En las profundidades más remotas y oscuras del océano, donde pocas criaturas logran sobrevivir, vive un ser peculiar que ha capturado la atención de los científicos: el cerdo marino. Aunque su nombre evoca imágenes de la vida terrestre, este animal pertenece a la familia de los pepinos de mar, y su apariencia y hábitos de vida lo hacen único. Con cuerpos frágiles, patas tubulares largas y una afinidad por el lodo del fondo marino, los cerdos marinos son uno de los organismos más extraños del abismo oceánico.
A pesar de ser extremadamente comunes en las zonas abisales, estos animales son difíciles de estudiar debido a las extremas condiciones de su hábitat. Además de su misteriosa biología, los cerdos marinos desempeñan un papel crucial en el ecosistema marino profundo, desde la limpieza de los restos orgánicos que caen al fondo hasta la protección de crías de cangrejo.
Los cerdos marinos (del género Scotoplanes) son una de las muchas especies de pepinos de mar, un grupo de invertebrados que, al igual que las estrellas y los erizos de mar, pertenecen al filo de los equinodermos. Con cuerpos rosados y blandos que alcanzan entre 10 y 15 centímetros (4 a 6 pulgadas), los cerdos marinos tienen una apariencia que podría describirse como extraña, pero también fascinante. Sus patas tubulares son una adaptación distintiva que les permite desplazarse por el blando lodo del fondo marino, una característica que los diferencia de otros pepinos de mar cuyas patas suelen estar más escondidas bajo el cuerpo.
Estos apéndices, conocidos como pies tubulares, les permiten mantenerse elevados por encima del lodo, y funcionan de manera similar a las patas de un insecto caminando sobre la arena. Además, los cerdos marinos cuentan con papilas, pequeñas estructuras que sobresalen alrededor de su boca, y que cumplen una función sensorial clave, ayudándolos a detectar alimentos entre el sedimento del fondo.
Los cerdos marinos son habitantes de los rincones más remotos del océano. Se han encontrado a profundidades que van desde los 1.200 metros (4.000 pies) hasta los 4.800 metros (16.000 pies), en las planicies abisales, lo que significa que viven en la parte más profunda y fría de todos los océanos. Estas zonas son extremadamente inaccesibles para los humanos, lo que ha hecho que estudiar a estos animales sea un verdadero desafío.
Debido a la presión extrema y las bajas temperaturas de estas profundidades, sus cuerpos son delicados y están llenos de agua, lo que hace que prácticamente se desintegren si son traídos a la superficie. Esto limita enormemente las oportunidades de estudiarlos en laboratorios convencionales. En su lugar, la mayor parte de lo que se sabe sobre los cerdos marinos proviene de investigaciones in situ realizadas por instituciones como el Monterey Bay Aquarium Research Institute (MBARI), que utiliza vehículos operados a distancia para observar estos animales en su entorno natural.
Alimentación y comportamiento
Como muchos otros organismos que habitan en el fondo marino, los cerdos marinos son carroñeros. Se alimentan de los restos de plantas y animales muertos que caen desde la superficie hasta el fondo del océano. Este proceso, conocido como “lluvia marina”, es vital para los ecosistemas abisales, ya que muchas de estas criaturas dependen de la materia orgánica en descomposición como su única fuente de alimento.
Una de las escenas más fascinantes del fondo oceánico ocurre cuando un cadáver de ballena cae al fondo. Estas enormes masas de carne se convierten en un festín para los cerdos marinos, que llegan en grandes cantidades para aprovechar la abundancia de material orgánico. A menudo se les ve orientados en la misma dirección, posiblemente utilizando sus papilas para detectar las corrientes que llevan partículas de comida hacia ellos.
Relación con los cangrejos jóvenes
Además de su labor como limpiadores del fondo marino, los cerdos marinos también parecen desempeñar un papel insólito como protectores de cangrejos juveniles. Se ha observado que las crías de cangrejos reales (Neolithodes diomedeae) “hacen autostop” sobre los cuerpos de los cerdos marinos. Los cangrejos jóvenes, que son extremadamente vulnerables en las primeras etapas de su vida, utilizan a los cerdos marinos como refugio, ocultándose bajo sus cuerpos o subiéndose sobre ellos para evitar ser detectados por depredadores.
Curiosamente, los científicos aún no han determinado exactamente por qué los cerdos marinos permiten este comportamiento. No parece haber un beneficio directo para ellos, ya que no obtienen alimento ni protección de los cangrejos. Sin embargo, esta relación simbiótica entre ambas especies sigue siendo objeto de estudio y especulación científica.
Aunque no tienen muchos depredadores naturales, los cerdos marinos han desarrollado mecanismos defensivos efectivos. Su piel contiene toxinas conocidas como holoturinas, que los hacen poco apetecibles para los peces y pueden ser peligrosas si se ingieren. Este veneno es una defensa común en muchas especies de pepinos de mar, lo que les permite prosperar en un entorno donde la competencia por los recursos es alta.
Sin embargo, los cerdos marinos no están exentos de amenazas. Uno de sus principales problemas son los parásitos que pueden invadir su cuerpo y alimentarse de su tejido desde el interior. Aunque no tienen depredadores naturales importantes debido a su toxicidad, estos parásitos internos representan un riesgo considerable para su supervivencia.