La dopamina es una molécula clave en nuestro cerebro y juega un rol fundamental en nuestros hábitos de búsqueda de placer. Cuando algo nos hace sentir bien, ya sea comida, “me gusta” en Instagram o realizar algún deporte, esta sustancia química nos impulsa a desear más, a veces hasta el punto de la adicción.
Anna Lembke, psiquiatra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, y autora del libro “Dopamine Nation: Finding Balance in the Age of Indulgence”, entiende que los smartphones facilitan nuestro deseo de comodidad y conveniencia, según National Geographic.
Curiosamente, en ciertos momentos, el humano opta por enfrentar desafíos en lugar de buscar la facilidad. Esta tendencia se denomina la paradoja del esfuerzo. Michael Inzlicht, psicólogo de la Universidad de Toronto, explicó: “Ambas cosas parecen existir al mismo tiempo: evitamos el esfuerzo, pero también parece que nos gusta”.
A menudo, se prefiere evitar el trabajo duro, pero en muchas ocasiones se encuentra mayor satisfacción en actividades que requieren esfuerzo. Como, por ejemplo, pueden ser las actividades deportivas o armar algo por cuenta propia.
Además, este fenómeno no se limita a actividades extremas. Muchas personas disfrutan de realizar rompecabezas, sudokus, o demás juegos de números y palabras precisamente porque el esfuerzo necesario para resolverlos les resulta gratificante.
Esta apreciación del esfuerzo está profundamente arraigada en nuestro cerebro, donde la dopamina impulsa nuestra valoración de tareas que demandan perseverancia y dedicación. “A veces el esfuerzo es la única manera de ponerse a prueba”, aseguró Inzlicht según National Geographic.
Un estudio realizado por Neir Eshel, psiquiatra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, reveló que ratones entrenados para obtener jugo insertando la nariz en un agujero liberaban más dopamina a medida que se incrementaban los golpes necesarios o se aplicaban descargas eléctricas leves. Esto demuestra que la dopamina refuerza la motivación y la experiencia de recompensa relacionadas con el esfuerzo.
“Las presiones sociales para tener éxito pueden exacerbar esta búsqueda, fomentando una cultura de competencia y validación externa”, agregó Lembke.
Sin embargo, a diferencia de las drogas o aplicaciones, los niveles de dopamina no suben abruptamente cuando se realizan actividades intencionalmente difíciles. Este ascenso y caída gradual de la dopamina es más sostenible y menos susceptible a la adicción. “Una forma potencialmente más sostenible y menos vulnerable al problema de la adicción”, precisó Lembke.
Kenneth Carter, psicólogo de la Universidad Emory y autor de “Buzz!: Inside the Minds of Thrill-Seekers, Daredevils, and Adrenaline Junkies”, agrega que incluso los llamados “adictos a la adrenalina” buscan la dopamina, según National Geographic.
Will Gadd, quien fue el primero en escalar las cataratas del Niágara congeladas, le contó a Carter que si quisiera una descarga de adrenalina, cruzaría corriendo una autopista. Gadd se enfoca en el desafío, no en el riesgo. “Las personas que buscan sensaciones intensas en entornos caóticos tienden a producir niveles más altos de dopamina”, afirmó Carter.
Inzlicht descubrió que las personas que recibieron recompensas por elegir tareas más difíciles tendían a optar por la opción difícil la próxima vez, incluso sin recompensa. Esta apreciación del esfuerzo se transfiere a áreas como la escuela, los deportes, el trabajo y la crianza de los hijos.
Equilibrio entre placer y desafíos
Reconocer el poder de la dopamina en nuestros comportamientos puede ayudarnos a encontrar un equilibrio más saludable. Lembke sugirió que para dejar de lado el teléfono y centrarse en el esfuerzo, se puede incluir actividades retadoras en nuestras agendas y hacerlas con amigos o por una buena causa, como participar en una carrera benéfica.
Como concluyó Lembke: “Estamos programados para esforzarnos”. Depende de nosotros canalizar este impulso de manera sostenible y satisfactoria, evitando caer en adicciones.