Cómo los impuestos saludables podrían ayudar a salvar más de 40 millones de vidas humanas en el mundo

Son una herramienta que permite a los Estados desalentar el consumo de tabaco, alcohol, bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados. Qué beneficios ya han demostrado

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Para reducir la carga por enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y otras, y la mortalidad, se promueve el uso de los impuestos saludables. Son instrumentos que gravan a los productos dañinos para la salud humana/Archivo
Para reducir la carga por enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y otras, y la mortalidad, se promueve el uso de los impuestos saludables. Son instrumentos que gravan a los productos dañinos para la salud humana/Archivo

Ya en 1776 el economista británico Adam Smith escribía en su célebre libro La riqueza de las Naciones: “El azúcar, el ron y el tabaco son mercancías que en ninguna parte son necesidades vitales, que se han convertido en objetos de consumo casi universal y que, por lo tanto, son sujetos extremadamente apropiados de impuestos”.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces y hoy existen sólidas evidencias que demuestran que el consumo de tabaco, alcohol, las bebidas azucaradas y los alimentos ultraprocesados ricos en carbohidratos y grasas causan daño y muerte en las personas (obviamente, esas bebidas y alimentos no existían en la época de Smith).

Para promover la reducción de esos consumos de manera masiva, diversas investigaciones científicas han comprobado que los llamados “impuestos saludables” son una medida efectiva para proteger a las personas.

“Los impuestos saludables representan una opción de política con “triple ganancias” (“win-win-win”, en inglés) para los gobiernos”, señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS). En primer lugar, ese tipo de impuestos reduce el consumo de productos no saludables. En segundo lugar, generan ingresos fiscales inmediatos adicionales, y a largo plazo, tienen el potencial de reducir los costos de atención médica y aumentar la productividad laboral.

Si se crean un impuesto específico, se reduce el consumo de productos no saludables (como el alcohol), se generan ingresos fiscales inmediatos adicionales, y a largo plazo, se bajan los costos de atención médica y aumenta la productividad laboral (Imagen ilustrativa Infobae)
Si se crean un impuesto específico, se reduce el consumo de productos no saludables (como el alcohol), se generan ingresos fiscales inmediatos adicionales, y a largo plazo, se bajan los costos de atención médica y aumenta la productividad laboral (Imagen ilustrativa Infobae)

Ya había países que habían establecido impuestos saludables al tabaco, al alcohol y a las bebidas azucaradas durante los últimos años, pero Colombia ahora dio otro paso histórico: por ley pasó a gravar explícitamente a los alimentos ultraprocesados (conocida como “comida chatarra” popularmente”), y fue destacada por activistas y expertos en salud que consideran que podría servir de ejemplo para otros países.

Allí se aplicará un impuesto adicional del 10% a los alimentos ultraprocesados, que aumentará al 15% el año que viene y alcanzará el 20% en 2025.

El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, y Helen Clark, presidenta del Consejo de la Alianza para la Investigación en Políticas y Sistemas de Salud, publicaron un artículo en la revista BMJ Global Health, en el que subrayan los beneficios de los impuestos saludables para apuntar a las causas de las enfermedades que hoy predominan en el mundo.

Los impuestos pueden ayudar a reducir las muertes de los más de 40 millones de personas que fallecen anualmente por enfermedades no transmisibles, incluyendo fumadores de productos de tabaco  (Imagen ilustrativa Infobae)
Los impuestos pueden ayudar a reducir las muertes de los más de 40 millones de personas que fallecen anualmente por enfermedades no transmisibles, incluyendo fumadores de productos de tabaco (Imagen ilustrativa Infobae)

Son parte de un “enfoque estratégico de salud pública”, y pueden salvar vidas. “Pueden ayudar a reducir las muertes de los más de 40 millones de personas que fallecen anualmente por enfermedades no transmisibles causadas en gran parte por una combinación de tabaco, alcohol y dietas poco saludables”, afirmaron los dos expertos. Los impactos positivos ya se han observado en diferentes partes del mundo.

Por ejemplo, entre 2005 y 2011, el precio de los productos del tabaco en Turquía aumentó un 195%, Y durante el mismo período, las ventas de cigarrillos se redujeron un 15,5% y los ingresos públicos aumentaron un 124%.

En Filipinas, el consumo de tabaco se redujo en un tercio entre 2009 y 2021, tras la introducción de un fuerte impuesto sobre el tabaco. En Rusia, los impuestos sobre el alcohol contribuyeron a un descenso de casi el 50 % del consumo registrado entre 2003 y 2016.

En México, los impuestos saludables se crearon para bajar la tasa de obesidad (Imagen de KamranAydinov en Freepik).
En México, los impuestos saludables se crearon para bajar la tasa de obesidad (Imagen de KamranAydinov en Freepik).

