En 1997, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), detectó un misterioso sonido submarino que desconcertó a los científicos durante años. Este potente y ultra-bajo sonido, conocido como “The Bloop”, fue registrado por hidrófonos distribuidos a más de 5.000 km de distancia en el Pacífico. Hoy, se sabe que el sonido provino del rompimiento de un glaciar en la Antártida, un fenómeno comúnmente conocido como icequake.
El sonido de baja frecuencia fue grabado durante el verano de 1997, en un esfuerzo por identificar actividad volcánica submarina en el Pacífico sur. Este sonido peculiar, bautizado como “The Bloop”, se detectó en múltiples sensores dispersos por el océano y generó innumerables teorías sobre su origen.
En un principio, se pensó que podría tratarse de algún animal desconocido debido a su perfil acústico “orgánico”. Sin embargo, después de múltiples análisis, los científicos de NOAA llegaron a la conclusión de que se trataba de un icequake.
El geofísico Robert Dziak, de la NOAA y de la Universidad Estatal de Oregón, confirmó que “las características de frecuencia y duración del Bloop son consistentes, y esencialmente idénticas, a señales de icequake que hemos registrado en la Antártida”.
Esta afirmación se basó en un estudio acústico del Estrecho de Bransfield y el Paso Drake llevado a cabo desde 2005 hasta 2010. Dziak añadió: “Lo que ha llevado a una gran percepción errónea del origen animal del Bloop es la forma en que el sonido es reproducido, generalmente a una velocidad 16 veces más rápida que la normal, lo que lo hace sonar como una vocalización animal”.
Según informó el NOAA, los sonidos de icequakes son comunes en el océano del sur debido a los continuos procesos de rompimiento y derretimiento de gigantescos bloques de hielo. Las pesquisas comenzaron tras identificar ese mismo tipo de ruido en estudios más cercanos a la Antártida.
Estos estruendos de hielo rompiéndose son una fuente dominante de sonido natural en esta región del planeta. Cada año, ocurren miles de icequakes debido a los efectos del calentamiento global, exactamente como los necesarios para generar el Bloop.
Cómo se escuchó The Bloop
Los hidrófonos utilizados para detectar el Bloop fueron originalmente desarrollados por la Marina de los Estados Unidos para rastrear submarinos rusos durante la Guerra Fría. En aquel momento, el sonido abarcaba una vasta distancia, lo que alimentó teorías sobre gigantescos criaturas submarinas desconocidas, incluso más grandes que una ballena azul. Sin embargo, con el tiempo, las pruebas apuntaron constantemente hacia los fenómenos geofísicos.
La teoría de un animal gigantesco capaz de emitir un sonido tan potente fue refutada definitivamente por la NOAA, que explicó que “no era realista pensar que un animal pudiera producir un sonido con esas características”. Además, destacaron que casi todos los sonidos submarinos pueden clasificarse en categorías principales como geofísicos, meteorológicos, antropogénicos y biológicos (cetáceos, peces), y cualquier otra fuente generalmente resulta ser una interferencia electrónica.
La fascinación pública en torno al Bloop también tuvo origen en la ficción. Por ejemplo, se especuló que la ubicación coincida con el lugar ficticio de R’lyeh, donde el escritor H.P. Lovecraft ubicó a su mítico Cthulhu. Este tipo de fantasía ayudó a mantener vivo el misterio del Bloop, que ahora sabemos, se explica por un fenómeno natural más mundano.
Eric Scarabeo, en una entrada del blog Old Salt, mencionó irónicamente la comparativa entre el Bloop y la Gran Serpiente Marina de Gloucester de 1817. Aunque aquel monstruo marino fue avistado por muchos testigos, carece de evidencia física o grabaciones, a diferencia del Bloop, donde los datos electrónicos validaron su existencia. La peculiaridad de Bloop se entiende mejor con la tecnología moderna, algo que no estuvo presente en avistamientos históricos como el del monstruo de Gloucester.