Al quedar Italia fuera del Mundial por primera vez en 60 años no solamente alcanza con analizar la derrota ante Suecia. La crisis de la Azzurra ha comenzado a gestarse hace tiempo y dentro de los factores que influyeron en el declive se encuentra la decadencia del Calcio italiano, que supo ser la liga más prestigiosa del mundo hace menos de tres décadas. La Liga italiana inició su deslucimiento justo después de que la selección nacional se consagrara campeona del mundo en 2006. Aquel triunfo por penales ante Francia no hizo más que maquillar la curva descendente de un campeonato que tuvo sus mejores años en los '80 y los '90.
Italia, que no logró superar la fase de grupos en los últimos dos mundiales, se ha quedado en el umbral de la próxima edición. Las pérdidas económicas en los clubes locales, que cada vez tenían menos competitividad en certámenes continentales, son algunos de los síntomas que auguraban las pobres actuaciones de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. Al no atender a las alarmas, el sufrimiento reinó en el periodo de clasificación para Rusia 2018 y el desenlace fue trágico.
De los años dorados al inicio de la crisis
El nivel del juego había bajado considerablemente en los últimos años de la década de los '70 y, tras una larga polémica, en el verano de 1980 se reabrió el mercado para fichar futbolistas extranjeros en Italia. Era sólo uno por equipo, pero el cupo fue aumentando al ver que el certamen ganaba prestigio. Para la temporada 1984/85, el Calcio italiano tenía planeado cerrar el grifo. Los clubes se vieron obligados a comprar estrellas a último momento y así llegaron los mejores del mundo: Diego Maradona (Napoli), Karl-Heinz Rummenigge (Inter) y Sócrates (Fiorentina) se sumaron a algunos grandes jugadores que habían desembarcado en mercados anteriores como Michael Laudrup (Lazio), Michel Platini (Juventus), Falcao (Roma), Zico (Udinese) y Daniel Passarella (Fiorentina). Tres años más tarde, con la reapertura a los extranjeros, Berlusconi fichó a los holandeses Gullit y Van Basten para el AC Milán. Así inicia la época dorada.
El fútbol italiano mantuvo atractivo por más de dos décadas. Entre 1991 y 2001, la Serie A era la liga con el coeficiente más alto de Europa, según los estándares de la UEFA. Posteriormente, el AC Milán (2003 y 2007) y el Inter (2010) ganaron la Champions League. Jugadores como George Weah, Roberto Baggio, Marco Van Basten y Lothar Matthäus, Kaká, Fabio Cannavaro, Andriy Shevchenko, Pavel Nedved y Ronaldo Nazário, ganaron el Balón de Oro en clubes italianos.
Pero los italianos se durmieron en los laureles después del título mundial que la Azzurra logró en Alemania 2006. Los clubes de la Serie A comenzaron a quedarse atrás en gastos en fichajes con respecto a ligas como Inglaterra, España, Alemania e incluso Francia. Además, comenzaron a depender de los ingresos televisivos, y no desarrollaron estrategias para aumentar las ganancias a través de otras vías, como el marketing, los patrocinadores regionales o la venta de jugadores. Las estrellas extranjeras envejecieron y no hubo recambio. La crisis financiera global del 2008 terminó de matar la competitividad de los italianos. Su incapacidad transformar su estructura administrativa y arcaica a las necesidades actuales los ha estancado de forma definitiva.
Una Liga con pérdidas, extranjeros de segundo nivel y sin público
Hace tres años, la Federación Italiana de Fútbol reveló un análisis económico que mostró que el fútbol local había tocado fondo: los clubes de la Serie A acumulan pérdidas de 525,5 millones de euros cada año. Los equipos más grandes debieron recurrir a la inyecciones de magnates del extranjero. AS Roma es propiedad de empresarios estadounidenses desde el 2011. El Inter pasó a manos de asiáticos en el 2016 y, este año, Silvio Berlusconi vendió todas las acciones del Milán a un empresario chino.
Como si fuera poco, el promedio de asistencia de los partidos de la Serie A se encuentran entre los peores registros entre las mejores ligas de Europa. El porcentaje de asistencia a los estadios fue sólo del 55.7% del aforo total en la última temporada. Una de las razones principales es que las instalaciones han quedado muy antiguas y siguen sin ser remodeladas: los estadios de los equipos de la Serie A tienen de media 64 años de antigüedad.
El círculo vicioso ha traído una evidente baja en la calidad del juego. Se acabaron los extranjeros de élite y empezaron a ser cada vez más los fichajes de segunda línea. La creatividad desapareció de los campos de juegos. De los 30 fichajes más costosos de la historia del fútbol mundial, sólo dos corresponden a la Serie A de Italia: el argentino Gonzalo Higuaín -de Napoli a Juventus por 90 millones de euros- y su compatriota Hernán Crespo -de Parma a Lazio en 55 millones de euros-. Actualmente, sólo un futbolista italiano está entre los 30 futbolistas más valiosos del mundo: Marco Verratti (60 millones de euros).
En consecuencia, el desarrollo de los jóvenes futbolistas italianos se vio frustrado por jugadores de segundo o tercer orden. El fútbol italiano, que siempre ha sido resultadista, se llenó de jugadores de baja calidad y quedó plagado de plantillas muy amplias de jugadores de nivel medio.
El escenario a futuro: una liga más competitiva
En el poco recorrido que tiene la temporada, la Serie A ha mostrado un lavado de imagen interesante. Al rendimiento de la Juventus, animadora del torneo en los últimos años y finalista en Europa hace pocos meses, se le ha sumado las buenas versiones del Napoli de Sarri, el Inter de Spalletti y el Milan de Montella, entrenadores que no superan los 60 años y ha revitalizado al campeonato con un fútbol más comprometido con el balón. Más allá del entusiasmo que ha generado este inicio, el fútbol italiano necesita una reflexión profunda sobre los modelos de clubes modernos que se basan en decisiones a mediano plazo. La Juve fue el único club capaz de entender las demandas del fútbol europeo a partir del Siglo XXI y por eso ha sido el gran dominador del certamen en los últimos años.
Mientras tanto, la Federación Italiana busca al reemplazante de Gian Piero Ventura en el banquillo de la Azzurra. Carlo Ancelotti es la opción más probable porque agrada a los aficionados, tiene trayectoria y se encuentra sin trabajo. Aunque también suenan Massimiliano Allegri, Roberto Mancini y Antonio Conte, quien potenció a este grupo de jugadores pero se marchó al fútbol inglés mucho antes de poder evitar la derrota con Suecia.
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