La evolución del lenguaje humano ha sido una de las incógnitas más fascinantes para la ciencia. Sin embargo, la ausencia de rastros arqueológicos limita nuestra comprensión sobre cómo comenzó a desarrollarse esta capacidad única en nuestra especie, como aborda la revista New Scientist.
Una teoría intrigante, propuesta por la lingüista Ljiljana Progovac, sostiene que los insultos creativos y despectivos pudieron desempeñar un papel crucial en este proceso evolutivo. Según esta hipótesis, el juego de palabras que da lugar a expresiones como “aguafiestas” o “entrometido” ofrece pistas sobre las etapas más temprana del lenguaje.
El origen de los fósiles lingüísticos
Progovac, investigadora de la Universidad Estatal Wayne en Michigan, se centró en analizar las frases compuestas simples y su relación con la evolución del lenguaje.
Estas combinaciones, son lo que ella denomina “fósiles lingüísticos”. Representan una forma temprana de combinar palabras para comunicar ideas complejas con estructura mínima. Sorprendentemente, la investigadora encontró un patrón universal: muchas de estas frases son despectivas, una característica que podría haber tenido un propósito evolutivo.
Durante las primeras etapas del lenguaje, nuestros ancestros humanos pudieron haber recurrido a combinaciones creativas de palabras, no solo para comunicarse, sino también para competir.
Los insultos cortos y memorables habrían sido herramientas clave para establecer jerarquías sociales sin necesidad de recurrir a la violencia física.
La supervivencia del más ingenioso
El concepto de “supervivencia del más ingenioso”, planteado por Progovac, se enmarca en el proceso de autodomesticación humana, iniciado hace unos 80.000 años.
Durante este periodo, los humanos evolucionaron hacia una menor agresividad física, priorizando habilidades como la cooperación y la creación de alianzas.
Sin embargo, la competencia por el estatus social no desapareció. En lugar de resolver conflictos mediante enfrentamientos directos, los insultos ingeniosos podrían haber sido una alternativa menos violenta pero igualmente efectiva.
Esta capacidad verbal no solo otorgaba ventajas en términos de prestigio social, sino que también pudo haber sido objeto de selección sexual.
Estudios psicológicos recientes sugieren que los hombres son más creativos en el uso del lenguaje en contextos de competencia o cuando interactúan con mujeres atractivas.
Además, las mujeres tienden a responder favorablemente al humor masculino, lo que sugiere que la creatividad verbal ha desempeñado un papel importante en las interacciones sociales a lo largo de nuestra historia evolutiva.
Evidencia en el reino animal y el cerebro humano
La hipótesis de Progovac encuentra apoyo en diferentes líneas de evidencia. Por ejemplo, algunos primates no humanos, como la gorila Koko, han demostrado la capacidad de combinar palabras para describir objetos o ideas, aunque sin la intención despectiva observada en los humanos. Este tipo de combinaciones sugiere que la habilidad para crear frases compuestas tiene raíces profundas en nuestra evolución.
En el ámbito neurológico, investigaciones con resonancia magnética funcional (fMRI) muestran que las frases simples de dos palabras activan menos regiones cerebrales que las frases complejas.
Esto sugiere que estas estructuras lingüísticas primitivas reflejan una etapa temprana en la evolución del lenguaje humano, antes de que el cerebro se especializara en el procesamiento sintáctico avanzado.
El insulto como herramienta social
Aunque los insultos parecen diseñados para atacar, también pueden tener funciones sociales positivas. Penny Spikins, investigadora de la Universidad de York, argumenta que estas expresiones a menudo refuerzan vínculos sociales, actuando como una forma de confianza entre amigos.
Al igual que las peleas de juego, los insultos amistosos permiten demostrar afinidad y cercanía sin causar daño real. Este uso social del lenguaje despectivo podría haber sido tan importante como su función competitiva en la evolución del lenguaje.
Desafíos y futuras investigaciones
A pesar de su atractivo, la teoría de Progovac enfrenta el desafío de la falta de evidencia directa sobre el lenguaje de nuestros ancestros. Sin registros arqueológicos tangibles, los lingüistas deben recurrir a comparaciones con el comportamiento animal, el estudio de lenguas modernas y la psicología evolutiva para apoyar sus hipótesis.
Expertos como Vanessa Woods y Gillian Forrester han mostrado interés en la idea, pero también subrayan la dificultad de probarla. Sin embargo, el debate en torno a estas propuestas podría abrir nuevas vías de investigación sobre el origen y la evolución del lenguaje humano.
El lenguaje, esa herramienta central para la experiencia humana, pudo haberse originado en formas sorprendentemente simples pero ingeniosas.
Los insultos, lejos de ser un elemento trivial, podrían representar uno de los primeros pasos hacia el lenguaje complejo que define a nuestra especie. Aunque la hipótesis de Progovac todavía debe superar el escepticismo y las limitaciones metodológicas, su enfoque creativo ofrece una nueva perspectiva sobre cómo la humanidad aprendió a comunicarse y a convivir.