En el corazón de la selva Lacandona, en el estado mexicano de Chiapas, un equipo de conservacionistas trabaja incansablemente para proteger a una de las aves más emblemáticas de América Latina: la guacamaya roja. Aunque esta especie alguna vez pintó los cielos de México con sus vibrantes colores, hoy se encuentra en peligro de extinción, en gran parte debido a la pérdida de hábitat y al comercio ilegal de vida silvestre. Sin embargo, gracias a un innovador y poco ortodoxo método, los científicos han encontrado una manera de asegurar la supervivencia de estas aves.
Desde 2005, bajo la dirección del biólogo Diego Noriega y el Programa de Protección, Conservación y Reintegración de la Guacamaya Roja en la Estación Biológica Chajul, los conservacionistas han estado reubicando a los polluelos de guacamaya roja de sus nidos cuando están en peligro de ser capturados por cazadores furtivos.
Estos polluelos, algunos de apenas unos días de vida, son llevados a un entorno seguro donde son criados hasta que tienen la fuerza necesaria para regresar a su hábitat natural. Este programa, liderado por la organización sin fines de lucro Natura y Ecosistemas Mexicanos (NEM), ha permitido que más de 200 crías sean liberadas con éxito en la naturaleza, lo que representa un esfuerzo crucial para salvar a la subespecie Ara macao cyanoptera, de la que solo quedan unos mil individuos en estado salvaje.
En el centro de la Reserva de la Biosfera Montes Azules, dentro de la exuberante selva Lacandona en Chiapas, se lleva a cabo una de las iniciativas más importantes para la conservación de la guacamaya roja en México. Desde 2005, el biólogo Diego Noriega lidera el Programa de Protección, Conservación y Reintegración de la Guacamaya Roja, una iniciativa que ha sido fundamental para la preservación de esta especie en peligro de extinción.
El programa tiene su base en la Estación Biológica Chajul, un laboratorio de maternidad donde los polluelos rescatados de los cazadores furtivos reciben los cuidados necesarios para sobrevivir y desarrollarse. Cada año, durante la temporada de reproducción, Noriega y su equipo supervisan de cerca los nidos de guacamayas en la selva. Cuando se detecta una amenaza inminente, como la presencia de cazadores furtivos, los científicos intervienen rápidamente, retirando a los polluelos de los nidos y llevándolos a la estación para su crianza en un ambiente controlado.
La meta del programa no solo es proteger a estos jóvenes guacamayos de la captura, sino también asegurarse de que puedan ser liberados con éxito en la naturaleza una vez que están lo suficientemente fuertes. A lo largo de los años, la organización Natura y Ecosistemas Mexicanos (NEM) ha logrado liberar a más de 200 guacamayas en la selva Lacandona, lo que ha ayudado a estabilizar la población de esta especie en la región. Para Noriega, ver a estas aves volar libres nuevamente es una recompensa que justifica el arduo trabajo: “Cuando los veo volar, simplemente me siento orgulloso de haberlo logrado”, afirma.
En la lucha por salvar a la guacamaya roja de la extinción, la colaboración con las comunidades locales ha sido clave para el éxito del Programa de Protección, Conservación y Reintegración de la Guacamaya Roja. En particular, la relación entre la organización Natura y Ecosistemas Mexicanos (NEM) y el pueblo lacandón, una comunidad maya que habita en la selva Lacandona, ha demostrado ser fundamental para la protección de esta especie.
Los lacandones han vivido en armonía con su entorno durante siglos, y su conocimiento profundo de la selva tropical ha sido invaluable para los esfuerzos de conservación. La NEM trabaja en estrecha colaboración con estas comunidades para crear conciencia sobre la importancia de las guacamayas en el ecosistema. Estas aves no solo son emblemáticas, sino que también desempeñan un papel crucial como dispersores de semillas, contribuyendo a la regeneración natural del bosque.
Además de la concienciación, la NEM ha impulsado el desarrollo de proyectos de ecoturismo en colaboración con los lacandones, ofreciendo una alternativa sostenible y rentable a la caza furtiva y a la tala ilegal. Estos proyectos no solo ayudan a preservar el hábitat de las guacamayas, sino que también proporcionan una fuente de ingresos para la comunidad, fortaleciendo su compromiso con la conservación.
