Ex miembros de la NASA han manifestado su oposición a los planes de destrucción de la Estación Espacial Internacional (ISS). Los ex empleados destacan la importancia de la ISS como plataforma para investigaciones científicas y avances tecnológicos, argumentando que su desaparición sería una pérdida significativa para la comunidad global. La controversia pone en debate el futuro de la exploración espacial y los proyectos de colaboración internacional en órbita.
El mes pasado, la NASA otorgó a SpaceX un contrato por casi 1.000 millones de dólares para desarrollar un “Vehículo de Desorbitación de EE.UU.” capaz de sacar a la Estación Espacial Internacional (EEI) de su órbita y hacerla arder en la atmósfera terrestre. La estación, que ha sido un símbolo de cooperación internacional pacífica durante tres décadas, se ha estado envejeciendo, y NASA ha planificado su destrucción para el año 2030.
Sin embargo, no todos están conformes con este plan, y voces críticas han surgido en la comunidad aeroespacial que buscan extender la vida de la EEI. Jean-Jacques Dordain, ex director general de la Agencia Espacial Europea durante la construcción de la estación, y Michael Griffin, ex administrador de NASA, han expresado su descontento con los planes actuales. Dordain declaró en una entrevista con Forbes: “Recomendamos a los responsables que consideren otras opciones además de destruir la estación”.
La propuesta de Dordain y Griffin se centra en transferir la EEI a “futuras generaciones, dejándoles decidir su destino”. En lugar de destruir la estación, sugieren que el vehículo de desorbitación que SpaceX desarrollará podría utilizarse para rescatar la estación, aumentando su altitud y permitiendo que entre en una órbita estable mucho más lejos de la Tierra.
En una carta abierta publicada en SpaceNews, los dos veteranos de la agencia espacial argumentaron: “Impulsar la EEI desde su altitud actual de 400 kilómetros a una órbita circular de 800 kilómetros requiere un impulso de unos 220 metros por segundo, aproximadamente el mismo necesario para un control preciso de desorbitación”. De acuerdo con este medio, el éxito de esta maniobra proporcionaría “suficiente tiempo para que futuras generaciones tomen sus propias decisiones y acciones”.
Por otro lado, han subrayado la importancia de dejar la estación en condiciones adecuadas para prevenir cualquier riesgo. “Para eso, la EEI debería quedar en una condición tal que ninguna parte de ella pueda explotar y crear un peligro de escombros de larga duración”, afirmaron Dordain y Griffin en su carta.
Además, insistieron en la necesidad de realizar más estudios antes de tomar una decisión informada. “Obviamente, deben hacerse más estudios antes de que los responsables hoy puedan tomar una decisión bien informada”, afirmaron. En la carta publicada en SpaceNews, añadieron: “No estamos al mando ya, pero nuestra pregunta a la generación actual es: ¿no sería mejor utilizar esa etapa para colocar la EEI en una órbita más alta para el posible uso de una generación futura que destruirla al reentrar?”.
La opinión pública y los medios de comunicación han mostrado un interés significativo en este tema. Forbes, que entrevistó a Dordain, resaltó las preocupaciones sobre perder un valioso activo de investigación. La cobertura también ha puesto de relieve el debate, subrayando la importancia del consenso internacional en la toma de decisiones sobre el futuro de la EEI.
En total, el destino de la Estación Espacial Internacional continúa siendo un tema de ferviente debate, con figuras prominentes de la industria argumentando en contra de su destrucción. El desafío reside ahora en cómo equilibrar los intereses actuales con las posibilidades futuras, un dilema que requerirá no solo decisiones técnicas, sino también debates éticos y filosóficos sobre nuestra relación con el espacio y la ciencia.