La luz afecta profundamente la fisiología y el comportamiento humanos a través de la vía retinohipotalámica (RHT) que transmite información desde la retina al marcapasos circadiano. En los seres humanos, esta vía se ha trazado funcionalmente examinando las respuestas agudas a la exposición a la luz vespertina o nocturna sobre la secreción de melatonina, o sus efectos de cambio de fase circadiano. Por ello es que se cree que la luz nocturna es mala para dormir.
Pero ¿influye el color de la luz? En un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Basilea se comparó la influencia de diferentes colores de luz en el cuerpo humano. Los hallazgos contradicen los resultados de un estudio anterior en ratones.
Aunque el estudio del ciclo circadiano es una preocupación constante de la ciencia para mejorar el descanso, su profundización se ha multiplicado gracias a la aparición de las pantallas y su presencia en el cuarto antes de dormir.
La visión es un proceso complejo. La percepción visual del entorno se crea mediante una combinación de diferentes longitudes de onda de luz, que se decodifican en el cerebro como colores y brillo. Los fotorreceptores de la retina primero convierten la luz en impulsos eléctricos: con suficiente luz, los conos permiten una visión nítida, detallada y coloreada. Los bastones sólo contribuyen a la visión en condiciones de poca luz, permitiendo distinguir diferentes tonos de gris pero dejando la visión mucho menos precisa. Los impulsos nerviosos eléctricos finalmente se transmiten a las células ganglionares de la retina y luego, a través del nervio óptico, a la corteza visual del cerebro. Esta región del cerebro procesa la actividad neuronal en una imagen en color.
Sin embargo, la luz ambiental no sólo nos permite ver, sino que también influye en nuestro ritmo de sueño-vigilia. En este proceso participan de manera importante células ganglionares especializadas que, al igual que los conos y los bastones, son sensibles a la luz y reaccionan con especial fuerza a la luz de longitud de onda corta, de unos 490 nanómetros. Si se compone únicamente de ellas, de 440 a 490 nanómetros, la percibimos como azul. Si activa las células ganglionares, éstas indican al reloj interno que es de día. El factor decisivo aquí es la intensidad de la luz por longitud de onda; el color percibido no es relevante, según expresan los especialistas.
Las células ganglionares sensibles a la luz también reciben información de los conos. Esto plantea la cuestión de si ellos y, por tanto, el color de la luz, también influyen en el reloj interno. Después de todo, los cambios más llamativos en el brillo y el color de la luz se producen al amanecer y al atardecer, marcando el comienzo y el final del día. El equipo de investigadores de la Universidad de Basilea publicó sus resultados en la revista científica Nature Human Behaviour.
Sueño y color
Un estudio realizado en ratones en 2019 sugirió que la luz amarillenta tiene una influencia más fuerte en el reloj interno que la luz azulada. En los seres humanos, el principal efecto de la luz sobre el reloj interno y el sueño probablemente esté mediado por las células ganglionares sensibles a la luz. Sin embargo, hay motivos para creer que el color de la luz, codificado por los conos, también podría ser relevante para el reloj interno.
Para llegar al fondo de esta cuestión, los investigadores expusieron a 16 voluntarios sanos a un estímulo de luz azul o amarillento durante una hora al final de la tarde, así como a un estímulo de luz blanca como condición de control. Los estímulos luminosos se diseñaron de tal manera que activaran de forma diferencial y muy controlada los conos sensibles al color de la retina.
Sin embargo, la estimulación de las células ganglionares sensibles a la luz fue la misma en las tres condiciones. Por lo tanto, las diferencias en el efecto de la luz se debían directamente a la estimulación respectiva de los conos y, en última instancia, al color de la luz. Este método de estimulación lumínica permite separar de forma experimental y limpia las propiedades de la luz que pueden influir en el efecto de la luz en los seres humanos.
Para comprender los efectos de los diferentes estímulos luminosos en el cuerpo, en el laboratorio del sueño los investigadores determinaron si el reloj interno de los participantes había cambiado en función del color de la luz. Además, evaluaron cuánto tiempo tardaron los voluntarios en conciliar el sueño y qué tan profundo fue al comienzo de la noche. También preguntaron sobre su cansancio y probaron la capacidad de reacción, que disminuye a medida que aumenta la somnolencia.
En el análisis no han encontrado pruebas de que la variación del color de la luz en una dimensión azul-amarilla desempeñe un papel relevante en el reloj interno humano o en el sueño. Más bien, sus resultados respaldan los hallazgos de muchos otros estudios, según los cuales las células ganglionares sensibles a la luz son las más importantes para el reloj interno humano. Los hallazgos muestran que probablemente lo más importante es tener en cuenta el efecto de la luz sobre las células ganglionares sensibles a la hora de planificar y diseñar la iluminación. Por eso el color juega un papel muy secundario.
Queda por ver si el color de la luz tampoco influye en el sueño si cambian los parámetros y, por ejemplo, se prolonga la duración de la exposición a la luz o se produce en otro momento. Los estudios de seguimiento deberían responder preguntas como éstas.
* Christine Blume es el primera autora de la investigación y especialista en los efectos de la luz en humanos en el Centro de Cronobiología de la Universidad de Basilea. La información contenida en este artículo periodístico se desprende de la investigación denominada “Efectos de los cambios de luz calibrados entre azul y amarillo en el reloj circadiano humano”, publicada en Nature Human Behavior, de la que también son autores: Christian Cajochen, Isabel Schöllhorn, Helen C. Slawik & Manuel Spitschan