Hoy, más de la mitad de la población mundial tiene un animal de compañía en su hogar, como los perros domésticos. Pero mucho antes, hace más de 1.500 años, en el actual territorio del sur de la provincia de Mendoza, en la Argentina, ya había grupos de seres humanos que convivían con un tipo de zorro y es probable que lo hayan considerado como un buen compañero. Casi como su mascota.
Así lo demuestra un estudio que fue realizado por investigadores del Conicet y las universidades públicas de La Rioja y La Plata en la Argentina, junto con colegas de la Universidad de Oxford del Reino Unido y Escuela de Postgrado de Ciencias de la Vida de Munich en Alemania.
El equipo fue liderado por las científicas Cinthia Abonna, de la Argentina, y Ophélie Lebrasseur, que está especializada en zooarqueología; y el trabajo fue publicado en la revista Open Science de la Royal Society del Reino Unido.
En 1991, se había realizado una excavación en el sitio de Cañada Seca-1 en San Rafael, Mendoza. “En aquel momento, se encontraron restos humanos y los de un animal. Los investigadores sospecharon que se trataba de un perro. Pero recientemente volvieron a analizar los restos y me consultaron. Empezamos a llevar a cabo un estudio que implicó el análisis del ADN mitocondrial de los restos del animal”, contó a Infobae el doctor Francisco Prevosti, quien trabaja como investigador en paleontología del Conicet en el Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR).
El estudio profundo de los restos permitió identificar de qué especie animal se trataba realmente. No era un perro sino un ejemplar de Dusicyon avus, una especie de mamífero nativo de América del Sur. Se le dice “zorro-lobo continental”, pero nadie sabe cómo lo llamaban los cazadores-recolectores de hace 1.500 años que habitaban el actual territorio de Mendoza.
Era un zorro que habitó desde el Sur de Brasil hasta el sur de Argentina hace más de 400 años, pero -por causas que aún se investigan- sus poblaciones fueron desapareciendo. Se extinguió completamente. Era muy similar a los zorros colorados actuales. Pesaba unos 10 kilos.
Los resultados del estudio en Open Science ahora dan cuenta de que existió una buena interacción entre los humanos y ese zorro. Compartían el tipo de alimentación y fueron enterrados junto a las personas.
Cinthia Abbona, bióloga molecular en el Instituto de Evolución, Ecología Histórica y Ambiente (IDEVEA), que depende de la Universidad Tecnológica Nacional y el Conicet, en Mendoza, contó a Infobae que en el sitio Cañada Seca-1 habían aparecido 21 esqueletos humanos. Junto a ellos estaba el ejemplar de Dusicyon avus.
Junto con sus colegas, más allá de identificar a la especie, se preguntaron cuál había sido el significado de la presencia del zorro entre las sociedades humanas.
“Para hacer el estudio, utilizamos información de los entierros humanos, como dataciones radiocarbónicas, isótopos estables, lugar de entierro y contexto”, detalló Abbona, quien contó con financiamiento de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
“La evidencia respalda que había una estrecha relación entre los humanos y esta especie. El resultado es crucial para comprender aspectos relacionados con la interacción entre las sociedades humanas y los cánidos silvestres, así como para avanzar en la comprensión de los procesos de domesticación a nivel global”, explicó.
De qué se alimentaban los humanos y el zorro
Otro aspecto significativo es que se determinó que la dieta del zorro era igual a la de los humanos enterrados en ese cementerio, y muy diferente a la alimentación del resto de los carnívoros de la región. “Se logró utilizando isótopos estables, un método químico que permite discriminar entre dietas a partir del estudio de los huesos recuperados de sitios arqueológicos”, acotó Abbona.
En tanto, el doctor Prevosti aclaró: “Encontramos que el zorro se alimentaba también con maíz. Sin embargo, no sabemos si los grupos humanos lo alimentaban o si el animal aprovechaba los recursos que dejaban los humanos”. También está pendiente saber si los humanos habían domesticado al animal, como hoy ocurre con los perros, o si podían convivir cerca aún sin domesticarlos, como también sucede con animales silvestres en la actualidad.
El licenciado en antropología y doctor en ciencias naturales del Conicet Lucio González Venanzi, otro de los coautores, consideró en diálogo con Infobae que la investigación permite conocer que la distribución geográfica de este zorro era mayor de lo que se sabía y abarcaba la región patagónica, pampeana y cuyana.
“Sus restos estaban en un sector destinado al entierro de las personas, y eso demuestra un vínculo afectuoso de los humanos con este animal, incluso luego de su muerte”, afirmó González Venanzi. En las provincias de Buenos Aires y de Río Negro también se han encontrado restos de la misma especie cerca de restos humanos, y el experto está haciendo estudios sobre la alimentación en esos sitios.
“Cada vez hay más evidencia de que esa especie de zorro se asocia a lugares donde se practicaban entierros humanos. Y eso sugiere que eran animales con un elevado estatus para las sociedades de ese momento”, indicó.
Por qué se extinguió el zorro Dusicyon avus
La gran incógnita ahora es por qué se extinguió el zorro. No hubo una hibridación con los perros domésticos, revelaron también los investigadores a través del análisis genético.
Las principales hipótesis que explicarían la extinción de Dusicyon avus en Sudamérica son el cambio climático que ocurrió durante la segunda mitad del Holoceno, junto con el aumento de los impactos causados por actividades humanas como la caza, la introducción de los perros domésticos y otros impactos asociados a la colonización europea en el Cono Sur, señaló Prevosti.
“Este hallazgo del ejemplar de Dusicyon avus muestra que la relación entre los cánidos silvestres y los humanos es mucho más compleja de lo que pensábamos hasta ahora. Hace más de 1.000 años, los humanos interactuaron de manera muy intensa con una especie de un cánido no doméstico al que incluso pudieron haber tratado como mascota. Pero llama la atención que esa especie luego se extinguió y aún se debaten las razones”, sostuvo Luciano Prates, investigador en arqueología de grupos cazadores recolectores del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata, que no participó en el trabajo publicado.
Uno de los aspectos más relevantes del estudio -destacó Prates- es que “abre una posibilidad cierta de que la acción humana haya sido una de las causas de la extinción. Si esto fue así, tendríamos una prueba más del profundo y temprano impacto negativo de los humanos en la biodiversidad”.