naturales. Su función en el ciclo hidrológico es crucial. Alimentan ríos y lagos que abastecen a millones de personas, además de mantener la estabilidad ecológica en los valles circundantes.
Mónica Parrilla, responsable de campañas de Greenpeace, advirtió que la desaparición de los glaciares compromete el suministro hídrico de un país que ya de por si enfrenta problemas de sequía. Estos ecosistemas actúan como sumideros de carbono, ayudando a frenar el calentamiento global. Sin ellos, el riesgo de incendios forestales y desastres naturales como inundaciones aumenta considerablemente.
Causas y consecuencias
El aumento de las temperaturas globales es el motor principal detrás del deshielo. El calentamiento de la atmósfera provoca un retroceso acelerado de los glaciares, afectando de manera irreversible el equilibrio ambiental de los Pirineos. Esta crisis no se debe solo al clima: la actividad humana intensifica el problema.
La tala de bosques y el uso intensivo de la tierra para cultivos comerciales degradaron gravemente los suelos en zonas montañosas. Según Naciones Unidas, más de 311 millones de personas que dependen de estas tierras para su sustento enfrentan inseguridad alimentaria debido a la degradación ambiental. La pérdida de cobertura vegetal disminuye la capacidad de los suelos para retener agua, empeorando las sequías y acelerando el derretimiento de los glaciares.
El turismo masivo en regiones montañosas añade presión a estos ecosistemas frágiles. Las estaciones de esquí, la construcción de infraestructuras y la afluencia de visitantes aumentan la demanda de recursos naturales y generan contaminación. Sin una regulación adecuada, estas actividades intensifican la vulnerabilidad de los glaciares y su entorno.
El impacto en la biodiversidad es uno de los efectos más devastadores de la crisis glaciar. Los ecosistemas montañosos albergan una rica variedad de especies de aves, mamíferos y anfibios, muchas de las cuales están adaptadas exclusivamente a las condiciones frías de alta montaña.
Según un estudio realizado por las universidades de Leeds y la Meridional de Ciencia y Tecnología, más del 85% de estas especies vive en hábitats forestales de montaña que están desapareciendo rápidamente. El aumento de las temperaturas obliga a estas especies a migrar a mayores altitudes en busca de condiciones adecuadas, dejando atrás territorios deshabitados y alterando el equilibrio ecológico de la región.
En España, el abandono de áreas rurales también contribuye al deterioro ambiental de los Pirineos. El desplazamiento masivo de población hacia las ciudades dejó grandes extensiones de tierra sin cultivar ni mantener, lo que favorece la expansión descontrolada de matorrales y la propagación de incendios forestales.
Diana Colomina, de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), subrayó que esta combinación de factores multiplica los riesgos ambientales. “El aumento de las temperaturas, unido al abandono rural, hace que los paisajes montañosos estén cada vez más expuestos a desastres naturales”, señaló a EFE Verde.
La contaminación en las alturas: una amenaza global
Las montañas no son inmunes a la contaminación, incluso en sus cumbres más remotas. Según el informe Plastic on Peak, elaborado por la ONG GRID-Arendal y la ONU, se detectaron residuos plásticos en todas las cordilleras del mundo, siendo los plásticos duros el 88% de los desechos encontrados. Estos plásticos, junto con residuos orgánicos como toallitas húmedas y papel higiénico, representan un grave riesgo de contaminación para las fuentes de agua potable.
Incluso la cima del Everest está afectada, con toneladas de residuos abandonados cada año por montañistas y expediciones. “La contaminación plástica es un problema que no conoce fronteras, afectando incluso a los lugares más inaccesibles del planeta”, concluye el informe.
Hacia un futuro más sostenible: leyes y acción ciudadana
Frente a este panorama desolador, la Ley de Restauración de la Naturaleza, vigente en España desde agosto de 2024, representa una oportunidad para revertir parte del daño ambiental. Esta legislación busca proteger y restaurar ecosistemas clave mediante la reforestación, la gestión sostenible de recursos y la creación de áreas protegidas. Su efectividad depende de su correcta aplicación y de la participación activa de la sociedad civil.
Greenpeace y WWF coinciden en que las políticas públicas deben complementarse con un cambio cultural hacia una mayor conciencia ambiental. La educación y el compromiso ciudadano son esenciales para prevenir futuras crisis ecológicas.
La preservación de los glaciares de los Pirineos es mucho más que una cuestión estética o turística, se trata de proteger una fuente de vida esencial para el bienestar de millones de personas y para la biodiversidad global. Sin medidas urgentes, el futuro de estos glaciares será tan incierto como el clima que amenaza con hacerlos desaparecer.