Dormir la siesta es bueno para la salud en general. Pese a que el ritmo de vida habitual lo hace casi imposible, cada vez se suma más evidencia acerca de que tener durante el día momentos de descanso resulta lo más saludable para tener una vida longeva.
La mayoría de los niños menores de tres años duermen la siesta, y con el pasar de los años el descanso diurno se vuelve menos frecuente: sólo el 12,7% de los niños de seis a 13 años duermen siesta y en la edad adulta, apenas el 13,7% de las personas de 26 a 64 años lo hacen. La siesta vuelve a aumentar en los adultos mayores (27% de los mayores de 65 años duermen durante el día), y el impacto de este comportamiento en la salud cerebral es de especial interés para la ciencia debido a que la siesta parece ser beneficiosa para el desempeño en ciertas tareas cognitivas.
Ahora, recientes investigaciones demostraron que, además, previene enfermedades neurodegenerativas propias de la edad. Investigadores del University College de Londres (UCL) y de la Universidad de la República en Uruguay hallaron que “dormir la siesta puede ayudar a preservar la salud del cerebro al disminuir la velocidad a la que el cerebro se encoge a medida que las personas envejecen”.
El hallazgo es de interés, según el equipo, ya que el encogimiento del cerebro -un proceso que ocurre con la edad- se acelera en personas con problemas cognitivos y enfermedades neurodegenerativas, y algunas investigaciones sugieren que esto puede estar relacionado con problemas para dormir.
Según el estudio publicado en la revista Sleep Health, los investigadores encontraron “una asociación entre las siestas habituales durante el día y un mayor volumen cerebral total, lo que podría sugerir que las siestas regulares brindan cierta protección contra la neurodegeneración al compensar la falta de sueño”.
La doctora Victoria Garfield, de la Unidad MRC de la University College de Londres, es la autora principal del trabajo y señaló que “los hallazgos sugieren que, para algunas personas, las siestas cortas durante el día pueden ser parte del rompecabezas que podría ayudar a preservar la salud del cerebro a medida que envejecen”.
Investigaciones anteriores habían demostrado que la siesta tiene beneficios cognitivos, ya que las personas que hacen pequeños descansos durante el día obtienen mejores resultados en las pruebas cognitivas en las horas posteriores que las personas que no habían dormido la siesta.
El nuevo estudio tenía como objetivo establecer si había una relación causal entre las siestas diurnas y la salud del cerebro.
Los recientes hallazgos sobre los beneficios de la siesta
El equipo utilizó datos de 35.080 participantes del Biobanco del Reino Unido que recopiló información genética, de estilo de vida y de salud de 500.000 personas de 40 a 69, con el objetivo de analizar si una combinación de variantes genéticas que se asociaban previamente con las siestas diurnas habituales autoinformadas también están relacionadas con el volumen cerebral, la cognición y otros aspectos de la salud cerebral.
Dado que tales variantes se establecen al nacer y se supone que se asignan al azar, el enfoque permitió a los investigadores probar el efecto de la siesta en el cerebro al reducir el impacto de los factores del estilo de vida que pueden influir en los hábitos de siesta y la salud cerebral de las personas, como fumar o actividad física.
Usando una técnica llamada aleatorización mendeliana, observaron 97 fragmentos de ADN pensados para determinar la probabilidad de que las personas duerman la siesta habitualmente. Compararon medidas de salud cerebral y cognición de personas que están más “programadas” genéticamente para dormir la siesta con otros pares que no tenían estas variantes genéticas, y encontraron que, en general, las personas predeterminadas para dormir la siesta tenían un volumen cerebral total más grande.
El equipo de investigación estimó que la diferencia promedio en el volumen cerebral entre las personas programadas para ser siestas habituales y las que no lo eran era equivalente a 2,6 a 6,5 años de envejecimiento.
En opinión de la autora principal y candidata a doctorado Valentina Paz, de la Universidad de la República Uruguay, “este es el primer estudio que intenta desentrañar la relación causal entre la siesta diurna habitual y el cerebro cognitivo y estructural”. “Al observar los genes establecidos al nacer, la aleatorización mendeliana evita los factores de confusión que ocurren a lo largo de la vida y que pueden influir en las asociaciones entre la siesta y los resultados de salud -señaló-. Nuestro estudio apunta a un vínculo causal entre la siesta habitual y un mayor volumen cerebral total”.
“Tener una siesta corta durante el día podría ayudar a preservar el volumen del cerebro y eso es algo potencialmente positivo para la prevención de la demencia”, enfatizó Garfield.
Por último, los autores del trabajo destacaron que si bien no tenían información sobre la duración de la siesta ideal, estudios anteriores habían sugerido que un descanso diurno de 30 minutos o menos brinda los mejores beneficios cognitivos a corto plazo. Asimismo, aseguraron que es menos probable que las siestas más tempranas interrumpan el sueño nocturno.
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