La historia de la pasta de dientes comienza en el 5000 a.C., con las primeras civilizaciones que sentaron las bases de lo que hoy es una rutina diaria en la higiene bucal. Los egipcios ya innovaban con polvos que contenían cenizas de pezuñas de buey, cáscaras de huevo, mirra y piedra pómez triturada. Aunque estos ingredientes ayudaban a limpiar los dientes, reseña BBC History Magazine, también podían resultar dañinos para el esmalte y las encías. Estos primeros intentos, aunque rudimentarios, fueron precursores de una evolución que se extendería por milenios.
Diversos pueblos contribuyeron a esta tradición, aunque con enfoques extraños. En la antigua Grecia y Roma, se utilizaron combinaciones de huesos triturados y cáscaras de ostras. Los romanos fueron más allá y añadieron cerebros de ratón en polvo y orina humana con la esperanza de mejorar el blanqueo dental. Aunque sus métodos eran raros, también pensaban en la estética del aliento, añadiendo carbón y corteza de árbol para contrarrestar los olores.
Por su parte, las civilizaciones de China e India adoptaron ingredientes naturales como la menta, el ginseng y la sal, que eran mucho más suaves con el esmalte dental y menos abrasivos que las fórmulas occidentales.
Durante la Edad Media, la higiene dental en Europa se estancó. Aunque seguían usándose polvos dentales, las personas frotaban sus dientes con lino, hojas o incluso los dedos. La falta de avances significativos en la salud bucal perduró hasta el Renacimiento, cuando se comenzó a dar más importancia al cuidado personal y la higiene.
Fue en el siglo XVIII cuando aparecieron los primeros polvos dentales más refinados, elaborados con tiza, pan tostado y sal. Estos ingredientes resultaron menos ásperos que los usados anteriormente, pero aún no se podía hablar de pasta de dientes tal como se la conoce hoy en día. Sin embargo, el siglo XIX marcaría el comienzo de una nueva era.
En 1824, el odontólogo Dr. Peabody introdujo el jabón como ingrediente principal en las mezclas para la limpieza dental, lo que mejoró la textura y eficacia de las fórmulas. Durante las décadas siguientes, los polvos dentales fueron gradualmente reemplazados por pastas.
Mientras que, en 1873, la compañía estadounidense Colgate lanzó la primera pasta de dientes producida en masa, disponible en frascos, marcando un hito en la comercialización de la pasta de dientes. Diez años después, en 1881, el odontólogo Sheffield presentó el tubo colapsable, inspirado en los tubos de pintura de los artistas, lo que permitió una mayor practicidad en el uso del producto. No fue sino hasta 1914 cuando el flúor, un ingrediente crucial para el fortalecimiento del esmalte, comenzó a ser parte de las fórmulas.
En el siglo XX, la pasta de dientes evolucionó hacia fórmulas que limpiaban y prevenían caries, enfermedades periodontales y mal aliento. La incorporación de detergentes y agentes antibacterianos mejoró significativamente la salud bucal. A su vez, el cepillo de dientes se transformó, con la introducción de modelos eléctricos y el perfeccionamiento de las cerdas, lo que permitió alcanzar niveles de eficacia antes impensables.
La evolución del cepillo de dientes: de los palos masticables a la revolución industrial
En tiempos antiguos, como en Babilonia y Egipto, se utilizaban ramitas masticables (mástiques) que, al deshilacharse, actuaban como un tipo de pincel para los dientes. Aunque esta práctica persistió durante siglos, el verdadero avance en el diseño del cepillo comenzó en China en el siglo XV, cuando se introdujeron los primeros cepillos con cerdas de cerdo fijadas a mangos de bambú o hueso.
A lo largo de los siglos XVI y XVII, estos cepillos se hicieron populares en Asia, llegando a Europa gracias al comercio. En 1780, el inglés William Addis hizo historia al comenzar la producción en masa de cepillos de dientes, haciendo posible su acceso para un público más amplio.
Con la llegada del plástico en el siglo XIX, los cepillos de dientes se hicieron más accesibles y duraderos. En 1938, el fabricante estadounidense Dupont introdujo el nylon como material para las cerdas, reemplazando las cerdas naturales y haciendo los cepillos más eficientes y económicos. Posteriormente, los cepillos eléctricos llegaron al mercado, ofreciendo una alternativa más automatizada y precisa, que ganó popularidad en la actualidad.
Hoy en día, la higiene dental es una parte esencial de nuestra rutina diaria, y la tecnología continúa jugando un papel clave. La pasta de dientes moderna, con flúor y una variedad de ingredientes activos, ayuda a mantener los dientes limpios y saludables, mientras que los cepillos de dientes eléctricos y manuales con diversas características mejoran la eficacia del cuidado bucal.
La evolución de la higiene dental refleja los avances logrados a lo largo de la historia, desde métodos rudimentarios hasta las innovaciones actuales que permiten mantener una buena salud dental para toda la vida.