Entre el agua y las alturas: Orlando Duque, el colombiano que se convirtió en el mejor clavadista del planeta

Tras más de 20 años de carrera, este atleta caleño conoció como pocos el riesgo, destreza y las agallas de saltar desde un acantilado a más de 27 metros de altura para bañarse de gloria y cumplir sus sueños

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El colombiano Orlando Duque, quien
El colombiano Orlando Duque, quien fuera considerado como el mejor clavadista del mundo, destapó parte de su vida en diálogo con Infobae Colombia. Foto: Colprensa-Red Bull

Y ahí estaba él, un 24 de enero de 2018. Al borde de un enorme témpano de hielo y a punto de cumplir uno de tantos sueños. Eran unos 20 metros los que lo separaban de las gélidas aguas, cuya temperatura apenas superaba el grado. Eso ya era mucho decir. El terreno era muy resbaloso, por lo que hacer unos huecos en la superficie era la mejor medida de seguridad. Una mirada firme, inquebrantable, y la última respiración profunda acompañaron ese salto lleno de gloria.

En la Antártida, ese masivo desierto de hielo, Andrés Orlando Duque Escobedo hizo los dos saltos más importantes de su vida. La concentración mezclada con una pizca de adrenalina no le dieron ni tiempo de pensar en el frío. “Fue una de las cosas más difíciles, todo era nuevo, complicado, era un reto muy grande. Estábamos lejísimos. Fue el proyecto más peligroso y difícil logística y técnicamente. A todo lo que me enfrentaba era nuevo”, reconoció en diálogo con Infobae Colombia.

Los riesgos, lejos de representar un peligro, son el combustible que alimenta sus triunfos, esos que lo llevaron a ser considerado como el mejor clavadista del mundo. En sus vitrinas reposan 13 títulos mundiales: seis campeonatos en la Copa del Mundo, tres en el WHDF World Champions, y uno en la FINA World Championships en Barcelona 2013.

Pero tampoco pueden quedar en el olvido sus dos récords Guinness: uno por lograr la calificación perfecta en el Mundial del año 2000; y el otro al contar con el mayor número de participaciones en eventos mundialistas. Un ‘fuera de serie’ de los clavados de altura.

Orlando Duque cumplió su sueño
Orlando Duque cumplió su sueño de lanzarse de un iceberg de 20 metros en la Antártida (2018). Foto: Colprensa-Red Bull-Andreas Vigl

Los giros que llevan a aguas desconocidas

Orlando Duque, quien nació en el seno de una familia humilde en 1974, llegó a los clavados como cualquier niño que se divierte en las calles pateando una pelota. El fútbol ya vibraba en Cali, capital del Valle del Cauca, en la década de los 80. ‘El Pibe’ Valderrama y Bernardo Redín conformaban una dupla sensacional en el Deportivo Cali, equipo del cual Orlando es hincha; y el médico Gabriel Ochoa Uribe gozaba de una plantilla estelar en el América: Julio César Falcioni, Ricardo Gareca, Roberto Cabañas, Antony de Ávila, César Cueto y Willington Ortiz regaban su talento en la cancha.

El fútbol, aunque divertido, nunca terminó de ‘cuajarle’: “Era tan malo que ahí no había futuro, yo no me lo disfrutaba”, contó con gracia. También probó en el judo y el béisbol, pero sin éxito. Sin embargo, cuando acababa sus jornadas, se sentaba en las gradas de las piscinas panamericanas en Cali para observar a los clavadistas. En medio de esas visitas, y como si hubiera caído del cielo, una de las entrenadores le preguntó al joven de 10 años si quería aprender. Y claro, la respuesta no pudo ser otra: ‘Sí’.

“Esa sensación de estar en el aire, saltar, de caer… desde el principio, cuando ni siquiera sabía qué era esto, me gustaba. A medida que más aprendía más me atraía y más me motivaba a entrenar”, sostuvo Orlando, a quien, curiosamente, no le gustaba bañarse.

