El plástico continúa siendo uno de los mayores desafíos ambientales actuales, a pesar de numerosas campañas publicitarias en pro del reciclaje y la reutilización. Menos del 10 % de los desechos de plástico generados se reciclan anualmente. Este dato resalta la magnitud del problema, pese a los esfuerzos globales para concienciar a la población sobre la importancia de las tres R: Reducir, Reutilizar y Reciclar, introducidas en la Cumbre del G8 en 2004.
Las bolsas de plástico del supermercado, por ejemplo, tardan alrededor de 150 años en descomponerse. Para una botella de PET, el proceso puede extenderse hasta los 1.000 años. Esto significa que una botella fabricada en el año 1025 aún podría existir hoy
La urgencia de abordar el daño causado por el plástico se destacó nuevamente en 2005, cuando la UNESCO declaró el 17 de mayo como el Día Mundial del Reciclaje, con el objetivo de fomentar la práctica del reciclaje de diversos residuos. Desde entonces, esta fecha ha servido para promover una mayor conciencia sobre la contaminación ambiental causada especialmente por plásticos y otros materiales no biodegradables.
Los plásticos, materiales formados por polímeros derivados principalmente del petróleo y otros hidrocarburos, son conocidos por su gran capacidad de moldeado y adaptación a diversas formas. Su versatilidad y bajo coste de producción han hecho que estos materiales sean omnipresentes en la vida moderna. Sin embargo, su durabilidad también implica que persistan en el medio ambiente durante mucho tiempo, contribuyendo a la contaminación.
¿Por qué tardan tanto en degradarse?
La razón de esta resistencia está en la estructura química del plástico. Los plásticos están compuestos por largas cadenas de átomos de carbono e hidrógeno, enlaces excesivamente fuertes y difíciles de romper, incluso para las enzimas de bacterias y animales. “Las enzimas no tienen la potencia suficiente para romper esos enlaces tan resistentes”, indicaron desde Beck Destrucción Confidencial.
Diversos factores pueden afectar el tiempo de degradación del plástico. Entre estos factores se encuentran las distintas variedades de plástico, la configuración del producto y el ambiente donde se encuentra. El plástico sometido al aire se degrada a un ritmo diferente al expuesto a agua de mar, por ejemplo.
La degradación de las botellas de plástico es especialmente crítica. Estas botellas, fabricadas con tereftalato de polietileno (PET), son ampliamente utilizadas para envases y pueden tardar hasta un milenio en descomponerse. Esta larga vida útil puede afectar profundamente a los ecosistemas donde se encuentran.
Por otro lado, aunque las bolsas de plástico tardan menos tiempo en degradarse, unos 150 años en promedio, esto sigue siendo un problema significativo.
En el mar, el plástico se degrada un poco más rápido. Las bolsas de plástico, en particular, se descomponen en unos 55 años, casi un tercio del tiempo que en tierra. Sin embargo, la descomposición en agua salada también puede extenderse a unos quinientos años. “El plástico probablemente sea más dañino en el mar”, se menciona en el reporte.
Este proceso de degradación en el mar ha llevado a la proliferación de imágenes preocupantes de animales marinos atrapados en restos de plástico. La diferencia de tiempo en la degradación entre tierra y mar ilustra la complejidad del problema y reitera la urgencia de soluciones globales para la gestión de residuos plásticos.
Además de la problemática general de los plásticos, existen microplásticos, pequeñas partículas que resultan de la degradación de objetos mayores. Estos, junto con otros contaminantes como los metales pesados y compuestos orgánicos persistentes, agravan aún más la situación ambiental.
¿De qué están hechos los plásticos?
La composición de los plásticos incluye diversos aditivos como los ftalatos, empleados para mejorar la flexibilidad y durabilidad, o el bisfenol A (BPA) utilizado en plásticos duros y resinas epoxi. Estos aditivos pueden tener efectos adversos en el medio ambiente y la salud humana. Asimismo, los plásticos tienen la capacidad de absorber contaminantes como metales pesados (ej. plomo y mercurio) y compuestos orgánicos persistentes como los pesticidas y los bifenilos policlorados (PCBs), lo cual incrementa su nocividad.
A pesar de la amplia difusión de campañas de concienciación a lo largo de los años, los esfuerzos para limitar el impacto de los desechos plásticos parecen insuficientes. Un estudio destaca que, a nivel global, menos del 10% de estos residuos se reciclan cada año. Esta cifra es significativa por el alto potencial de reciclaje de los plásticos. La mayoría sigue acumulándose en vertederos y océanos, donde su descomposición puede tardar siglos.
Para enfrentar este desafío, una de las iniciativas recientes incluye el desarrollo de una proteína artificial capaz de degradar microplásticos. De acuerdo con investigaciones publicadas, este avance podría representar una solución potencial a los pequeños fragmentos de plástico que contaminan los ecosistemas marinos y terrestres.
El Día Mundial del Reciclaje, proclamado por la UNESCO, busca crear conciencia e implementar prácticas de reciclaje que se conviertan en hábitos diarios. Es crucial que la reducción y el reciclaje no se perciban como una moda, sino como una norma de vida esencial para proteger el medio ambiente. Instan a la población a adoptar una conducta responsable y sostenible en su manejo de residuos.
Uno de los mayores retos actuales es lograr que cada individuo incorpore las prácticas de las tres R en su vida cotidiana. Esta adopción es vital para reducir la cantidad de desechos plásticos y minimizar su impacto ambiental. La combinación de esfuerzos individuales y avances tecnológicos, como la mencionada proteína artificial, podría marcar una diferencia significativa en la lucha contra la contaminación por plásticos.