Un acontecimiento en el Círculo Polar Antártico captó la atención mundial. Un gigantesco iceberg de 1.090 kilómetros cuadrados, se separó de la plataforma de hielo Larsen C en la Antártida. Su nombre: A-68. Pero más allá de su asombroso tamaño, este iceberg comenzó a atraer los reflectores no solo por su magnitud, sino también por las implicaciones ambientales que su desintegración y desplazamiento traería consigo. Según la BBC, como si fuera una especie de testigo de la fragilidad de nuestro planeta frente al cambio climático, el A-68 se deslizó por las aguas del océano, transformando de manera lenta pero inevitable el ecosistema a su alrededor.
A medida que el iceberg flotaba por el océano, comenzó a fragmentarse en múltiples pedazos más pequeños, liberando enormes cantidades de agua dulce que afectaban la salinidad del mar, alterando las corrientes oceánicas y, a su vez, los hábitats marinos. Además de su efecto sobre el medioambiente, la presencia de A-68 proporcionó a los científicos una oportunidad sin precedentes para estudiar los procesos de desintegración de los glaciares y sus posibles repercusiones sobre el nivel del mar global. La historia del A-68, que comenzó con una ruptura espectacular, terminó por convertirse en un campo de pruebas para entender mejor los desafíos climáticos del futuro.
El nacimiento del iceberg A-68: Un desprendimiento histórico
La plataforma de hielo Larsen C, ubicada en la costa noreste de la Península Antártica, ha sido objeto de atención científica desde hace años debido a la fragilidad de su estructura y la creciente preocupación por su estabilidad en un contexto de cambio climático. A medida que el calentamiento global afecta el entorno polar, las plataformas de hielo en la Antártida se ven cada vez más amenazadas por el deshielo acelerado. La ruptura de Larsen A en 1995 y Larsen B en 2002, ambos eventos de desprendimiento masivo de hielo, sirvieron como advertencias sobre lo que podría suceder con la plataforma Larsen C.
La fisura que originó el iceberg A-68 comenzó a formarse en el 2011, cuando los investigadores detectaron una grieta en la plataforma que creció de manera alarmante durante los años siguientes. Sin embargo, fue en julio de 2017 cuando el evento culminó: la grieta alcanzó un punto crítico y A-68 se separó del resto de la plataforma de hielo, liberando una masa de hielo que, al desprenderse, fue reconocida inmediatamente como un hito en la historia de la glaciología.
El fenómeno fue monitoreado por equipos científicos internacionales, que usaron imágenes satelitales de alta resolución para seguir el proceso en tiempo real. El desprendimiento del A-68 fue considerado el mayor evento de este tipo en la Antártida desde que se tienen registros, tanto por el tamaño del iceberg como por la rapidez con la que la grieta se expandió y causó su separación.
El tamaño y las características del iceberg A-68
El iceberg A-68 se convirtió en uno de los fenómenos naturales más impresionantes de la última década debido a su tamaño colosal. Al momento de su separación de la plataforma Larsen C en julio de 2017, el A-68 abarcaba un área de 5.800 km², lo que equivale a casi tres veces el tamaño de Puerto Rico o un 10% del tamaño de la isla de Gran Bretaña. Este tamaño lo convirtió en uno de los icebergs más grandes registrados en la historia moderna, solo superado por unos pocos en términos de superficie.
El iceberg A-68 tuvo una longitud de aproximadamente 350 kilómetros y un ancho de alrededor de 50 kilómetros. Su volumen se estimó en 1.100.000 millones de toneladas de hielo. Para ponerlo en contexto, el A-68 era más grande que muchos países y territorios, y representaba un 5% del área total de la plataforma de hielo Larsen C, que la naturaleza había formado durante miles de años.
El iceberg A-68 era un bloque masivo de hielo milenario. Se formó a partir de la plataforma de hielo Larsen C, que ha estado acumulando capas de hielo durante miles de años. Como otros icebergs, A-68 estaba compuesto principalmente de agua dulce que, en su forma sólida, se había acumulado sobre la plataforma antártica.
