En julio de 1982, un experimento para mapear el paisaje sonoro de la cuenca del sur de Fiji reveló un sonido hasta entonces desconocido, registrado por un equipo de investigadores de Nueva Zelanda. Este peculiar ruido, que consistía en cuatro ráfagas breves similares a un graznido, intrigó a los científicos y fue bautizado como “Bio-Duck”. Según informó Europa Press, Ross Chapman, investigador de la Universidad de Victoria, afirmó: “El sonido era tan repetible que al principio no podíamos creer que fuera biológico”.
El sonido desconcertante rápidamente generó discusiones entre los investigadores, quienes debatieron si su origen era biológico. “Llegamos al consenso de que los sonidos tenían que ser biológicos”, afirmó Chapman, tras consultar con colegas en Australia y confirmar que ruidos similares se habían detectado en otras regiones de Nueva Zelanda y Australia.
Pese a esta conclusión, la comunidad científica aún no logró identificar de manera concluyente a qué especie pertenece el sonido. Una de las principales teorías señala que podría tratarse de ballenas minke antárticas, ya que ruidos similares se registraron en aguas antárticas durante años posteriores. Sin embargo, como señaló Chapman, “no hubo evidencia independiente de avistamientos visuales de las ballenas que emitían los sonidos en los datos de Nueva Zelanda”.
Análisis posterior y teorías en evolución
El análisis sistemático de las grabaciones comenzó en 1986, utilizando datos recolectados por una antena acústica remolcada por un barco. En palabras de Chapman, este estudio fue una mina de oro: “Descubrimos que los datos contenían una mina de oro de nueva información sobre muchos tipos de sonidos en el océano, incluidos los sonidos de los mamíferos marinos”. Este tipo de investigación estaba apenas en sus inicios en los años ochenta, lo que representó un período emocionante para los científicos, quienes aprendían algo nuevo cada día sobre el paisaje sonoro del océano.
Chapman presentó recientemente estos hallazgos durante la 187.ª reunión virtual de la Acoustical Society of America, destacando que aunque no se han alcanzado conclusiones definitivas, los sonidos representan un avance significativo en la comprensión de las comunicaciones subacuáticas.
Tecnología avanzada y comunicación subacuática
Los sonidos misteriosos conocidos como “Bio-Duck” fueron registrados mediante una innovadora antena acústica, un conjunto de hidrófonos remolcados detrás de un barco. Este sistema permitió no solo grabar los sonidos, sino también determinar con precisión su procedencia.
Según explicó Ross Chapman: “La singularidad de la antena permitió a los investigadores identificar la dirección de donde provenían los sonidos”. Este avance fue clave para el análisis de los datos y para revelar patrones de emisión que plantearon nuevas hipótesis sobre su posible origen biológico.
Uno de los aspectos más fascinantes de los registros es el posible patrón de interacción entre los emisores de los sonidos. Los investigadores descubrieron que los sonidos no eran aleatorios, sino que presentaban una estructura que sugería comunicación.
“Descubrimos que normalmente había varios hablantes diferentes en diferentes lugares del océano, y todos ellos emitían estos sonidos”, explicó Chapman. Lo más sorprendente, agregó, fue observar un comportamiento secuencial: “cuando un hablante hablaba, los demás se quedaban en silencio, como si estuvieran escuchando. Luego, el primer hablante dejaba de hablar y escuchaba las respuestas de los demás”.
Esta dinámica llevó a los científicos a teorizar que los sonidos podrían ser una forma de conversación entre animales, aunque el contenido o propósito exacto de estos intercambios sigue siendo desconocido. Como señaló Chapman durante su presentación en la 187.ª Reunión de la Sociedad Acústica de América, es posible que estuvieran “hablando de la cena, tal vez eran padres hablando con crías, o tal vez simplemente estaban comentando sobre ese barco loco que seguía yendo de un lado a otro remolcando esa larga cuerda detrás de él”.
A pesar de los años transcurridos desde el registro inicial, los sonidos “Bio-Duck” siguen siendo un tema de interés científico. Durante su reciente presentación, Chapman destacó el análisis detallado de la forma de onda y el espectro de las grabaciones, que refuerzan la hipótesis de una comunicación compleja entre varios individuos.
El investigador concluyó que “si bien los sonidos no se han identificado de manera concluyente, representan una cuestión sin respuesta que sigue intrigando a la comunidad científica”.