Pebbles tuvo una vida feliz. Así lo aseguran sus dueños, Bobby y Julie Gregory, quienes la adoptaron a pocas semanas de nacida y siempre la tuvieron junto a ellos. La describían como la “reina de la casa”.
La pequeña toy fox terrier, de apenas 1,8 kilos de peso, había nacido el 28 de marzo del año 2000 en Long Island, estado de Nueva York. Cuando los Gregory decidieron adoptarla, siendo aún una cachorra, la llevaron a vivir con ellos a Taylors, una pequeña localidad en Carolina del Sur.
A lo largo de su vida, Pebbles tuvo 32 cachorros junto a otro toy fox terrier, de nombre Rocky, que falleció a los 16 años en 2017. Le encantaba la música country, y Julie le había armado una página en Instagram donde cerca de nueve mil seguidores apreciaban sus fotos con distintas vestimentas, desde sombreros estilo lejano oeste hasta moños de colores.
A comienzos de este año, el libro Guinness de los récords mundiales reconoció con el certificado oficial del perro más longevo del mundo a TobyKeith, un chihuahua de 21 años. Cuando la noticia llegó a los medios, varios amigos de los Gregory -que sabían que Pebbles tenía 22 años- les reenviaron la noticia diciéndoles que debían contactar a la institución para reclamar el certificado de Pebbles. Y así lo hicieron. Los Gregory enviaron toda la documentación de su mascota para certificar que tenía 22 años y el libro Guinness terminó dándole el certificado como el can más longevo del planeta.
A cinco meses de cumplir los 23 años, Pebbles falleció tranquilamente en su hogar, acompañada por Julie y Bobby, quienes siempre la cuidaron, informó la organización Guinness. Los Gregory por su parte, también dieron a conocer la noticia en las redes sociales.
“Fue un honor para nosotros haberla tenido como mascota y como miembro de nuestra familia. Nunca hubo nadie que conociera a Pebbles que no la quisiera”, escribieron en la red social Instagram.
Cuando Guinness le dio su certificado de longevidad, la imagen de Pebbles llegó a los medios de todo el mundo. En aquel entonces, Julie contó que si bien la perra era aún muy alegre y juguetona, la edad se notaba por la cantidad de horas que dormía al día. Sus jornadas empezaban recién a las 5 de la tarde.
El otro secreto de la longevidad, según sus dueños, tiene que ver con la comida sana y el ambiente de amor en el que siempre vivió.
“Hay que tratarlos como un miembro de la familia, porque lo son. Darles un entorno positivo y feliz, en la medida de lo posible. Una buena comida, limpieza y atención sanitaria adecuada”, decía Julie acerca de la que ella consideraba su hija más pequeña.
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