Una de las características que hizo a A-68 especialmente interesante fue su borde irregular, producto de la ruptura de la plataforma de hielo. A diferencia de los icebergs más pequeños y compactos, A-68 presentó una forma extremadamente irregular, con bordes dentados y superficies dispares que lo hacían parecer una especie de puzzle congelado. El iceberg también estuvo marcado por la presencia de grietas y fisuras que, a medida que avanzaba hacia el mar, fueron evolucionando, lo que lo convirtió en un objeto de estudio para los científicos interesados en la dinámica de los glaciares y el deshielo.
La historia del derretimiento y fragmentación del iceberg A-68
El iceberg A-68, que se desprendió de la plataforma Larsen C en 2017, ha sido un tema de gran interés para científicos y expertos debido a su tamaño y a los efectos que su fragmentación y derretimiento podrían tener sobre el cambio climático y los ecosistemas marinos. Su historia de derretimiento y fragmentación se desarrolló de forma dramática a lo largo de los años, revelando tanto la dinámica natural de los icebergs como la influencia del cambio climático en los procesos de desglaciación.
El A-68 surgió de una fractura masiva en la plataforma de hielo Larsen C, una de las principales formaciones de hielo de la Antártida. Durante años, los científicos habían observado la presencia de una grieta en esta plataforma que se extendía hacia el océano. Finalmente, en julio de 2017, la grieta alcanzó una longitud de más de 175 kilómetros, y una porción de hielo con un área de 5.800 km² se desprendió, formando el iceberg A-68.
Este evento fue el resultado de décadas de tensión estructural en la plataforma, que ya mostraba signos de debilitamiento. Aunque la ruptura de icebergs es un proceso natural, la rapidez y magnitud del desprendimiento del A-68 sorprendieron a muchos. A nivel científico, este tipo de eventos no solo evidencian las dinámicas de las plataformas de hielo, sino también los posibles efectos del calentamiento global que están acelerando estos procesos.
Tras su ruptura, el A-68 comenzó a moverse hacia el océano Atlántico Sur. El iceberg, que originalmente tenía una longitud de 350 kilómetros y un ancho de 50 kilómetros, comenzó a desplazarse a una velocidad promedio de entre 1,5 y 2,5 kilómetros por día. Esto lo llevó a entrar en una fase de monitoreo constante por parte de satélites, que permitieron a los científicos observar su trayectoria, velocidad y dinámica de derretimiento.
A pesar de su tamaño colosal, A-68 empezó a experimentar una serie de cambios a medida que se desplazaba. La temperatura del agua circundante, junto con la acción de las corrientes oceánicas, contribuyó al proceso de derretimiento de sus bordes. Los satélites captaron imágenes que mostraban que, poco después de su ruptura, el iceberg comenzó a perder masa debido a los efectos combinados del calor oceánico y la interacción con las corrientes marinas.
Aunque inicialmente se pensó que el A-68 podría mantenerse como un bloque grande y estable durante varios años, no fue así. En los meses siguientes a su desprendimiento, el iceberg comenzó a fragmentarse en varios trozos más pequeños. Este proceso de fragmentación se intensificó en los años siguientes, con el iceberg dividiéndose en diferentes fragmentos denominados A-68A, A-68B y otros, lo que es común en los icebergs gigantes.
A medida que el A-68 se desplazaba por el océano, las fisuras y grietas dentro del hielo aumentaron debido a las tensiones internas, lo que favoreció aún más la descomposición de la gran masa de hielo. En el 2019, por ejemplo, el A-68 comenzó a dividirse en múltiples fragmentos de diferentes tamaños. El fragmento más grande de la serie, A-68A, fue el que continuó su travesía hacia el norte, mientras que otros fragmentos, como A-68B y A-68C, comenzaron a derretirse y desintegrarse más rápidamente al estar expuestos al agua más cálida del océano.