En el mundo natural, los animales han desarrollado sorprendentes estrategias para curar y prevenir sus propias enfermedades. Lejos de depender únicamente de su instinto de supervivencia, muchas especies han aprendido a identificar y utilizar recursos del entorno para protegerse de infecciones, parásitos y otros peligros para su salud. Desde los chimpancés que mastican plantas medicinales hasta las orugas que ajustan su dieta cuando están enfermas, estas criaturas muestran comportamientos que reflejan una notable inteligencia biológica.
El estudio de la automedicación animal ha revelado cómo diversas especies, a través de métodos únicos, logran mitigar enfermedades e incluso mejorar las posibilidades de supervivencia de sus crías. Estos ejemplos subrayan que la medicina natural no es exclusiva de los seres humanos, sino que está profundamente arraigada en el comportamiento animal.
1. Chimpancés
En 1987, en un rincón remoto de Tanzania, un chimpancé llamado Chausiku realizó un acto sorprendente que marcaría un antes y un después en la comprensión de la automedicación en animales. El primatólogo Michael Huffman, mientras lo observaba, notó que Chausiku masticaba la corteza de una planta llamada Vernonia amygdalina, o “hoja amarga”. Este comportamiento llamó la atención de Huffman, ya que esta planta no formaba parte de la dieta habitual de los chimpancés. Lo intrigante era que, en diversas culturas humanas de África, la hoja amarga se usaba tradicionalmente para tratar dolencias como la malaria, la fiebre y los parásitos intestinales. Chausiku, que había mostrado signos de letargo y pérdida de apetito, parecía estar automedicándose.
Tan solo 22 horas después de ingerir la planta, el chimpancé volvió a su estado saludable. Huffman postuló que probablemente sufría una infección parasitaria. Esta observación fue uno de los primeros indicios científicos de que los animales, al igual que los humanos, pueden encontrar en la naturaleza remedios para sus enfermedades.
Los estudios de Huffman llevaron a la comunidad científica a replantearse la idea de que la medicación era una práctica exclusiva de los seres humanos. Al analizar el comportamiento de Chausiku, su orina, heces y posterior mejoría, quedó claro que los chimpancés podían identificar y usar plantas con fines medicinales. Sin embargo, el debate persiste: ¿lo hacen de forma consciente o por instinto? Según Huffman, no es posible saber con certeza qué piensan los animales cuando se automedican. No obstante, él y otros científicos coinciden en que intervienen tanto factores fisiológicos como el aprendizaje social, ya que los chimpancés suelen observar y replicar el comportamiento de otros miembros del grupo.
2. Orugas
En agosto de 1993, el biólogo Michael Singer observó un comportamiento insólito en las orugas lanudas del oso, un tipo de oruga negra y esponjosa que eventualmente se transforma en polilla tigre. En lugar de alimentarse de unas pocas plantas, como era habitual, estas orugas consumían una amplia variedad de vegetación en las praderas del sureste de Arizona, al sur de Tucson. Lo que inicialmente parecía extraño resultó ser una estrategia de supervivencia. Las orugas estaban infectadas por moscas parásitas que depositan sus huevos dentro de sus cuerpos, lo que suele resultar fatal cuando las larvas emergen y devoran a sus anfitrionas. Al consumir plantas tóxicas como la hierba cana, la hierba de San Juan y la hierba de cascabel, las orugas aumentaban sus posibilidades de supervivencia.
Singer, ahora investigador en la Universidad Wesleyana, sospechó que estas orugas estaban automedicándose al ingerir plantas ricas en alcaloides de pirrolizidina, sustancias tóxicas para los parásitos. A pesar de su limitada capacidad sensorial (las orugas solo tienen cuatro papilas gustativas), una de ellas está específicamente adaptada para detectar estos alcaloides, activándose solo cuando la oruga está infectada por los parásitos. Los experimentos realizados por Singer demostraron que, aunque estas sustancias son venenosas para las orugas sanas, resultan beneficiosas para aquellas que están parasitadas, ya que aumentan significativamente sus tasas de supervivencia.
Este fenómeno refleja una compensación similar a los efectos secundarios de los medicamentos en los seres humanos. Las orugas enfermas aceptan el riesgo de intoxicarse parcialmente con las plantas tóxicas a cambio de librarse de una infección parasitaria mortal.
3. Monos capuchinos
En las selvas de América del Sur y Madagascar, algunos animales han desarrollado métodos ingeniosos para protegerse de las plagas. Los monos capuchinos de Sudamérica y los lémures de Madagascar han sido observados utilizando un tipo de insecto como repelente natural. Estos primates cazan al milpiés Orthoporus dorsovittatus, lo muerden y aplastan con sus manos, extrayendo una sustancia viscosa que luego aplican sobre su pelaje. Este comportamiento se ha registrado principalmente en las épocas del año en que los mosquitos y otros insectos que pican son más abundantes, lo que sugiere que los animales lo hacen como una medida de prevención contra picaduras e infecciones.
Investigaciones científicas han demostrado que los milpiés secretan benzoquinonas, sustancias químicas tóxicas que son efectivas para repeler a los mosquitos. Aunque no se sabe con certeza si los primates son conscientes del efecto protector de este método, lo cierto es que reduce significativamente las picaduras y, por ende, el riesgo de enfermedades transmitidas por insectos.
