El paso del huracán Milton por la costa oeste de Florida dejó una estela de destrucción sin precedentes. Aunque la tormenta había perdido algo de fuerza antes de tocar tierra, su llegada como un huracán de categoría 3 con vientos de hasta 193 kilómetros por hora (120 mph) fue suficiente para arrasar con más de 120 hogares y desprender el techo del icónico Tropicana Field. En cuestión de días, este fenómeno se transformó de una simple depresión tropical a uno de los ciclones más poderosos jamás registrados en el Golfo de México.
Milton no fue el único huracán devastador de la temporada de 2024. Meses antes, en julio, el huracán Helene había azotado las costas de Texas con una furia similar. Helene, como Milton, alcanzó la categoría 5 durante su máximo apogeo, convirtiendo este año en uno de los pocos que ha registrado dos huracanes tan intensos desde que se comenzó a medir en 1950.
Los científicos afirman que estas tormentas no son solo una anomalía en los registros históricos; son una advertencia tangible de que las tormentas del futuro podrían ser aún más fuertes y destructivas si las tendencias de calentamiento global continúan.
Mientras el mundo sigue lidiando con las consecuencias del cambio climático, surge una pregunta inquietante: ¿Cuál es el límite científico de la potencia de un huracán? ¿Estamos ante un futuro en el que los ciclones con vientos superiores a los 320 kilómetros por hora (200 mph) sean cada vez más frecuentes? Los expertos en climatología ya están advirtiendo que lo que hoy se considera un fenómeno raro podría convertirse en una nueva normalidad para finales de este siglo.
¿Cuál es el límite de la potencia de un huracán?
Según el profesor Kerry Emanuel del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), existen dos factores fundamentales que determinan la formación y la fuerza de un huracán: la temperatura del océano y la temperatura del aire hasta unos 20 kilómetros (12 millas) de altitud. Cuanto más cálidos sean ambos elementos, más energía tiene disponible una tormenta para transformarse en un ciclón tropical. Actualmente, las aguas más cálidas del mundo apenas permiten que los vientos de estos fenómenos superen los 322 kilómetros por hora (200 mph).Emanuel sostiene que, históricamente, solo el 1% o 2% de todas las tormentas se acercan a este límite. Sin embargo, con el aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, este tope natural está aumentando.
Si no se logra frenar el calentamiento global, las proyecciones climáticas sugieren que a finales de este siglo las velocidades máximas de los huracanes podrían alcanzar hasta los 354 kilómetros por hora (220 mph). Este incremento en la velocidad de los vientos podría convertir huracanes ya devastadores en amenazas mucho más letales para las comunidades costeras.
Huracanes más fuertes, más comunes
La ciencia es clara: a medida que las temperaturas globales continúan aumentando, los huracanes se volverán más fuertes y más frecuentes. En un estudio reciente, los científicos Michael Wehner del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley y James Kossin de la First Street Foundation calcularon que con un aumento de 2°C por encima de los niveles preindustriales, el riesgo de tormentas que alcancen o superen el límite actual de velocidad de los vientos aumenta en un 50% en el Golfo de México y hasta un 100% cerca de las Filipinas.
El aumento de la intensidad de las tormentas ya se está reflejando en las estadísticas. Wehner y Kossin propusieron la creación de una nueva clasificación en la escala Saffir-Simpson, una categoría 6 para huracanes con vientos sostenidos de más de 309 kilómetros por hora (192 mph). Según sus cálculos, cinco huracanes entre 1980 y 2021 habrían alcanzado esa clasificación, todos ellos en los últimos nueve años de ese período.
Hoy en día, los huracanes se clasifican del 1 al 5 en la escala Saffir-Simpson, que mide la intensidad de los vientos. No obstante, esta escala tiene limitaciones importantes. Por un lado, no tiene en cuenta otros factores igualmente peligrosos, como la marejada ciclónica o las inundaciones. De hecho, algunos huracanes han causado más destrucción debido a las aguas que arrastraron, que por los vientos. Un ejemplo es el huracán Sandy de 2012, que ni siquiera alcanzaba la categoría 1 cuando tocó tierra, pero su tamaño y lentitud lo convirtieron en una tormenta devastadora.
Este es un problema al que los expertos en climatología como Wehner han llamado la atención. La escala actual de huracanes lleva a la población a concentrarse en la velocidad del viento, dejando de lado el peligro que representan las lluvias torrenciales y las inundaciones. Según Kerry Emanuel, el mayor riesgo que enfrentamos con el cambio climático no es necesariamente el aumento en la intensidad de los vientos, sino el incremento de las precipitaciones durante los ciclones. “Es una cuestión de física simple”, comenta Emanuel. “A mayor temperatura, mayor será la cantidad de agua que los huracanes puedan descargar sobre las zonas afectadas”.
El futuro de los ciclones: ¿Categoría 6?
Con estos datos en mente, surge una pregunta crucial: ¿es momento de introducir una categoría 6 para huracanes, en un contexto de calentamiento global? Las evidencias sugieren que esta medida no solo es necesaria, sino urgente. Mientras el planeta se sigue calentando, los ciclones podrían alcanzar potencias que actualmente solo se consideran teóricas. Con vientos superiores a los 350 kilómetros por hora (220 mph) y precipitaciones cada vez más intensas, las regiones costeras enfrentarían desafíos sin precedentes.
La discusión sobre el límite de la potencia de los huracanes ya no es solo teórica. Las devastadoras consecuencias del huracán Milton en Florida y del huracán Helene en Texas son solo la punta del iceberg de lo que podría ser una nueva era de súper tormentas. El reto para la humanidad es doble: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, prepararse para enfrentar huracanes cada vez más intensos. Si no se actúa pronto, los fenómenos como Milton podrían convertirse en algo cada vez más común, con consecuencias catastróficas para las poblaciones costeras de todo el mundo.
En este panorama, el límite científico de la potencia de un huracán parece estar en expansión, impulsado por un planeta que, cada día, se calienta un poco más.