Diez años de dedicación, trabajo y sacrificio traerían los primeros frutos. Los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 eran el objetivo, y allí estaba enfocada la preparación. Pero su sueño se quedó en eso, un sueño, por un cuento ya conocido y que, para Orlando, se traduce en las decisiones de “la dirigencia y cómo manejan el deporte en Colombia”.

La Federación Colombiana de Natación (FECNA) “se encartó” porque le habían pedido unos puntajes a él y a César Suárez, otro clavadista ‘cafetero’ para asistir al evento. No obstante, y aunque sí lograron establecer tales registros, el tema se quedó en ‘veremos’, porque el cupo nunca llegó: “Quedamos por fuera por una decisión mal hecha en la Federación que por falta de méritos”, dijo el atleta caleño.

Los recursos económicos eran escasos y los clavados estaban —y siguen estando— lejos de ser una profesión viable en el país, por lo que en su camino se cruzó el estudio. Orlando no era aplicado en el colegio, y ahora tenía que probarse en la universidad: se fue de cabeza a la ingeniería electrónica, en la Universidad del Valle. No obstante, los paros y protestas lo frenaron en seco, evitando que saltara hacia esas aguas desconocidas.

La puerta de la aventura nunca se cerró. Y luego de la incertidumbre le salió un contrato para trabajar en un parque de diversiones en Austria, a más de 9.500 kilómetros de Colombia y con un clima alpino, lejos del calor de Cali. ¿Su función? Encabezar un show de clavados en una piscina. Lo curioso es que, como parte del espectáculo, debía vestirse de payaso y hasta portar una toalla bañada en gasolina.

Hacíamos clavados de competencia, saltos normales en plataforma, clavados sincronizados y hacíamos una comedia. Luego se hacía un salto de la antorcha humana, que se prende uno en llamas, y el salto final que era desde una escalera de 25 metros a la piscina”, relató Orlando, quien en septiembre cumplirá 48 años.

Si hay alguien que Orlando admira como a nadie es su madre. Ella le hizo creerse el cuento de que podía triunfar. “Mi mamá fue la que me abrió el horizonte para pensar mucho más allá, yo vengo de una familia muy pobre y ella fue la que me dijo ‘vos estás hecho para grandes cosas’”. Y para allá iba.

De las piscinas a los acantilados: persiguiendo el sueño

Fueron cerca de tres años desempeñándose como un showman en Austria; pero su destino cambiaría repentinamente, como si fuera parte del destino. En una de tantas tardes vio en televisión una competencia de clavados de altura, mejor conocidos como cliff diving. Estos no son otra cosa que saltos en caída libre de hasta 27 metros, combinando acrobacias de toda clase. Una de esas corrientes de agua no se le iba a escapar dos veces.

Duque es terco, a veces más de lo que a él le gustaría, pero la ética de trabajo y la disciplina siempre han sido la receta del éxito. Aunque el colombiano recibió una invitación para uno de los campeonatos en 1998, fue un lío que la empresa que lo empleaba lo dejara participar por cuestiones contractuales. Y se tuvo que guardar las ganas hasta el año siguiente.

En el Campeonato Mundial de Suiza 1999 le llegó su gran oportunidad y, pese a que el talento corría por sus venas, pensar en pelear el título en una modalidad poco explorada era una locura. Tantos años después, la realidad es que la verdadera locura habría sido no creer en él, porque terminó segundo y se embolsó 4.000 francos, una muy suculenta cifra para la época. ¡Chapeau!

Los caminos de la vida, como diría la popular canción de la agrupación colombiana Los diablitos, lo llevaron hasta Hawái, ese conjunto de islas en el océano Pacífico central. Allí vivió 18 años. Casi dos décadas entre el agua, las playas y un notable bagaje cultural que le permitió desconectarse del mundo que hasta entonces conocía. Era una vida que necesitaba, y que le ayudó a seguir construyendo su legado.