Según el biólogo evolutivo de la Universidad Emory, Jacobus De Roode, no se puede afirmar con seguridad que los animales sepan exactamente lo que hacen, pero el resultado es claro: el uso del milpiés ayuda a prevenir infecciones. Aunque podría tratarse de un comportamiento instintivo o simplemente de algo que “les hace sentir bien”, el hecho de que lo realicen en momentos específicos refuerza la idea de que hay una relación entre este comportamiento y la protección de la salud.
En un estudio realizado en 2022 sobre chimpancés en Gabón, los científicos documentaron un comportamiento fascinante: estos primates trataban sus heridas utilizando insectos aplastados. A lo largo de la investigación, se registraron 76 ocasiones en las que los chimpancés habían sufrido lesiones accidentales, y en 19 de estos casos, los chimpancés aplicaron insectos directamente sobre sus heridas.
Uno de los ejemplos más llamativos fue el de un chimpancé llamado Freddy, quien tenía una herida reciente en su brazo izquierdo. Freddy atrapó un insecto, lo mordió y lo aplicó cuidadosamente sobre la herida. Además, este comportamiento no se limitaba a acciones individuales: los chimpancés también aplicaban insectos a las heridas de otros miembros de su grupo. Por ejemplo, una chimpancé hembra atrapó un insecto y se lo entregó a otro macho, quien luego lo aplicó a la herida de un tercer chimpancé, demostrando que el acto no solo era personal, sino que también implicaba cooperación.
La investigadora de biocognición comparativa en la Universidad de Osnabrück, Simone Pika, subraya que, aunque no se sabe con certeza si este comportamiento realmente acelera la curación de las heridas, su “contexto inequívoco” en situaciones de heridas sugiere que podría estar relacionado con algún tipo de automedicación. Sin embargo, también es posible que este acto se haya convertido en una costumbre social aprendida dentro de la comunidad de chimpancés, lo que abre nuevas interrogantes sobre las capacidades de los animales para transmitir y adoptar comportamientos que van más allá de la mera supervivencia.
4. Aves urbanas
En la Ciudad de México, un grupo de estudiantes del ecólogo conductual Constantino de Jesús Macías García, de la Universidad Nacional Autónoma de México, hizo un descubrimiento inusual al observar los hábitos de anidación de las aves urbanas. Se percataron de que los pinzones y gorriones domésticos utilizaban colillas de cigarrillos en la construcción de sus nidos. Aunque al principio parecía un comportamiento errático, pronto surgió una hipótesis interesante: las aves usaban las colillas no solo como material de construcción, sino también como una forma de repelente contra plagas.
El equipo de Macías García decidió investigar si la nicotina, presente en las colillas de cigarrillos, podría estar jugando un papel en la prevención de plagas en los nidos de estas aves. En un experimento realizado con más de 50 nidos, descubrieron que aquellos que contenían mayor cantidad de celulosa proveniente de colillas atraían significativamente menos ácaros, garrapatas y piojos en comparación con los nidos que no las contenían.
Sin embargo, el uso de colillas no estaba exento de riesgos. La exposición prolongada a los componentes tóxicos de los cigarrillos dañaba los glóbulos rojos tanto de los adultos como de los polluelos. A pesar de esto, los investigadores notaron que los polluelos en nidos con colillas tendían a pesar más, lo cual es un indicador de mejor salud. Esto llevó a la conclusión de que, aunque el uso de colillas tiene efectos adversos, el beneficio neto en cuanto a la prevención de plagas y la protección de las crías era positivo. En este sentido, las aves urbanas han sustituido las plantas aromáticas que normalmente utilizarían en la naturaleza por restos de cigarrillos, adaptándose a las condiciones de su entorno urbano.
5. Mariposas monarcas
Las mariposas monarcas, conocidas por su impresionante migración anual, también han demostrado un comportamiento fascinante relacionado con la automedicación. Enfrentadas a la amenaza de un parásito letal, las hembras monarcas han desarrollado la capacidad de seleccionar plantas que ayudan a sus crías incluso antes de que nazcan. El parásito en cuestión, Ophryocystis elektroscirrha, puede infectar a las orugas monarcas, deformando sus alas y limitando su capacidad para volar, lo que compromete seriamente su supervivencia.
Cuando las mariposas monarcas se infectan con este parásito, muestran una clara preferencia por poner sus huevos en especies de algodoncillo que contienen altos niveles de cardenólidos, compuestos tóxicos que impiden el crecimiento del parásito en las orugas. En experimentos realizados por el biólogo Jacobus De Roode, de la Universidad Emory, se observó que las hembras infectadas seleccionaban deliberadamente algodoncillo más tóxico para poner sus huevos, lo que reducía la probabilidad de que sus crías se infectaran. Este comportamiento parece ser una forma de protección profiláctica para las generaciones futuras.
Aunque no se sabe con certeza si las mariposas monarcas son conscientes de que están infectadas, la investigación sugiere que el comportamiento de las hembras está influenciado por la presencia del parásito. Es posible que sus cuerpos simplemente reaccionen instintivamente, prefiriendo plantas más amargas y tóxicas cuando están enfermas. Según De Roode, este hallazgo refuerza la idea de que la automedicación no es exclusiva de los humanos, sino que está profundamente arraigada en el reino animal, desde insectos hasta primates.