En el vasto tejido cultural que une a la humanidad, pocos elementos han sido tan universales y fundamentales como el arroz. Este grano, tan presente en las mesas de miles de millones, trasciende su valor alimenticio para convertirse en un puente entre tradiciones, identidades y memorias colectivas. Según J.J. Johnson, chef y autor de The Simple Art of Rice, resaltó en su artículo para la revista Time que “el arroz no es solo un alimento, es el latido de las culturas”.
“Imaginemos un mundo sin arroz”, planteó Johnson en su artículo para la revista Time, “sería un mundo sin cultura, una pérdida que va más allá de lo físico y toca el alma misma de la humanidad”. A través de su experiencia como cocinero y fundador de Fieldtrip, un restaurante en Nueva York especializado en bowls de arroz, Johnson ha explorado cómo este grano ha entrelazado historias y migraciones. Desde el jollof rice en África Occidental hasta el sushi en Japón, cada plato cuenta relatos de resistencia, familia y pertenencia.
Uno de los momentos más reveladores en la vida del autor ocurrió durante un viaje a Ghana en 2011. En esa experiencia, aseguró que “entendí cómo el arroz conecta tantas culturas dentro de la diáspora africana”. Más recientemente, en Cartagena, Colombia, esa conexión resonó de nuevo al descubrir las raíces del arroz en la gastronomía Afro-Latina. Estas vivencias personales han reforzado su convicción de que el arroz no es solo un cultivo, sino un símbolo vivo de historias compartidas y preservación cultural.
Con 516 millones de toneladas producidas al cierre de marzo de 2023, el arroz ocupó el cuarto lugar entre los cultivos más importantes del mundo, según datos de la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations). Representa el 7% del comercio mundial de granos, detrás de la soja, el trigo y el maíz, y es cultivado en su mayoría por China, India, Indonesia, Bangladesh, Vietnam, Myanmar y Tailandia. En América del Sur, Brasil lidera la producción con el 1,5% del total global, mientras que India, Pakistán, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam figuran entre los mayores exportadores.
Sin embargo, este emblema de la humanidad enfrenta desafíos que amenazan su continuidad. Las alteraciones climáticas, sumadas a la escasez de agua y los cambios en los sistemas agrícolas, dificultan su cultivo en formas tradicionales. Según expertos citados por Johnson en su artículo para la revista Time, se proyecta una caída del 15% en la producción mundial de arroz para 2050. Este panorama plantea una pregunta urgente: ¿qué ocurre cuando el alimento que sostiene tantas culturas comienza a desaparecer?
“El impacto del cambio climático sobre el arroz va más allá de su valor nutritivo”, advirtió Johnson. Los cambios en las temperaturas y los eventos climáticos extremos podrían borrar las narrativas culturales contenidas en cada grano. “¿Qué historias perderemos cuando la próxima generación ya no pueda preparar los platos que sus antepasados crearon?” reflexionó el chef.
Johnson ha hecho de la sostenibilidad un eje central de su labor. Como líder culinario, no solo emplea arroz en sus restaurantes, sino que también impulsa medidas para enfrentar las amenazas climáticas. Colaboraciones como las realizadas con la Fundación Gates y el proyecto Climate Solutions for Restaurant Survival buscan combinar el activismo gastronómico con la acción ambiental. “Los chefs debemos involucrarnos en iniciativas que combatan el cambio climático porque el impacto en la cadena alimentaria será devastador si no actuamos”, afirmó.
Las soluciones propuestas van desde prácticas agrícolas innovadoras hasta cambios profundos en la producción. En países como Vietnam, agricultores han adoptado sistemas integrados que incluyen peces y crustáceos en los arrozales, lo que no solo reduce las emisiones de metano, sino que mejora la biodiversidad y la salud del suelo. Johnson ve estas iniciativas como ejemplos que podrían replicarse a escala global: “Métodos como estos no solo aseguran cultivos sostenibles, sino que preservan las tradiciones que sostienen comunidades”.
Por otra parte, el desarrollo de variedades de arroz resistentes a la sequía representa una herramienta clave para adaptarse a los nuevos desafíos climáticos. Empresas como Lundberg Farms han apostado por prácticas regenerativas que no solo mejoran los rendimientos, sino que también rehabilitan el suelo y capturan carbono. “La innovación en la agricultura debe avanzar hacia sistemas que respeten la tierra y protejan el futuro del arroz”, aseguró el chef.
Preservar este grano es también proteger la diversidad culinaria que define identidades en todo el mundo. Por ello, el trabajo conjunto de agricultores, científicos y líderes culinarios es indispensable para garantizar que estos reclamos no desaparezcan. “Un mundo sin arroz sería un mundo sin cultura”, concluyó Johnson.