El 80% del sistema inmunitario se aloja en el intestino. Además, este largo tubo mantiene una línea de comunicación directa con el cerebro y tiene un impacto muy significativo en el estado de ánimo y en la salud en general.
Es que el cerebro y el intestino están en una comunicación constante que ayuda a controlar la alimentación y otros comportamientos.
En esa línea, una reciente investigación publicada en la revista Nature Biotechnology dio a conocer una nueva tecnología que permitió demostrar que pueden controlarse en ratones los circuitos neuronales que conectan ambos órganos.
Ingenieros del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés) lograron mediante esa técnica sondear los circuitos neuronales que influyen en el hambre, el estado de ánimo y diversas enfermedades. Con el uso de fibras equipadas con sensores, así como fuentes de luz para la estimulación optogenética, los investigadores demostraron que pueden controlar circuitos neuronales que conectan el intestino y el cerebro y podrían inducir sensaciones de saciedad o comportamientos de búsqueda de recompensas manipulando células del intestino de los roedores.
En futuros trabajos, esperan explorar algunas de las correlaciones que se han observado entre la salud digestiva y afecciones neurológicas como el autismo y la enfermedad de Parkinson.
Aunque durante mucho tiempo se creía que el cerebro era “un tirano que enviaba información a los órganos y lo controlaba todo, ahora se sabe que hay mucha retroalimentación hacia el cerebro, la cual potencialmente controla algunas de las funciones que antes atribuíamos exclusivamente al control neural central”, señaló la coordinadora del estudio, Polina Anikeeva, del MIT, según publicó la agencia de noticias Efe.
Facundo Pereyra es médico gastroenterólogo (MN 94517), autor del libro Resetea tus intestinos y creador del programa MDB 15, que fusiona la medicina tradicional con la medicina alternativa, ante la consulta de Infobae sostuvo que “la salud del intestino es fundamental para la vida porque funciona como primer órgano inmunológico, ya que alberga el 80% de las células de la inmunidad y por lo tanto cada situación que lo afecta puede alterar el sistema inmunológico y causar enfermedad”.
“Por otro lado, es el segundo cerebro, funciona como un órgano neurológico que tiene una influencia muy importante en nuestro ánimo, cuando el intestino está mal podemos tener inestabilidad anímica, ansiedad o depresión”, ahondó el especialista.
“El intestino es un órgano clave porque es una de las vías más importantes de comunicación entre el mundo exterior y nosotros”, afirmó, a su turno, el biólogo e investigador del Conicet Gabriel Vinderola.
Sobre el estudio
Para el estudio, el equipo creó una interfaz con la que hicieron una serie de experimentos para demostrar que podían influir en el comportamiento manipulando tanto el intestino como el cerebro. En primer lugar, utilizaron las fibras para administrar estimulación optogenética (basada en métodos genéticos y ópticos) a una parte del cerebro que libera dopamina.
Los ratones se colocaban en una jaula con tres estancias y cuando entraban en una de ellas los investigadores activaban las neuronas que transmiten dopamina, lo que hacía que tuvieran más probabilidades de volver en busca de la recompensa.
El equipo comprobó que también podían inducir ese comportamiento de búsqueda de recompensa influyendo en el intestino. Para ello, utilizaron fibras en el intestino para liberar sacarosa, lo que también activó la liberación de dopamina en el cerebro e indujo a los animales a buscar la estancia en la que se encontraban cuando se les suministró sacarosa.
El siguiente paso fue probar que podían inducir el mismo comportamiento de búsqueda de recompensa omitiendo la sacarosa y estimulando optogenéticamente las terminaciones nerviosas del intestino que dan entrada al nervio vago, el cual controla la digestión y otras funciones corporales.
Consiguieron el mismo comportamiento que cuando se había usado la estimulación en el cerebro, pero ahora no estaban tocando este órgano. “Solo estimulamos el intestino y observamos el control de la función central desde la periferia”, explicó Anikeeva, y analizó: “Lo emocionante es que ahora disponemos de una tecnología capaz de controlar la función intestinal y comportamientos como la alimentación. Y lo que es más importante, tenemos la capacidad de acceder a la diafonía entre intestino y el cerebro con la precisión de milisegundos de la optogenética”.
Los investigadores planean ahora utilizar esta interfaz para estudiar afecciones neurológicas que se cree que tienen una conexión intestino-cerebro. Por ejemplo, los estudios han demostrado que los niños autistas tienen muchas más probabilidades que sus compañeros de que se les diagnostique una disfunción gastrointestinal, mientras que la ansiedad y el síndrome del intestino irritable comparten riesgos genéticos.
Cómo mejorar la salud a través del microbioma intestinal
Hay alrededor de 40 billones de bacterias en el cuerpo humano, la mayoría de las cuales se encuentran en el intestino. En conjunto, se les conoce como microbioma intestinal y son increíblemente importantes para la salud en general. Sin embargo, ciertos tipos de bacterias en los intestinos también pueden contribuir a muchas enfermedades.
Muchos factores, incluidos los alimentos que se ingieren, pueden afectar el tipo de bacteria que se encuentra en el tracto digestivo. En términos generales, un microbioma diverso se considera saludable. Esto se debe a que cuantas más especies de bacterias se tengan, más beneficios para la salud pueden aportar.
“El cuidado del microbioma puede ayudar con muchas afecciones, incluidas las alergias, el asma y las enfermedades autoinmunes”, destacó en este punto Sheena Cruickshank, profesora de la división de infecciones, inmunidad y medicina respiratoria de la Universidad de Manchester en el Reino Unido.
Sobre esto, este medio consultó a Pereyra sobre el reseteo intestinal, y explicó que “consiste en dos etapas: la primera es el reseteo propiamente dicho, en el cual se deja descansar al órgano durante siete días para potenciar los poderes de autosanación”. “Eliminamos alimentos inflamatorios y usamos suplementos beneficiosos para la salud intestinal como omega 3, magnesio, vinagre de manzana, etc —explicó—. Los primeros siete días el órgano se desinflama, las paredes se mejoran, se restablece la permeabilidad, y ahí es donde logramos la mejoría en todos los órganos y sistemas que pueden ir desde migrañas, fatiga crónica, artritis, problemas en la piel, ansiedad, depresión y, también, la salud hormonal de la mujer”.
“En la segunda etapa, se reintroducen gradualmente alimentos, uno por uno, para encontrar alguna intolerancia alimentaria que puede estar afectando la salud del órgano. Al final del programa la persona continúa sin los síntomas, pero tal vez tenga que dosificar algún alimento que encuentra intolerantes”, destacó.
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