
Diversas investigaciones científicas han intentado descifrar por qué algunos individuos parecen atraer a los mosquitos con mayor intensidad que otros, identificando como un factor clave el tipo de sangre.
Un estudio desarrollado en Sri Lanka y publicado por el American Journal of Entomology expone que Aedes aegypti, vector principal del dengue, presenta una marcada tendencia a alimentarse de sangre tipo O cuando se le da a elegir entre los principales grupos sanguíneos humanos.
En condiciones de laboratorio, con técnicas de genotipificación y utilizando dispositivos de alimentación artificial equipados con sangre de diversos tipos. las hembras de esta especie seleccionaron significativamente la sangre del grupo O sobre la de los grupos A, B y AB.
Estos resultados tienen relevancia para la prevención de enfermedades transmitidas por mosquitos, ya que el hábito alimenticio de la especie condiciona quién se expone con mayor frecuencia a la picadura.

En ese mismo estudio, otro aspecto examinado fue si la ingesta de diferentes tipos de sangre afectaba la capacidad de reproducción de Aedes aegypti.
No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la cantidad de huevos producidos por las hembras tras alimentarse de sangre O, A, B o AB.
Esto indica que la predilección observada no obedece a una ventaja reproductiva directa desde el punto de vista biológico, sino posiblemente a otros mecanismos o adaptaciones.
El análisis detallado de los mecanismos subyacentes a esta tendencia encuentra matices importantes en la literatura científica.
En Japón, otro trabajo publicado en el Journal of Medical Entomology utilizó la especie Aedes albopictus para estudiar la frecuencia de aterrizaje de los mosquitos sobre la piel de diferentes voluntarios. La metodología consistió en introducir las manos y antebrazos de los sujetos en cámaras especiales y cuantificar el número de aterrizajes durante un tiempo definido.

Los resultados mostraron un porcentaje mayor de aterrizajes sobre las personas de grupo O, comparados con las de grupo A, utilizando las adecuaciones estadísticas correspondientes para asegurar la robustez de los resultados.
La diferencia registrada, significativa solo frente al grupo A, proporciona una perspectiva específica sobre cómo distintas especies pueden mostrar patrones similares, aunque no idénticos.
En este experimento con Ae. albopictus también se incorporó un componente genético a través del análisis de la secreción de antígenos sanguíneos en la piel. Se clasificó a los participantes en secretores y no secretores, según la presencia de oligosacáridos correspondientes a los grupos sanguíneos en las secreciones corporales.
Se observó que, dentro del grupo O, los individuos secretores resultaron ser más atractivos para los mosquitos respecto a los no secretores, mientras que en el grupo A la tendencia fue inversa, aunque no resultó estadísticamente significativa en todos los casos analizados.
Más allá del tipo de sangre, existe consenso en que la atracción de los mosquitos hacia los seres humanos es un fenómeno multifactorial. Tal como se detalla en American Journal of Entomology, la decisión de un mosquito hembra de alimentarse de un huésped específico involucra una compleja integración de señales químicas, térmicas y visuales.
Los mosquitos detectan el dióxido de carbono exhalado por los humanos, así como compuestos liberados en el sudor —como el ácido láctico, el amoníaco y el ácido úrico—, cuya abundancia y composición pueden verse influenciadas por la genética y el estado de salud de cada individuo.

A su vez, la microbiota cutánea, es decir, el conjunto de microorganismos que habitan nuestra piel y afectan la producción de olores, representa un componente crucial: investigaciones recientes indican que los mosquitos pueden distinguir variaciones sutiles en el olor corporal y mostrar preferencias basadas en estas diferencias, las cuales están determinadas genéticamente, como sugiere un trabajo sobre gemelos publicado en PLOS One.
Este estudio comparó la propensión a ser picado por mosquitos en pares de gemelos idénticos y fraternos, identificando que la variabilidad genética explica hasta dos tercios de las diferencias individuales en el atractivo para los mosquitos.
De modo que, incluso entre personas de igual tipo sanguíneo, existirán diferencias sustanciales en la frecuencia de picaduras debido a la genética que afecta el perfil de olores y otros rasgos fisiológicos.
Por otro lado, diferentes compuestos del sudor humano, como ácido láctico, amoníaco y uratos, junto a los antígenos sanguíneos detectables en la piel, contribuyen a una firma química personal que varía según la genética, el ambiente y el cuidado personal.

Esta complejidad se confirma en el estudio de gemelos idénticos y fraternos publicado en la revista PLOS One, donde se verificó que los primeros comparten niveles similares de atractivo para los mosquitos, lo que sugiere que la base genética tiene un peso considerable y que el tipo de sangre es solo uno de los elementos en juego.
La cantidad de dióxido de carbono exhalado es otro factor de interés. Los mosquitos detectan este gas a distancia y tienden a acercarse a personas cuya respiración lo libera en mayor cantidad, como ocurre durante la actividad física, embarazo u otras condiciones.
La temperatura y el calor corporal, regulados por sensores específicos en los mosquitos, facilitan la localización de áreas corporales donde el flujo sanguíneo superficial es más intenso.

Asimismo, la elección del vestuario no es ajena a la biología de estos insectos: se ha observado una mayor incidencia de picaduras en personas que visten colores oscuros o colores cálidos, lo que incrementa la probabilidad de ser detectados visualmente.
Finalmente, el impacto en salud pública de estos hallazgos es concreto. Los mosquitos del género Aedes y Anopheles se mantienen como vectores de enfermedades infecciosas que afectan anualmente a millones de personas en el mundo.
Por tal motivo, se recomienda reforzar las medidas de barrera, como el uso sistemático de repelentes y prendas adecuadas, junto al control ambiental y domiciliario para reducir la exposición general y limitar el riesgo, especialmente para quienes pertenecen a grupos sanguíneos más atractivos para estas especies.

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