El atroz asesinato del presidente de Haití, Jovenel Moise, en su propia casa puso en el ojo de este huracán a Colombia. La razón es que de los 26 presuntos responsables de este crimen, 24 son militares retirados del Ejército colombiano y dos más son estadounidenses de origen haitiano.
Las autoridades de la isla hablan de mercenarios quienes fueron entrenados por semanas para cumplir con la misión de asesinar a Moise. “Fue un ataque bien planificado y eran profesionales”, dijo el embajador haitiano en Washington, Bocchit Edmond.
Pero no es la primera vez que se habla de mercenarios colombianos. De hecho, hace unos años se conoció que son cientos los nacionales entrenados militarmente quienes viajan a diferentes países del mundo a pelear en conflictos ajenos.
Así lo reveló en 2014 una investigación periodística de The New York Times que visibilizó cómo los Emiratos Árabes Unidos han enviado a cientos de mercenarios colombianos a Yemen.
“Los mercenarios son una opción atractiva para los países ricos que desean participar en la guerra, pero cuyos ciudadanos tal vez no quieran pelear”, le dijo Sean McFate, fellow del Atlantic Council y autor del libro “The Modern Mercenary”, a ese medio estadounidense.
Cuentan que soldados colombianos, seleccionados de una brigada de aproximadamente 1.800 soldados latinoamericanos que entrenaban en una base militar de los Emiratos, fueron llevados a Yemen. “Los funcionarios de los Emiratos prefieren reclutar tropas colombianas porque consideran que éstas tienen más experiencia en el frente de batalla, pues por décadas han combatido a las Farc, en las selvas de Colombia”, señalan.
Sobre estos mercenarios también hay reportes en medios colombianos. En 2015, El País de Cali retrató uno de esos casos. Se trataba de un joven que a sus 20 años se graduó como suboficial del Ejército en la escuela Inocencio Chincá de Tolemaida y fue enviado como cabo tercero al Cauca. Patrulló en la cordillera Central: en Toribío, Tacueyó, el Páramo de Santo Domingo; estuvo en la zona en que se desarrolló la operación Fuego Azul para abatir al jefe guerrillero ‘Alfonso Cano’. A sus 22 años renunció al Ejército y meses después partió hacia Afganistán como contratista de una empresa privada a luchar contra los extremistas musulmanes.
“Son varias las firmas reclutadoras que hacen presencia en Colombia. Entre ellas están Soldado Global, ID Systems y IG Solutions. Estas compañías contratan con Academi para reclutar a los colombianos y se encargan de realizar toda la documentación necesaria y de pagar los salarios. Una vez los militares firman con las reclutadoras, son enviados a Moyock, al campo de entrenamiento de Academi, en donde deben pasar una serie de pruebas, entre ellas manejo de armas largas y cortas”, señaló el medio.
De estos mercenarios también escribió el periodista colombiano Daniel Coronell, quien a través de una columna de opinión en Semana, fue más allá salpicando a instituciones militares en el país: “los improvisados soldados de fortuna -enrolados por una empresa internacional- recibieron instrucción bélica relámpago en fincas y también en instalaciones militares colombianas. Para ello usaron armas oficiales o decomisadas a la guerrilla. Alguien en las Fuerzas Militares apoya el millonario negocio de exportación de mercenarios”, escribió.
Con una serie de fotografías el periodista mostró a oficiales y suboficiales retirados ligados a la operación con visitantes extranjeros en instalaciones militares de Colombia.
“El cerebro del negocio es un reconocido traficante internacional de carne de cañón. Su nombre es Eric Prince y fue fundador de Blackwater y XE Services, las mismas empresas que en 2006 llevaron a exmilitares, expolicías y exdetectives colombianos a servir como mercenarios en la guerra de Irak. Les habían ofrecido un salario de 7.000 dólares, que fue bajando a 4.000, después a 2.700 y terminó en 1.000″, sostuvo Coronell.
El mercenario que llegó a entrenar hombres a Colombia
Así como empresas privadas ponen el ojo sobre los militares colombianos para conflictos en el exterior, en el país también se vivió la importación de mercenarios.
Es el caso de Yair Klein, un mercenario israelí que durante la segunda mitad de la década de los 80, coordinó los primeros entrenamientos de los escuadrones paramilitares en el país, que luego protagonizarían horrorosos actos contra campesinos y masacres sangrientas.
Ante un tribunal colombiano aseguró que su trabajo con los paramilitares había contado con el apoyo directo del Ejército Nacional y otras instituciones estatales colombianas, además de haber recibido financiamiento de alguien que luego llegaría a convertirse en presidente del país.
“No digo el nombre porque ustedes saben perfectamente quién es”, dijo Klein en hebreo, hablando vía teleconferencia desde Israel.
Las enseñanzas de Klein se impartieron a hombres de Ramón Isaza, quien se convirtió en uno de los hombres más poderosos y a la vez más temidos de las autodefensas. Este grupo paramilitar tenía al menos cinco escuelas de ‘instrucción militar’: ‘Águila 10’, Finca La Iglesia y La Guayabera, en Puerto Triunfo, Antioquia; y La Danta y Palos Verdes, en el corregimiento La Danta, en Sonsón, Antioquia.
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