En los últimos años, los ataques de tiburones a humanos en regiones como el este de Estados Unidos y el sur de Australia se han duplicado, generando preocupación y curiosidad sobre las razones detrás de estos incidentes. A nivel mundial, el número de ataques ha mostrado fluctuaciones, con datos recientes señalando un aumento notable en comparación con años anteriores. Este fenómeno no solo implica un aumento en la interacción entre tiburones y humanos, sino también resalta la necesidad de entender mejor estos encuentros para mitigar riesgos y proteger tanto a los humanos como a los tiburones.
La preocupación creciente se produce tras el revelador dato de que en los últimos cinco años se contabilizaron 73 mordeduras de tiburones a humanos y nueve muertes. Esta tendencia se ha registrado principalmente en Estados Unidos, donde tuvo lugar el 64% de los ataques totales, según datos del Archivo Internacional de Ataques de Tiburón del Museo de Historia Natural de Florida. A pesar del aumento en los ataques, la probabilidad de sufrir uno sigue siendo extremadamente baja.
El Archivo Internacional de Ataques de Tiburón ha registrado que en 2023 hubo 69 mordeduras no provocadas y 22 provocadas, lo que subraya la necesidad de abordar el fenómeno desde múltiples perspectivas. En Reunión, una isla del Océano Índico, se ha visto un incremento en los ataques de tiburones toro y tigre, impulsado por el aumento del turismo y las actividades acuáticas en aguas favorables para estos depredadores.
Gavin Naylor, director del Florida Program for Shark Research, señala que el aumento en los ataques coincide con un mayor número de personas y tiburones en el agua. Dice que, “las mordeduras de tiburón están fuertemente correlacionadas con la cantidad de personas y tiburones en el agua al mismo tiempo”. Además, factores como el resurgimiento de poblaciones de focas en las costas de Australia y Massachusetts han llevado a un incremento en los avistamientos de tiburones blancos.
Uno de los casos más impactantes ocurrió en la Bahía de Fuegos en Tasmania cuando una niña de 13 años, Hannah Mighall, fue atacada por un gran tiburón blanco de cinco metros de largo. El incidente fue presenciado por su primo, Syb Mundy, quien intervino para salvarla. “El tiburón estaba dando vueltas bajo el agua mientras intentábamos llegar a la orilla”, recuerda Mighall. El ataque dejó cicatrices profundas en su pierna y alteró su pasión por el surf.
Por qué los tiburones atacan a los humanos
De acuerdo con Greg Skomal, biólogo marino del Massachusetts Division of Marine Fisheries, gran parte de los ataques se deben a una “identidad equivocada”. Dice que el flash del blanco de un pie podría ser confundido por los tiburones como un pez. “Un gran blanco en modo depredador completo es todo un espectáculo”, menciona Skomal, destacando la naturaleza esporádica pero intensa de estos ataques.
A pesar de estos eventos, muchos sobrevivientes de ataques de tiburones como Dave Pearson afirman que el impacto psicológico puede ser más profundo que las heridas físicas. Pearson, quien casi perdió su brazo ante un tiburón toro, señala que la “gran mayoría nunca se recupera por completo y las cicatrices psicológicas pueden ser incluso mayores que las físicas”.
El Gran Tiburón Blanco es uno de los principales responsables de ataques no provocados. Sin embargo, los expertos enfatizan que estos ataques raramente son fatales. Gádor Muntaner, oceanógrafa y storyteller de National Geographic España, afirma: “Los tiburones no se alimentan de humanos. La mayoría de los ataques son accidentes”.
Muntaner añade que solo unas 30 especies de tiburones de las más de 500 existentes son conocidas por atacar a humanos, con el gran tiburón blanco, el tiburón tigre y el tiburón toro entre los más notorios.
Cómo reducir el riesgo de ataques de tiburones
Para reducir el riesgo de ataques, expertos proporcionan consejos tales como nadar en grupos, evitar salpicar y no usar joyería brillante que pueda atraer a los tiburones. También existen dispositivos comerciales que generan pulsos electromagnéticos para disuadir a los tiburones, aunque su eficacia varía según los estudios.
El problema de los ataques de tiburones no solo implica a los individuos afectados, sino también a las comunidades locales. Ballina, en Nueva Gales del Sur, Australia, ha visto un impacto económico significativo debido a una serie de ataques, llevando incluso a la posible clausura de negocios relacionados con el turismo y el surf.
La isla de Réunion también ha implementado prohibiciones temporales en actividades acuáticas para reducir los ataques, lo que ha afectado al turismo. Estas medidas son indispensables para proteger tanto a humanos como a tiburones, quienes enfrentan amenazas más severas por actividades humanas.
Las cifras de ataques de los últimos 5 años evidencian una tendencia fluctuante y destacan la necesidad de esfuerzos continuos para comprender y mitigar estos incidentes. Por ejemplo, en 2015 hubo 98 ataques no provocados a nivel mundial, una cifra que ha disminuido en años recientes.
El equilibrio entre la presencia humana en los hábitats marinos y la protección de la vida silvestre es crucial. El tiburón blanco, el tigre y el toro se encuentran entre los depredadores más observados, pero la desinformación y el miedo siguen prevaleciendo. Los humanos no forman parte de su dieta habitual, pero comprender sus patrones de comportamiento y hábitat puede ayudar a prevenir futuros ataques.