En México, tras la introducción del impuesto sobre las bebidas azucaradas en 2014, el consumo se redujo un 5,5 % ese año y un 9,7 % en 2015. Otros países, tan diversos como Brasil, Finlandia, Sudáfrica y Tailandia, han mostrado resultados sanitarios positivos como consecuencia de políticas fiscales específicas. Hay indicios de que el uso de los impuestos saludables a escala mundial está aumentando.

En los últimos 5 años, más de dos tercios de los Estados miembros de la OMS han introducido o aumentado los impuestos sobre al menos un producto perjudicial para la salud, como el tabaco, el alcohol o las bebidas azucaradas.

Por ejemplo, Timor Oriental, en el Sudeste asiático, quintuplicó el año pasado su impuesto sobre el tabaco, aumentó el impuesto sobre el alcohol e introdujo nuevos impuestos sobre el azúcar y las bebidas azucaradas. También hay un interés creciente por los impuestos sanitarios sobre la sal y otros productos.

Aunque tienen sus beneficios para la población, las industrias del tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas se resisten a los impuestos saludables. Pero un estudio realizado por investigadores de Chile, Canadá y Estados Unidos derribó los mitos que hacen circular esas industrias para demorar los cambios.

“Las industrias del tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas se oponen a los impuestos por motivos similares, principalmente por la regresividad de los impuestos”, escribieron también en la revista BMJ Global Health que publicó una serie especial sobre el tema.

Un estudio demostró que crear impuestos saludables no genera desempleo (Imagen ilustrativa Infobae)
Un estudio demostró que crear impuestos saludables no genera desempleo (Imagen ilustrativa Infobae)

“Contrariamente a los argumentos de la industria, las pruebas demuestran que la fiscalidad puede tener consecuencias financieras negativas a corto plazo para los hogares con ingresos bajos. Sin embargo, los beneficios financieros a medio y largo plazo derivados de la reducción de los costos sanitarios, la mejora de la salud y el bienestar compensan en gran medida las consecuencias mencionadas -afirmaron-. Además, la fiscalidad no afecta negativamente a la actividad económica agregada ni al empleo, ya que los consumidores cambian la demanda a otros productos que generan empleo y pueden compensar cualquier pérdida de empleo en los sectores gravados”.

Desde el Reino Unido, Alfredo Palacios, investigador argentino en el Centro de Economía de la Salud de la Universidad de York, comentó a Infobae: “Quizá hoy hay más conciencia sobre el daño del tabaco en la salud. Pero también otros consumos como alcohol, bebidas azucaradas y productos ultraprocesados también deberían ser más considerados por sus daños por la población. En este contexto, los impuestos saludables son una herramienta que no se crean solo para recaudar sino para resolver graves problemas de salud pública. Son instrumentos que cuidan a la población como el principal activo de una sociedad”.

El consumo de bebidas azucaradas y productos ultraprocesados favorece el aumento del peso en las infancias (Getty).
El consumo de bebidas azucaradas y productos ultraprocesados favorece el aumento del peso en las infancias (Getty).

Junto con investigadores del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), el Conicet, y la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, Palacios publicó recientemente un estudio que reveló cómo los impuestos saludables al tabaco ayudarían a la población de Argentina. Fue publicado en la revista Health Economics.

“El aumento de los impuestos sobre el tabaco es la medida más rentable para reducir el consumo, pero aún se la subutiliza en los países de ingresos bajos y medios”, dijo.

Los investigadores consideraron las muertes, los eventos sanitarios por internaciones y los costos sociales relacionados con el tabaquismo, que incluyen a las personas que tienen que cuidar a los enfermos.

En Argentina el consumo de tabaco implica un costo de 2.782 millones de dólares en gastos médicos directos (Imagen ilustrativa Infobae)
En Argentina el consumo de tabaco implica un costo de 2.782 millones de dólares en gastos médicos directos (Imagen ilustrativa Infobae)

Anualmente, el tabaquismo en la Argentina causa 45.000 muertes y 221.000 eventos de salud. Eso implica un costo de 2.782 millones de dólares en gastos médicos directos, 1.470 millones de dólares en costos de pérdida de productividad laboral y 1.069 millones de dólares en costos de asistencia informal, lo que supone el 1,2% del producto interior bruto nacional.

“Incluso en un escenario que tenga en cuenta el comercio ilícito de productos del tabaco, un aumento del 50% del precio de los cigarrillos a través de los impuestos podría reportar 8292 millones de dólares en beneficios económicos totales acumulados a lo largo de una década”, precisaron en el trabajo.

Como consecuencia, el aumento de los impuestos sobre el tabaco podría reducir significativamente las cargas sanitarias y económicas del tabaquismo en el país y a la vez aumentaría los ingresos fiscales, señaló a Infobae otra de las coautoras, Natalia Espinola, economista, magister en economía y coordinadora del área de economía de la salud en IECS y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

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