Más de la mitad de los adultos en todo el mundo temen sufrir daños graves por la calidad del agua que consumen en los próximos dos años. Este alarmante hallazgo, revelado en un estudio de la Universidad de Northwestern, muestra que el 52,3% de los encuestados en 141 países anticipan problemas serios relacionados con el agua potable.
Los resultados, extraídos de una encuesta a 148,585 adultos, destacan que la preocupación es particularmente alta en Zambia, donde más de la mitad de la población espera verse afectada, en contraste con Singapur, que registra el porcentaje más bajo con solo un 0,9% de temores similares.
Este estudio ha irrumpido en el debate global como una noticia inquietante, subrayando que la crisis del agua no se limita a su disponibilidad física, sino que también está profundamente enraizada en la percepción y confianza de las personas en su seguridad.
El estudio, liderado por expertos en salud global de Northwestern y la Universidad de Carolina del Norte (UNC) en Chapel Hill, fue publicado recientemente en la revista Nature Communications. Sera Young, profesora de antropología y salud global en Northwestern y autora principal del estudio, subrayó la gravedad de los resultados: “Si pensamos que nuestra agua no es segura, evitaremos usarla”, afirmó.
Joshua Miller, primer autor y estudiante de doctorado en la Escuela de Salud Pública Gillings de la UNC, añadió que “es imperativo no solo proporcionar agua potable segura, sino también garantizar que las personas confíen en su fuente de agua”. Los autores enfatizan que esta desconfianza tiene el potencial de desencadenar una serie de consecuencias negativas tanto para la salud pública como para la estabilidad social y económica en diversas regiones del mundo.
La percepción de que el agua potable podría causar daño es un componente fundamental, aunque a menudo subestimado, de la crisis hídrica mundial. Young y su equipo advierten que esta percepción puede tener “importantes implicaciones para la salud y el bienestar”. Cuando las personas desconfían de la seguridad del agua, no solo modifican sus hábitos de consumo, sino que también enfrentan mayores riesgos de salud, incluyendo el estrés psicológico y enfermedades relacionadas con el consumo de alternativas menos saludables.
Agua, corrupción y medioambiente
Los resultados del estudio revelan que la percepción de inseguridad en el agua potable está fuertemente influenciada por diversos factores sociales y económicos. Entre los más desconfiados se encuentran las mujeres, los habitantes de ciudades, las personas con mayor nivel educativo y las personas de menos recursos. Según los investigadores, estos grupos son más propensos a anticipar daños por el agua que consumen debido a una combinación de experiencias personales, falta de confianza en las instituciones y mayor acceso a información sobre posibles riesgos.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que la percepción de la corrupción en un país es el indicador más fuerte de la desconfianza en la calidad del agua, incluso más que la infraestructura o el PIB. Como indica Young en el comunicado de prensa de Northwestern, “cuando la gente percibe que las instituciones son corruptas, es menos probable que confíen en que su agua potable sea segura, independientemente de los esfuerzos técnicos o logísticos que se implementen para garantizar su calidad”.
La percepción de inseguridad del agua potable no es solo una cuestión de miedo, sino que tiene consecuencias tangibles para la salud y el comportamiento de las personas. Young advierte que cuando las personas creen que el agua de sus grifos es insegura, optan por comprar agua embotellada, lo cual no solo es “extremadamente costoso” sino también perjudicial para el medio ambiente. Este comportamiento puede llevar a un aumento en el consumo de bebidas azucaradas, que “es perjudicial tanto para los dientes como para la cintura”, y fomenta la dependencia de alimentos procesados o comidas en restaurantes, lo cual impacta negativamente en la salud y eleva los costos de vida.
Como lo subraya el estudio, “la percepción de riesgo respecto al agua puede erosionar la confianza en los sistemas públicos y provocar una dependencia innecesaria en soluciones privadas que no siempre ofrecen mejoras reales en la calidad o seguridad del agua”.
¿Cómo puede saber un consumidor si el agua es segura?
Evaluar la seguridad del agua potable es un desafío que muchas personas enfrentan diariamente, y el estudio publicado en Nature Communications resalta lo complejo que puede ser este proceso. La mayoría de los contaminantes que podrían estar presentes en el agua son invisibles, inodoros e insípidos, lo que hace casi imposible que los consumidores evalúen por sí mismos si su agua es segura.
En el comunicado de Northwestern, Young señala que “muchos contaminantes no se pueden detectar sin pruebas especializadas”. En la vida cotidiana, para confiar o no en la calidad del agua potable las personas dependen de experiencias personales pasadas, informes de los medios de comunicación y hasta de sus creencias y valores. Este panorama subraya la necesidad de mejorar la transparencia y la accesibilidad de la información sobre el agua. Sin datos claros, las personas seguirán basando sus decisiones en percepciones que no siempre reflejan la realidad.
Incluso en países con acceso confiable a servicios básicos de agua potable, como los Estados Unidos, la desconfianza es palpable. El 39% de los estadounidenses encuestados anticipan que podrían sufrir daños graves a corto plazo debido a la calidad del agua que consumen, según el estudio. Esta percepción moldea las actitudes y comportamientos individuales hacia el consumo de agua y puede desencadenar una serie de efectos negativos a nivel global.
Para mitigar estos riesgos, el paper enfatiza la necesidad de “mejorar la confianza pública en la seguridad del agua” mediante una serie de medidas. Además de “mejorar la información pública”, los investigadores sugieren la implementación de “programas que respondan directamente a las preocupaciones de seguridad” de la población. En última instancia, subrayan, abordar la percepción de inseguridad del agua es fundamental para avanzar hacia una seguridad hídrica global.