Los delfines mulares son conocidos por sus vínculos sociales y su capacidad para reconocer a sus compañeros a través de silbidos únicos. Sin embargo, una nueva investigación liderada por el biólogo marino Jason Bruck, de la Universidad Estatal Stephen F. Austin en Texas, ha revelado que también utilizan su sentido del gusto para esta tarea. La investigación, publicada en la revista Science Advances, muestra que los delfines pueden distinguir la orina de sus amigos de la de otros delfines.
El estudio no estaba inicialmente enfocado en investigar si los delfines podían identificarse a través de su orina. Bruck buscaba comprobar si los delfines utilizaban sus silbidos característicos de manera similar a como los humanos utilizan los nombres. Para esto, necesitaba una segunda forma de identificación entre los delfines. Al observar que los delfines salvajes nadaban intencionalmente entre penachos de orina, Bruck sospechó que estos estaban obteniendo información de la sustancia.
“Fue un tiro a ciegas”, admitió Bruck sobre su inesperado hallazgo, agregó que no esperaba obtener resultados positivos. No obstante, en experimentos con delfines en cautiverio, su equipo descubrió que estos animales prestaban más atención a la orina y los silbidos de sus amigos, lo que sugirió un reconocimiento interpersonal.
El primer paso de los investigadores fue determinar si los delfines podían detectar orina en agua de mar. A lo largo de la evolución, estos cetáceos han perdido el sentido del olfato, pero han mantenido un fuerte sentido del gusto. En instalaciones de interacción con delfines en Bermudas y Hawái, Bruck y su equipo vertieron agua con hielo en piscinas que contenían a los delfines temporalmente separados. Los delfines curiosos que exploraron el agua helada fueron considerados buenos candidatos para el experimento.
Los investigadores luego comprobaron si las reacciones de los delfines al agua con hielo variaban frente a la orina conocida y desconocida. Se utilizó orina de delfines que habían vivido juntos durante al menos cinco años, para determinar así su familiaridad. Se vertieron unos 20 mililitros de orina de delfines conocidos y desconocidos en el agua, uno tras otro, con el orden determinado por el lanzamiento de una moneda.
En promedio, los delfines pasaron tres veces más tiempo investigando la orina familiar que la desconocida, con algunos individuos tomando muestras de la orina conocida durante más de 20 segundos. En contraposición, la orina desconocida recibió una atención similar a la del agua con hielo. “Los delfines estaban muy, muy dispuestos a participar”, afirmó Bruck y destacó que no se les ofreció comida como recompensa. La naturaleza voluntaria de su participación indica que el experimentar con la orina era algo inherentemente interesante para ellos.
El paso final del estudio examinó si los delfines emparejaban las señales de otros delfines, es decir, si asociaban un silbido específico con la orina de un mismo individuo. Para esto, Bruck llevó a cabo un experimento de “violación de expectativas”, donde los delfines fueron expuestos a combinaciones incorrectas de orina y silbidos. Cuando se presentaron combinaciones erróneas, los delfines perdieron interés rápidamente. Sin embargo, al encontrar un par correcto de orina y silbido, los animales exploraron la zona durante una media de diez segundos más que las combinaciones incorrectas, con algunos permaneciendo durante más de 40 segundos.
Bruno Díaz López, del Instituto de Investigación del Delfín Mular, en España, afirmó que reportar conceptos que parecen existir en las mentes de los animales es desafiante. Por ello, experimentos como este son interesantes y útiles. Díaz López expresó su interés en realizar estudios similares en la naturaleza y reconoció el estudio como un “buen primer paso” para entender el papel del gusto en la identificación entre los delfines.
Por su parte, Laela Sayigh, bióloga marina del Instituto Oceanográfico Woods Hole en Massachusetts, quien tampoco participó en el estudio, declaró: “Esto realmente profundiza nuestra comprensión de cómo los delfines se mantienen en contacto entre sí”, lo que resalta la importancia de esta capacidad para los cetáceos. Sayigh añadió que futuros estudios podrían revelar más sobre lo que los delfines aprenden de los rastros de orina.
En cuanto a Bruck, él espera seguir investigando cómo los delfines detectan la orina, centrándose en lípidos que pueden ser captados por las papilas gustativas. Es una línea de investigación urgente, ya que se desconoce el impacto de la contaminación humana en las capacidades gustativas de los delfines.