Arthur Allen, profesor de ornitología en la Universidad de Cornell, tomó una decisión arriesgada en la década del 20, cuando la mayoría de los ornitólogos de la época se centraban en la caza de aves raras. Muchos consideraban el pájaro carpintero pico de marfil (Ivory-billed woodpecker) extinto, Allen emprendió una expedición a los pantanos de Osceola, Florida, con el objetivo de confirmar la existencia de esta especie que no se veía desde hacía años.
Aunque el pico de marfil había sido dado por perdido, Allen estaba convencido de que las evidencias de su desaparición podrían estar equivocadas. La misión era ambiciosa. Tim Gallagher, autor del artículo en Smithsonian, remarca que el trabajo de Allen buscaba redescubrir especies perdidas y transformar la ciencia ornitológica en una disciplina enfocada en la conservación.
A sus 40 años, Allen era conocido por su enfoque radical en la ciencia, rechazando las prácticas de recolección de aves por parte de otros ornitólogos como William Brewster y Arthur T. Wayne, quienes se dedicaban a la caza de aves raras para sus colecciones. Allen se opuso rotundamente a esta mentalidad, no creía que la muerte de los animales era un medio legítimo para estudiar y preservar especies. Él, defendía el estudio de las aves vivas en su hábitat natural y la conservación activa de las especies. Este enfoque, representaba una revolución dentro de la ornitología de la época.
El auge de la caza científica y el impacto en las especies
Durante el siglo XIX, la ornitología estaba dominada por la caza de ejemplares, y muchos científicos de renombre coleccionaban aves como trofeos. Georges Cuvier, el científico francés que introdujo la teoría de la extinción, argumentaba que las especies podían desaparecer, aunque esta idea fue rechazada por muchos intelectuales.
W.T. Hornaday, un zoólogo y taxidermista, llegó incluso a sugerir que los ornitólogos debían apresurarse a capturar aves raras antes de que desaparecieran, lo cual irónicamente impulsó aún más su exterminio. En este contexto, la caza y el coleccionismo de aves en peligro de extinción se convirtieron en una práctica común.
Allen rechazó este enfoque destructivo. En lugar de seguir la tradición de cazar y disecar especies, se propuso observarlas en su entorno natural, sin causarles daño. Su expedición a Florida, fue una denuncia de la práctica de la caza en nombre de la ciencia.
El reencuentro con el pico de marfil y su trágica desaparición
Cuando Allen llegó a Osceola County, fue guiado por Morgan Tindall, un ranchero que afirmaba haber visto al pico de marfil en una zona remota del pantano. Tras varios días de búsqueda, finalmente, una mañana, escuchó el característico llamado del pico de marfil. Al acercarse sigilosamente, Allen, su esposa Elsa y Tindall pudieron ver a un par de picos de marfil posados en un árbol muerto, confirmando la presencia de la especie.
Allen se dedicó a observar las aves sin intervenir, para no perturbarlas, y envió un despacho a la revista Bird-Lore compartiendo la increíble noticia: el pico de marfil no estaba extinto.
Sin embargo, cuando regresó a la misma zona semanas después, se encontró con una devastadora sorpresa. Los picos de marfil ya no estaban, y al investigar, descubrió que taxidermistas locales habían matado a las aves para despojarlas de sus pieles y venderlas. Este hecho devastó a Allen, quien vio cómo su oportunidad de salvar a una especie de la extinción fue frustrada por la codicia humana. En su correspondencia con otros conservacionistas, expresó su frustración: “Desearía que pudiéramos hacer algo para proteger completamente a los picos de marfil de los taxidermistas ambiciosos”.
El cambio de paradigma en la ornitología
Este trágico evento impulsó a Allen a tomar acciones más decididas en la lucha por la conservación de las aves. Al asumir la presidencia del comité de protección de aves de la American Ornithologists’ Union (AOU), Allen promovió varias resoluciones cruciales para proteger a las especies en peligro. A partir de ese momento, la ornitología comenzó a cambiar su enfoque, pasando de una disciplina que fomentaba la muerte de especies a una que promovía su conservación mediante la observación.
Además, promovió el uso de métodos no invasivos como la fotografía y la grabación de sonidos, transformando la forma en que los ornitólogos estudiaban a las aves. Su trabajo no solo revolucionó la ciencia ornitológica, sino que también influyó en la creación de nuevas instituciones y programas de conservación, como el Laboratorio de Ornitología de Cornell, que fundó en la Universidad de Cornell.
El legado de Allen y la conservación global
El impacto de Allen no se limitó a Estados Unidos. Su enfoque innovador sobre la observación y conservación de aves vivas inspiró a movimientos internacionales de conservación, como el Search for Lost Birds, un proyecto global de ciencia ciudadana. Gracias a su visión, la protección de especies en peligro de extinción se convirtió en una prioridad global, y las políticas ambientales en países de todo el mundo comenzaron a incluir leyes y regulaciones más estrictas para proteger la biodiversidad.
El legado de Arthur Allen es muy relevante, tanto en la investigación científica como en el activismo ambiental. Las especies continúan enfrentando amenazas derivadas del cambio climático y la destrucción de hábitats, pero el enfoque no invasivo propuesto por Allen sigue siendo un modelo de conservación que inspira a nuevos conservacionistas y científicos en todo el mundo.