El gran resultado en su primer Mundial hizo que Red Bull, la popular compañía austriaca de bebidas energéticas, se fijara en él. Además de invitarlo a otra competencia en Arizona, Estados Unidos, lo querían patrocinar. Y así fue. Orlando continuó ganando, porque si algo no le gusta es perder.

“A mi me gusta hacer las cosas bien desde la primera vez”, ese es su lema.

La vida no siempre le sonrió, ya que, por ejemplo, en el 2002 sufrió una lesión de coxis que lo tuvo postrado por dos meses, y en el 2003 padeció una contusión cerebral durante un entrenamiento que lo tuvo en una sala de urgencias. Y en el 2011 se accidentó tras lanzarse de un p aracaídas, partiéndose el pie en tres partes en uno de sus mejores momentos deportivos. Una tortura para alguien que está acostumbrado a desafiar los peligros en las alturas. Pero no hubo obstáculo tan grande para detenerlo: a la hora de pararse al borde del acantilado, “ese miedito es emocionante”, cuenta dejando escapar una sonrisa.

El retiro le ‘coqueteó’ varias veces, y finalmente se concretó en el 2019, en la antesala de la crisis mundial por la pandemia del covid-19. Sin embargo, los triunfos que llegaron por más de 20 años no los cambiaría por nada: “Sería muy malagradecido, porque las cosas me han salido muy bien en mi carrera, ha sido muy bonita y exitosa”.

En Barcelona (2013), Orlando Duque
En Barcelona (2013), Orlando Duque conquistó la primera medalla de oro para Colombia en la historia de los mundiales de natación. Foto: Colprensa-Cortesía Red Bull

Orlando Duque, una segunda vida ligada a su gran pasión

¿Cuál es el siguiente capítulo de esta historia? Todavía está en desarrollo. Duque es consciente que la vara quedó muy alta. Los grandes exponentes del deporte no se cocinan todos los días: “Yo le digo a la gente: ‘esto es un proceso’. Esto no es ‘se retiró Orlando y ponemos otro’, no es tan sencillo”. Andrés Orlando fue el Juan Pablo Montoya del automovilismo; el Falcao García del fútbol; la Mariana Pajón del BMX, el Nairo Quintana del ciclismo de ruta; el Camilo Villegas del golf; el ‘Kid Pambelé’ del boxeo… entre muchos otros ejemplos. Un fenómeno.

“Yo le dediqué mi vida a esto, me fui del país, todo lo aposté y no me quedé con nada”, sentenció.

Su vida, aunque ya no gira en torno a los clavados competitivos, no ha perdido su esencia: la aventura, viajando por todo el mundo como embajador de esta disciplina. Además, recientemente fue nombrado como director deportivo de la Serie Mundial, el proyecto más grande de clavados que tiene Red Bull: “Hago capacitaciones, entrenamientos, charlas, televisión y redes sociales”, apuntó.

No solo la Antártida fue testigo de sus saltos: el Amazonas y la isla de Malpelo, en su querida Colombia; la Estatua de la Libertad, en Estados Unidos; la Cueva Azul (Croacia); y el Puente de Mostar (Bosnia y Herzegovina) también hacen parte de su listado.

Hoy, sentado en su casa, y con su característica cabellera que deja escapar alguna que otra cana —porque los años no pasan solos—, recuerda con una sonrisa los buenos y malos momentos que vivió en ese mundo que tanto lo apasiona. Orlando es un tipo chévere, feliz, o al menos así es como quiere que lo recuerden quienes fueron testigos de sus hazañas. Y en el agua sigue siendo el niño que un día soñó con convertirse en el rey de los clavados.

Orlando Duque espera seguir vinculado
Orlando Duque espera seguir vinculado al mundo de los clavados desde la parte dirigencial. ¿El objetivo? Impulsar el desarrollo de esta disciplina en Colombia. Foto: cortesía Red Bull / Instagram @orlandoduque

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