La agricultura es definida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) como una actividad “de gran importancia en la economía de muchos países en desarrollo debido a su significativa contribución a la producción interna y el empleo, así como por su aporte a la seguridad alimentaria, esencial sobre todo para los países menos industrializados”.
Dentro de esta amplia categoría se encuentra la viticultura, que es la disciplina y práctica de cultivar uvas. Esta actividad, comúnmente, se asocia con el vino, aunque también se planifica para otros usos, como por ejemplo el consumo de pasas.
Tal como sucede en otros entornos naturales, el calentamiento global está afectando a los territorios en los que se lleva a cabo la viticultura. Recientemente, un estudio científico realizado por expertos de la Universidad de Padova, en Italia, encontró que hay viñedos ubicados en laderas de montañas que están bajo amenaza.
“Los paisajes agrícolas de pendiente pronunciada cubren una pequeña fracción de las áreas agrícolas mundiales. A pesar de la cobertura limitada, son relevantes para la producción de alimentos y vinos de alta calidad, la historia y el valor paisajístico. Sin embargo, tales paisajes son frágiles y están amenazados por el cambio climático”, plantearon los investigadores en el trabajo, que fue publicado en la revista iScience.
Para estos científicos, “la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático acelera la degradación del suelo; los eventos de lluvias intensas y localizadas, si las soluciones de conservación del suelo y el agua no se adoptan de manera óptima, pueden desencadenar rápidamente fallas en las laderas y procesos generalizados de erosión del suelo en las laderas cultivadas; además, las sequías prolongadas afectan a estos paisajes”.
“El riesgo no es solo perder un producto agrícola o ver un cambio en el paisaje, lo que impacta negativamente en la economía local. El riesgo es perder la historia de comunidades enteras y sus raíces culturales”, lamentaron los autores.
Y detallaron que la viticultura “encuentra condiciones ideales en laderas de montañas. Para esto, hay muchas razones, como por ejemplo, la radiación solar óptima, la correcta fluctuación de la temperatura entre el día y la noche (esencial para la maduración de la uva), la ventilación y el drenaje adecuado del suelo. Todos estos factores contribuyen a producir vinos excelentes y reconocidos internacionalmente”.
Uno de los principales focos de esta investigación fue la llamada viticultura “heroica”, que así fue definida: “La viticultura se vuelve ‘heroica’ cuando se practica en condiciones climáticas, geomorfológicas y geográficas extremas. Los agricultores son considerados héroes porque se enfrentan a este entorno adverso todos los días, normalmente mediante operaciones puramente manuales sin el uso de herramientas mecanizadas”.
“En la actualidad -siguieron los expertos- son dos los grandes retos a los que se enfrenta la viticultura heroica: la intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos y la sostenibilidad socioeconómica. Los eventos de lluvias intensas y localizadas que ocurren en laderas pronunciadas (especialmente aquellas afectadas por características antrópicas como caminos o terrazas) podrían desencadenar una severa degradación del suelo e incluso movimientos en masa”.
En estas condiciones, según el estudio, “los sistemas de drenaje deberían diseñarse y mantenerse adecuadamente para manejar el agua de lluvia excesiva, evitando la concentración a lo largo de las rutas de flujo preferenciales en los caminos rurales. Por otro lado, las condiciones de sequía extrema prolongada en algunas regiones de Europa crearían criticidades sin precedentes para una adecuada gestión del agua”.
Para llegar a estas conclusiones, los autores realizaron seguimientos en distintas regiones de Europa como Italia, las Islas Canarias y Portugal. “Los paisajes caracterizados por una viticultura heroica han sido reconocidos y protegidos por las Naciones Unidas, siendo insertados en los Sitios del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (GIAHS) de la FAO”, resaltaron.
En tanto, para paliar las consecuencias del cambio climático en estos territorios, recomendaron: “Es esencial adoptar un enfoque integrado y multidisciplinario. La clave del éxito está en combinar el conocimiento tradicional de los enólogos con la innovación y el rigor científico, junto con estrategias de comunicación dirigidas a acercar el mundo científico a los agricultores y consumidores”.
“Las soluciones para mitigar los problemas en el viñedo son diversas y pueden basarse en tres pilares: identificación de áreas críticas, mejora de la sustentabilidad del cultivo y monitoreo constante. Cada una de las actividades puede beneficiarse del trabajo combinado de los agricultores y la investigación científica en una relación mutualista donde cada actor compensa las posibles deficiencias del otro”, sugirieron.
Y cerraron: “El monitoreo es crucial para inspeccionar áreas críticas y para planificar intervenciones de mantenimiento para reducir el riesgo hidrogeológico. Por ejemplo, evaluando los efectos de diferentes tipos de prácticas de manejo del suelo o diseños de redes de drenaje. De esta manera, las granjas pueden trabajar en estrecha colaboración con los científicos para optimizar las inversiones para un paisaje agrícola más funcional, sostenible y seguro, una alianza ganadora para enfrentar estos diversos desafíos naturales y antropogénicos”.
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