En cada rincón del planeta, desde el agua potable hasta el cuerpo humano, las partículas de micro y nanoplásticos se han vuelto una presencia constante y difícil de erradicar.
A diferencia de los residuos plásticos visibles, estos fragmentos diminutos pueden permanecer invisibles a simple vista y pasar desapercibidos en los sistemas de tratamiento de aguas residuales. Se infiltran de manera persistente en el suelo, en el aire y en los organismos vivos.
Se originan en gran medida por el desgaste de materiales plásticos de consumo diario, como las prendas de fibras sintéticas que, al lavarse, desprenden microplásticos. Debido a su pequeño tamaño, estas partículas no son filtradas en las plantas de tratamiento y terminan esparciéndose en el entorno natural, lo que causa un impacto que todavía se estudia a fondo, pero cuyas implicancias ambientales y para la salud ya resultan alarmantes.
Para enfrentar este problema, investigadores de la Universidad de São Paulo (USP) en Brasil desarrollaron una tecnología innovadora que utiliza nanopartículas magnéticas funcionalizadas con polidopamina.
Este polímero, inspirado en las propiedades adhesivas de los mejillones, facilita la captura de los micro y nanoplásticos al adherirse firmemente a ellos. Estos resultados se publicaron en la revista Micron y fueron levantados por la Agencia FAPESP, una organización del estado de San Pablo para invertir en investigaciones.
Una vez que las nanopartículas se unen a los fragmentos plásticos, un simple campo magnético permite su extracción del agua. Este método ya demostró ser efectivo para la eliminación de estas partículas en sistemas de tratamiento, por lo que se presenta como una solución prometedora a un problema que, hasta ahora, parecía no tener respuesta.
Degradación enzimática del plástico
Además de capturar micro y nanoplásticos para eliminarlos del agua, el equipo de la USP dio un paso adicional en el tratamiento de estos contaminantes al explorar métodos para descomponerlos.
Para ello, los investigadores están utilizando enzimas específicas, como la lipasa, que tiene la capacidad de degradar ciertos plásticos comunes, como el tereftalato de polietileno (PET), en sus componentes básicos.
Esta enzima rompe las moléculas de PET, descomponiéndolo en ácido tereftálico y etilenglicol, compuestos que, aunque son tóxicos, pueden ser reutilizados para crear nuevos materiales plásticos.
Al reducir el PET a sus formas moleculares originales, los investigadores permiten que estos fragmentos se utilicen nuevamente en la fabricación de plástico, cerrando así un ciclo que hasta ahora solo avanzaba en una dirección de producción y contaminación.
Esta tecnología abre una posibilidad para el tratamiento de distintos tipos de plásticos si se desarrollan nuevas enzimas específicas, lo que amplía así las opciones de recuperación de materiales en lugar de su simple eliminación.
Más desafíos para limpiar el agua
Si bien los bioplásticos surgieron como una alternativa al plástico convencional, estos materiales también presentan desafíos importantes. Aunque son producidos a partir de fuentes renovables y diseñados para ser biodegradables, los bioplásticos pueden fragmentarse y generar micro y nanoplásticos al descomponerse.
Este proceso ocurre incluso antes de su degradación completa, lo que provoca que partículas minúsculas de bioplásticos ingresen en los ecosistemas de la misma manera que los plásticos derivados del petróleo.
Esta característica, que los hace biocompatibles, los vuelve aún más peligrosos, ya que pueden interactuar de manera directa con los organismos vivos y desencadenar reacciones biológicas.
Otra fuente de preocupación es la posible contaminación por micro y nanoplásticos en el agua mineral embotellada. A diferencia del agua potable tratada, que pasa por procesos como filtración, coagulación y flotación para remover la mayor cantidad de residuos, el agua mineral embotellada no se somete a estos tratamientos para preservar sus propiedades minerales.
Esto significa que, si el agua embotellada proviene de una fuente contaminada, estas partículas pueden llegar directamente al consumidor. Este hallazgo añade una nueva dimensión a la problemática de los micro y nanoplásticos, indicando que incluso productos que se consideran saludables o de mayor calidad pueden estar contaminados si no existen controles exhaustivos en sus fuentes de origen.