Julia Carabias, miembro de la junta directiva de la NEM y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), destaca la importancia de este enfoque: “Esto es parte de un programa más amplio para proteger este ecosistema. Sin él, no tendríamos guacamayos, jaguares, tapires ni toda la biodiversidad que hay aquí”. La colaboración entre la NEM y los lacandones es un ejemplo de cómo las alianzas entre científicos y comunidades indígenas pueden ser efectivas para la conservación de la biodiversidad.
Estrategias para evitar la caza furtiva
La protección de las guacamayas rojas en la selva Lacandona implica una constante competencia entre conservacionistas y cazadores furtivos. Para el biólogo Diego Noriega y su equipo en la Estación Biológica Chajul, cada temporada de anidación representa un desafío: llegar primero a los nidos de guacamayas antes de que lo hagan los cazadores furtivos, quienes a menudo construyen infraestructura, como escaleras de madera, para acceder a los nidos situados en lo alto de los árboles.
El enfoque del equipo no es confrontar directamente a los cazadores, quienes frecuentemente están armados, sino prevenir que los polluelos caigan en sus manos. Para lograrlo, los propietarios de tierras locales y los monitores del Programa de Protección, Conservación y Reintegración de la Guacamaya Roja mantienen un registro detallado de los sitios de anidación y reportan cualquier actividad sospechosa. Si un nido corre un alto riesgo de saqueo, ya sea por haber sido saqueado en el pasado o por la presencia de estructuras construidas por los furtivos, el equipo interviene inmediatamente.
El proceso de rescate es rápido y eficiente. Una vez retirados los polluelos de los nidos, son llevados a la Estación Biológica Chajul donde reciben cuidados intensivos. Allí, son criados hasta que tienen alrededor de 90 días de edad y están listos para realizar sus primeros vuelos. Antes de ser liberados de nuevo en la naturaleza, cada polluelo es marcado con anillos en las patas y un microchip, lo que permite a los científicos monitorear su progreso a lo largo del tiempo.
Este enfoque proactivo ha demostrado ser una estrategia efectiva para aumentar la población de guacamayas rojas en la región, sin poner en peligro la seguridad del equipo ni la de los propios polluelos. Al llegar antes que los cazadores, los conservacionistas no solo salvan a las crías, sino que también evitan que la población local de guacamayas envejezca sin posibilidad de renovación.
Impacto del programa en la biodiversidad de la selva Lacandona
La selva Lacandona, situada en el estado de Chiapas, es uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad de México, albergando más del 20% de las especies del país. La conservación de la guacamaya roja en esta región no solo es crucial para la supervivencia de esta especie en peligro de extinción, sino también para la protección de todo el ecosistema.
El Programa de Protección, Conservación y Reintegración de la Guacamaya Roja, liderado por la organización Natura y Ecosistemas Mexicanos (NEM), ha tenido un impacto significativo en la preservación de la biodiversidad de la selva Lacandona. Al salvar a las guacamayas rojas, los conservacionistas también están protegiendo a otras especies que dependen de la salud del bosque tropical para sobrevivir. Las guacamayas juegan un papel esencial como dispersores de semillas, contribuyendo a la regeneración del bosque y, por ende, al mantenimiento de un hábitat adecuado para una amplia variedad de flora y fauna.
Este enfoque integral es parte de un esfuerzo más amplio para conservar la Reserva de la Biosfera Montes Azules, una de las áreas protegidas más importantes de México. La selva Lacandona es hogar de especies emblemáticas como el jaguar, el tapir y una gran variedad de aves y mamíferos. La desaparición de la guacamaya roja no solo significaría la pérdida de una especie icónica, sino también la alteración de las dinámicas ecológicas que sustentan la vida en esta región.
La conservación de la guacamaya roja ha generado un efecto dominó positivo, reforzando la importancia de la selva Lacandona como un refugio vital para la biodiversidad de México. Este programa no solo protege a una especie, sino que también resalta la interconexión de todas las formas de vida en la selva, subrayando la necesidad de proteger los ecosistemas en su totalidad para garantizar la supervivencia de todas las especies que dependen de ellos.