Imagina que cada vez que te lavas las manos, bebes un vaso de agua o incluso cuando respiras, estás ingiriendo pequeñas partículas de plástico sin saberlo. Este no es un escenario de ciencia ficción, sino una realidad cada vez más preocupante que la ciencia está comenzando a desentrañar: los microplásticos se han infiltrado en casi todos los aspectos de nuestra vida diaria, con potenciales consecuencias para la salud humana y el medio ambiente.
La prevalencia de estos diminutos plásticos es tal que evitarlos por completo se ha vuelto casi imposible. Sin embargo, los expertos recomiendan diversos métodos para reducir la exposición a los microplásticos en el agua, los alimentos y el aire.
Los microplásticos una vez liberados en el medio ambiente, pueden ser transportados por el viento y el agua, eventualmente ingresando al cuerpo humano a través de la inhalación y la ingestión. Estudios recientes han vinculado estos contaminantes a enfermedades cardíacas, trastornos pulmonares y otros problemas de salud preocupantes.
¿Qué son y cómo se forman los microplásticos?
Los microplásticos son diminutos fragmentos de plástico, generalmente con un diámetro menor a 5 mm. Pueden originarse de varias fuentes, incluyendo la degradación de productos plásticos más grandes, como botellas, bolsas, y productos de higiene diaria como las esponjas de melamina.
Estos materiales, bajo la influencia del sol, el viento y el agua, se descomponen en partículas más pequeñas que pueden ser transportadas fácilmente por el medio ambiente.
Un estudio reciente publicado en Environmental Science & Technology reveló que las esponjas de melamina, comúnmente utilizadas en la cocina para lavar los platos, liberan billones de partículas de microplástico tóxicas mensualmente.
Estas esponjas, hechas de polímero de poli (melamina-formaldehído), desprenden microfibras plásticas debido a la fricción que se genera durante el lavado. Esto es preocupante, ya que cada vez que se utiliza una de estas esponjas, se liberan aproximadamente 6,5 millones de microplásticos por gramo, lo que se traduce en unos 4,9 billones a nivel mundial.
¿Por qué consumimos microplásticos y cómo nos pueden afectar?
La omnipresencia de los microplásticos en nuestro entorno hace que evitarlos sea casi imposible. Se encuentran en el aire que respiramos, en el agua que bebemos y en los alimentos que consumimos. Investigaciones han encontrado microplásticos en pulmones, testículos, torrente sanguíneo e incluso en la leche materna. Estos diminutos fragmentos de plástico pueden ingresar al cuerpo humano a través de la inhalación de partículas en el aire o la ingestión de alimentos contaminados, especialmente aquellos que han estado en contacto con envases plásticos.
Un estudio publicado en Environment International por investigadores de la Universidad de Birmingham demostró que ciertos aditivos en los microplásticos, como los éteres de difenilo polibromados, pueden penetrar a través de la piel, lo que subraya la necesidad de investigar más a fondo las vías por las cuales los microplásticos pueden introducir sustancias tóxicas en el organismo.
El impacto de estos microplásticos en la salud humana es motivo de creciente preocupación. Investigadores han encontrado partículas de plástico en el cerebro de ratones apenas dos horas después de haber ingerido agua contaminada con microplásticos. Esta presencia en el cerebro podría aumentar el riesgo de inflamación, trastornos neurológicos e incluso enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.
Cómo evitar consumir microplásticos
Aunque evitar los microplásticos por completo es prácticamente imposible, hay medidas que se pueden tomar para minimizar la exposición. Por ejemplo, evitar el uso de botellas de plástico y optar por recipientes de vidrio o acero inoxidable para almacenar alimentos es un buen comienzo. Las investigaciones muestran que el agua embotellada contiene niveles significativamente más altos de microplásticos en comparación con el agua del grifo, por lo que el uso de botellas reutilizables de materiales alternativos es recomendable.
Además, el uso de filtros de agua certificados por la Fundación Nacional de Ciencia (NSF, por sus siglas en inglés) puede ayudar a reducir la presencia de microplásticos en el agua que consumimos. Entre los filtros recomendados están el Aquasana AQ-5200 y la jarra Brita Elite. No obstante, es importante evitar el uso de agua caliente en estos filtros para minimizar la degradación del plástico.
En cuanto al almacenamiento de alimentos, es aconsejable evitar el uso de recipientes plásticos, especialmente para alimentos calientes, ya que las altas temperaturas pueden acelerar la degradación y liberación de microplásticos. La endocrinóloga Gillian Goddard recomienda no reutilizar plásticos de un solo uso para alimentos y bebidas, y sugiere utilizar vidrio o cerámica para calentar los alimentos.
También es útil mantener el hogar libre de polvo, ya que este puede contener microplásticos. El uso de aspiradoras con filtros HEPA o S-class y la limpieza de superficies con una esponja o paño húmedo pueden reducir la presencia de microplásticos en el aire interior.
Las consecuencias de los microplásticos en el medio ambiente
Los microplásticos no solo representan un riesgo para la salud humana, sino que también tienen graves consecuencias para el medio ambiente. Estas partículas, una vez liberadas, pueden ser transportadas por el viento y el agua, extendiéndose por todo el planeta. Eventualmente, los microplásticos terminan en los océanos, donde son ingeridos por la vida marina, desde el plancton hasta los peces que consumimos. Este ciclo perpetúa la presencia de microplásticos en la cadena alimentaria, con consecuencias aún no del todo comprendidas.
La acumulación de microplásticos en los océanos afecta a la biodiversidad marina y altera los ecosistemas. Por ejemplo, los peces y otros organismos acuáticos pueden confundir los microplásticos con alimento, lo que no solo afecta su salud y supervivencia, sino que también puede impactar a las especies que dependen de ellos.
La magnitud de la contaminación por microplásticos es tal que se ha convertido en un problema global que requiere una atención urgente. La reducción de la producción y el uso de plásticos, junto con una mayor educación y concienciación sobre este tema, son pasos cruciales para mitigar los efectos de los microplásticos en el medio ambiente y la salud humana.